Un estudio reciente, disponible en el servidor de la prueba preliminar del bioRxiv, reveló que la vacunación con el bacille Calmette-Guérin (conocida popularmente como BCG), puede limitar la infección con el coronavirus SARS-CoV-2 y se podría utilizar como plataforma para establecer las acciones inmunológicas tempranas, que afectan al resultado de la enfermedad del coronavirus (COVID-19).
La presentación clínica y las acciones patológicas, consideradas en manifestaciones severas de COVID-19, presumiblemente son impulsadas por una inmunorespuesta natural muy vehemente y continua. La severidad de la enfermedad correlaciona positivo con niveles de las proteínas inflamatorias, conocidas como citocinas, pero también la activación mieloide de la célula.
La BCG representa una vacuna atenuada viva, que está en uso amplio desde hace mucho tiempo, para la prevención de la tuberculosis en niños y niños jóvenes. Sus efectos no específicos, conectados a la reprogramación epigenética y metabólica del sistema inmune natural, también se reconocen.
Esta es la razón por la cual la administración de BCG se ha considerado por el equipo de trabajo encabezado por Kerry L. Hilligan, especialista en inmunobiología del Laboratorio de Enfermedades Parasitarias, perteneciente al Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas de los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos, como alternativa profiláctica potencial en la prevención de la infección SARS-CoV-2.
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Reforzar vacuna contra el COVID
Por otra parte, los estudios preclínicos recientes han mostrado que BCG se puede utilizar como coadyuvante, para reforzar la protección de vacuna contra SARS-CoV-2. Este estudio valoró sistemáticamente los efectos de la inoculación anterior de BCG, sobre la patogénesis SARS-CoV-2 en dos modelos experimentales del ratón.
El primero utilizó los ratones altamente susceptibles a la infección mortífera, puesto que expresan un transgén para el receptor humano ACE2. Estos ratones también soportan cierta predilección viral de su cerebro, que puede contribuir a la mortalidad. El segundo modelo implicó un reto con una variante de la alfa SARS-CoV-2 (B.1.1.7), que puede infectar animales no-transgénicos.
Después de la infección, un estudioso vigiló los ratones y desconocía qué tipo de inoculación de virus tenía cada animal y si efectivamente habían contagiados. El analista ciego registró cada día cambios en el peso y posible signos de la enfermedad.
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