Según va avanzando la vacunación a la población y disminuyendo los casos de coronavirus, España examina poner fin al uso de la mascarilla, siempre y cuando sea posible mantener la distancia de seguridad de metro y medio.
Esta semana, el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias (CCAES), Fernando Simón, afirmó que esta medida podría llegar «en julio, o incluso antes». Por ahora, el uso de la mascarilla es obligatorio en España como regla general, aunque existen excepciones como la práctica de deporte individual y colectivo o sufrir problemas respiratorios.
«Si la evolución sigue siendo la actual, si la gente es consciente de que todavía hay que mantener las medidas de control y respetar las medidas poblacionales, podría ser factible que a finales de junio o julio las mascarillas en lugares abiertos no serán necesarias», expresó.
La principal causa de que esto se realice se debe al notable ritmo de vacunación. A lo largo de este mes de junio se espera la llegada de más de 17 millones de remedios a España. Actualmente, más de 18 millones de personas (38 %) tienen al menos una dosis, mientras que 9,2 han recibido la pauta completa.
Por otra parte, este jueves, Dinamarca anunció que eliminará la mascarilla en interiores, salvo para el transporte a partir del próximo lunes. La mascarilla, como en el resto de países nórdicos nunca ha sido obligatoria en exteriores, dejará de ser un requisito en supermercados, tiendas y centros comerciales y solo se pedirá para pasajeros que vayan de pie en transporte colectivo. Esta exigencia desaparecerá el 1 de septiembre.
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EFECTOS DE QUITÁRSELA
Según explicó el periodista Josep Corbella, quitarse la mascarilla puede provocar diversos efectos. «Con el aumento de la vacunación y el descenso de la incidencia llega un punto que no hay riesgo de contagio. Por eso, la mascarilla deja de ser necesaria», dijo.
Por su parte, la psicóloga Ana Sánchez-Anegón destacó que acabar con este elemento de protección individual «puede generar ansiedad en personas que están muy acostumbradas a llevarlas y se sienten muy seguras con ellas».
En ese sentido, salir con la cara descubierta llegaría a causar estrés, ansiedad o incluso un shock. Aunque tal y como apuntó Sánchez-Anegón, se acabará superando: «Nuestra inteligencia emocional está preparada para adaptarnos al cambio, para adaptarnos a la nueva normalidad», concluyó.
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