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viernes, noviembre 22, 2024

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ESTADOS UNIDOS. Una menor hondureña de 13 años de edad narró a Noticias Telemundo los duros momentos que le tocó vivir en un centro de detención de migrantes tras recorrer sola más de 6 millas para reencontrarse con su madre.

Jenifer Isabel Ramos Aguilar, la segunda de cuatro hermanos, salió de Honduras el 25 de febrero de este año acompañada de un pequeño grupo de personas.

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Recorrió Guatemala en un día y estuvo en México más de una semana. Llegó a la frontera con Texas el 19 de marzo y se entregó a la patrulla fronteriza.

Sus primeros 16 días los pasó en las tiendas de campaña saturadas del centro de detención de Donna, Texas, foco de críticas mediáticas en su momento por desbordar la capacidad límite de personas.

Tras los meses de espera, la niña hondureña volvió a ver a su madre.

Pensó que pronto vendría su mamá a recogerla, pues vivía en ese estado. Nunca se imaginó que tendría que esperar cuatro meses, primero en ese centro de detención y, luego, en dos albergues ubicados en tres estados diferentes, y recorrería el país de una punta a la otra.

Se contagió de COVID-19

«A veces que la comida que nos daban ya estaba vencida y cuando te sentías mal, nos decían: tome agua, tome agua y tome agua. Si uno se desmayaba allí, decían que era mentira», aseguró la menor que contrajo COVID-19 en Texas.

Relató que dormía en un colchón con otras seis niñas en un espacio abierto pero cercado, frío, mal oliente y que las despertaban en la madrugada con un puntapié para tomar lista.

«Ese lugar era muy feo», recordó la menor. Jenifer llegó en el momento cuando se registró el mayor número de cruces de niños sin acompañantes del año fiscal: 17,148 en abril de 2021.

«Me quise hacer daño»

El 2 de abril, Jenifer fue trasladada del campamento de Donna a un albergue temporal de menores a 1,500 millas de distancia, en el centro de convenciones de San Diego, California, acondicionado para alojar a niñas de entre 13 y 17 años por 30 a 35 días como máximo. La hondureña permaneció 53 días en ese lugar.

Durante su primera semana en San Diego, estuvo en cuarentena por medida de salud, con poco contacto con las demás niñas, para prevenir la propagación del coronavirus. Luego, «pude socializar», externó.

Tres semanas más tarde, ante la incertidumbre de su futuro y al no tener comunicación con su madre, la ansiedad y la depresión empezaron a interferir en su estado emocional.

Fue internada en un hospital en el área de salud mental por tres días. «Y pues tuve una recaída y me quise hacer daño«, contó. Al mismo tiempo que agregó que se quería cortar y quería matar a las otras niñas porque oía voces en su cabeza.

Recibió terapia

«Me vinieron muchos recuerdos y pensaba que no iba a salir de allí porque siempre veía a las demás niñas que salían de San Diego, que ya iban con sus padres, y yo me quedaba allí, y pues a veces me daba tristeza», señaló.

A partir de ese momento, las cosas cambiaron. La menor estuvo bajo supervisión médica las 24 horas, recibió terapia y, después de casi dos meses desde que llegó al país, pudo comunicarse vía telefónica con su mamá, quien se enteró de lo sucedido porque se lo contó su hija.

Jenifer cuenta que en el albergue temporal prefería aislarse de los demás niños, en parte por la inquietud de su situación, pero también por los medicamentos que tomaba: un antidepresivo y un ansiolítico.

Foto del reencuentro.

No obstante, ella aseguró no arrepentirse de haber pasado toda esa travesía para estar con su familia. «Sé que algunas personas quieren tener un futuro mejor, pero también uno tiene que pensar en si hacerlo o no, porque uno en inmigración sufre estando en albergues. Uno sufre», aconsejó.

Jenifer estuvo en el albergue The Children’s Village por 30 días. Llegó a Houston el 25 de junio, acompañada de una trabajadora social. La menor vive ahora con su madre y sus hermanos en un apartamento de dos recámaras en el sur de Houston.

Su travesía duró 120 días desde que salió de Honduras hasta llegar a Houston. El abrazo con su mamá y con sus hermanos se dio luego de 967 días (2 años, 7 meses y 24 días).

El abrazo que Jenifer esperaba con ansias.

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