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viernes, noviembre 22, 2024

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CORTÉS, HONDURAS. «Si naciera de nuevo, volvería a ser policía«, así piensa Christian Manuel Nolasco, subcomisario de la Dirección Policial de Investigaciones (DPI), licenciado, máster y candidato a doctor, quien en noviembre de 2020, sacrificando sus días libres, decidió ir a las zonas inundadas y rescatar a los damnificados por los huracanes Eta e Iota, incluyendo a miembros de su propia familia.

Nolasco es un oficial admirado y respetado dentro de la institución. Tiene fotografías luciendo el traje de gala de la Policía, adornado de una gran cantidad de medallas al mérito, pero detrás hay una impactante historia de perseverancia y superación.

Subcomisario de la DPI Christian Manuel Nolasco.

Pocos saben que a él, cuando era muy niño y vivía en San Marcos de Colón, Choluteca, un incendió lo dejó sin casa junto a toda su familia, y pocos años más tarde, una inundación hizo exactamente lo mismo, de modo que fueron dos veces en las que prácticamente quedó en la calle.

Por otro lado, el subcomisario cuenta que de niño sufrió problemas económicos, al punto que apenas pudo llegar a sexto grado, y no fue hasta que cumplió 17 años e ingresó a la institución armada que retomó sus estudios: era policía de día y estudiante de noche.

Su niñez

«Desde el 1 de septiembre del 2,000 no he dejado de ser policía ningún día. Fíjese que, yo recuerdo que estaba ‘pequeñito’, nací en una aldea remota, para ir a la escuela tenía que caminar bastante y nuestra casa era de paja y madera, bien artesanal. Yo miraba niños jugando con ‘carritos’ de Policía, yo quería uno, pero nadie me regalaba nada. Entonces hice los míos con manera y chapas de botella. Les daba forma con un machete y de ahí me metía al rollo que yo era un policía. Los otros niños tenían sus juguetes bonitos, pero yo me divertía con los míos», recordó Nolasco.

Fue cuando apenas tenía ocho años que la tragedia tocó la vida de aquél niño que soñaba con algún día vestir un uniforme de oficial. «Se nos quemó la primera casa, hubo un incendio provocado por un hermanito. Quedamos sin nada», rememoró.

El pequeño Christian y su familia se mudaron a Trojes, El Paraíso, donde unos parientes les tenían preparada un hogar para vivir. También era de madera. Estando allí Nolasco culminó su sexto grado, pero de nuevo, fue víctima de un lamentable acontecimiento, una tormenta tropical arrasó con la vivienda, y otra vez todos quedaron en la calle. «Se la llevó, y pues, nos tocó pedir posada. Mi mamá emigró, se fue a Nicaragua. Vivimos allá dos años», contó él.

A sus modelos a seguir los superó

Cuando tenía 17 años Nolasco volvió a San Marcos de Colón, y hasta ese momento ocurrió su primer acercamiento a un oficial de la Policía, pues veía a los uniformados trabajar en plena frontera. Él anhelaba ser como ellos. Eran como su modelo a seguir. Un día, aunque bastante nervioso, les sacó plática.

«Les pregunté cómo era la cosa, qué tenía que hacer para entrar y así decidí sacar el curso básico de policía. Me gradué de agente de la Policía. El primer uniforme que me puse fue de las Fuerzas Cobras», reveló con alegría.

¿Sueño cumplido? Pues, claro que no. Christian Nolasco quería más. El problema es que apenas tenía su certificado del sexto nivel educativo y para ascender debía prepararse académicamente. Iba a ser difícil trabajar como policía y entrar al colegio, pero estaba dispuesto a sacrificarse para alcanzar su objetivo.

Subcomisario Nolasco en la Academia de Policía.

«No tenía mando, era un agente de escala básica y no podía entrar a ninguna academia de la Policía porque sólo tenía hasta sexto grado. Entonces, dije yo, si la cuestión aquí es estudiar, pues lo haré. Entré al colegio siendo policía, de noche, sacrificando mis días libres. Me gradué de bachillerato estando asignado en distintos del país. Ser estudiante y policía era ‘yuca'», comentó.

Con título en mano, ingresó ahora sí a la Academia de Policía para estudiar Ciencias Policiales. Gozando de una beca completa. Fueron cuatro arduos años. En el 2007 ya era el ‘licenciado Nolasco’ y obtuvo el «Premio de Espíritu Policial».

Él es ambicioso, así que quería continuar preparándose en la universidad. Egresó de la Universidad Tecnológica de Honduras (UTH) en 2010, ahora como máster en Derecho Procesal Penal. En 2017 sacó su segunda maestría, esta vez en Criminología. Actualmente está próximo a obtener su doctorado en Gerencia Administrativa.

Christian Manuel Nolasco en sus inicios dentro de la institución.

Pandemia y huracanes

De nada sirve tantos títulos en un policía que no tiene interés por servir a los demás, así piensa Nolasco, y en 2020 le tocó predicar con el ejemplo, cuando su vocación fue puesta a prueba, primero con la pandemia del COVID-19 y luego durante las inundaciones provocadas por Eta e Iota.

Se contagió dos veces de coronavirus. Una fue cuando trasladó de emergencia desde El Progreso a San Pedro Sula a una señora con síntomas de la enfermedad, a quien, según recuerda, por la estigmatización de la ciudadanía, nadie la quería movilizar. Entonces, él se ofreció a hacerlo.

Noviembre de 2020 fue un mes que Nolasco jamás olvidará. Sacrificó sus días libres para rescatar a personas atrapadas en los techos de sus casas a lo largo y ancho del Valle de Sula: La Lima, San Pedro Sula, Pimienta, Omoa y El Progreso.

Mal contadas, él afirma que socorrió a unas mil personas, incluso en las colonias más peligrosas de la zona norte. No descarta la posibilidad de que esa cifra incluya a miembros de estructuras criminales.

«Nosotros, como DPI, habíamos cumplido todas las metas investigativas, por lo que teníamos derecho a cinco días de vacaciones. Yo me acuerdo bien que, cuando Eta, teníamos libre a partir del jueves, mismo día de la inundación, entonces comencé a involucrarme con personas voluntarias para rescatar a personar», comentó.

El subcomisario Nolasco documentó sus rescates.

Un líder de la comunidad

Christian Nolasco rescató a damnificados no sólo en nombre de la Policía, sino también a título personal, aunque en todo momento usó con orgullo su uniforme de trabajo, pese a gozar de asueto.

«Comenzamos rescatando a compañeros policías y a sus familias. Después me la tiré ayudando hasta a quienes no conocía. En mi registro de personas con las que interactué, que me agradecieron, tengo unas mil», agregó.

El subcomisario NO es dueño de lanchas ni mucho menos, pero siempre solía conseguir más de una prestada gracias a que es muy admirado en su comunidad. Cada vez que en su teléfono celular recibía llamadas de personas que clamaban auxilio, a veces desconocidas, de inmediato comenzaba a preguntar a sus amigos y conocidos quién tenía botes y motores para ir al rescate.

«No tengo dinero, pero soy un buen gestor. Ponía estados en mi WhatsApp y me llevaba a gente que quería participar. Así comenzamos a rescatar. Hubo quienes pensaron que yo era propietario de helicópteros, de canoas, de motores, ja, ja, ja. Nunca dije que no. Siempre me mostré dispuesto», recordó.

Ocho meses han pasado desde la llegada de Eta e Iota al país. Para muchos hondureños, Christian Nolasco es la prueba inequívoca de que hay buenos policías en Honduras, un CATRACHO EJEMPLAR, capaz de dignificar a la institución, abanderados del lema «Servir y Proteger».

Luego de 21 años de carrera, el subcomisario continúa persiguiendo su más grande sueño: ser director general de la Policía Nacional.


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