ESTADOS UNIDOS. Un adolescente llamado Braden Wilson, de 15 años, de California, tenía miedo contagiarse del COVID-19, por lo cual, tuvo cuidado de usar mascarilla y solo salía de su casa a citas con el odontólogo y a visitar a sus abuelos más cercanos.
Sin embargo, de alguna manera Braden se contagió del virus y provocó un daño despiadado en forma de síndrome inflamatorio.
Se desconoce las razones de este síndrome y por qué ataca a algunos jóvenes pocas semanas después de la infección por COVID-19.
Los doctores del Children’s Hospital Los Angeles le colocaron un ventilador y una máquina de circulación extracorpórea, pero no pudieron evitar que sus órganos más importantes fallaran.
El 5 de enero, “oficialmente declararon que tenía muerte cerebral”, relató su madre, Amanda Wilson, entre sollozos. “Mi hijo se había ido”, dijo.
Los médicos de todo el país han identificado un aumento sorprendente en la cantidad de jóvenes con la misma afección que Braden, llamada Síndrome Inflamatorio Multisistémico en Niños.
Además, dicen que ahora hay más pacientes enfermos que durante la primera ola de casos, lo cual alarmó a doctores y padres de todo el mundo en la primavera pasada.
“Ahora estamos recibiendo más de estos niños, pero esta vez, parece que un porcentaje más alto está realmente enfermo”, dijo la doctora Roberta DeBiasi, jefa de enfermedades infecciosas en el Children’s National Hospital en Washington D.C.
Durante la primera ola, cerca de la mitad de los pacientes necesitaron tratamiento en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI), contó, pero ahora entre el 80 y el 90 por ciento los requiere.
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No hay causas claras de este síndrome
Las causas no son claras. Este incremento ocurre a la par del aumento general de casos de COVID-19 que hubo en Estados Unidos tras la temporada vacacional de invierno.
La presencia de más casos puede incrementar la probabilidad de que surja una enfermedad más grave.
Hasta ahora, no hay evidencia de que las variantes de coronavirus encontradas recientemente sean las responsables, y los expertos dicen que es muy pronto para especular sobre el impacto de las variantes en el síndrome.
Los afectados van desde bebés hasta jóvenes de 20 años. Los datos, que están completos hasta mediados de diciembre, muestran que la tasa de casos comenzó a aumentar desde mediados de octubre.
Si bien la mayoría de los jóvenes, incluso los que enfermaron gravemente, han sobrevivido y regresado a casa relativamente sanos, los doctores no están seguros si alguno de ellos presentará afectaciones cardiacas persistentes o algún otro problema.
“Realmente no sabemos qué sucederá a largo plazo”, dijo el doctor Jean Ballweg, director médico de trasplante de corazón pediátrico e insuficiencia cardíaca avanzada en el Children’s Hospital & Medical Center en Omaha, Nebraska.
En diciembre aumentó a 10 casos y en enero a 12. El 60 por ciento necesitó atención en la UCI y la mayoría requirió ventiladores. “Claramente, parecen estar más enfermos”, dijo.
Síntomas
Los síntomas del síndrome pueden incluir fiebre, sarpullido, ojos rojos o problemas gastrointestinales.
Pueden progresar a una insuficiencia cardiaca, incluido el shock cardiogénico en el que el corazón no puede apretar lo suficientemente fuerte como para bombear sangre.
Algunos pacientes desarrollan miocardiopatía, que endurece el músculo cardiaco o genera un ritmo anormal.
La doctora Ballweg dijo que una joven de 15 años en su hospital requirió de un procedimiento que funcionaba como un marcapasos temporal.
Los hospitales aseguran que la mayoría de los pacientes dan positivo por anticuerpos a COVID-19. Esto, indicaría una infección previa, pero algunos otros también dan positivo por infección activa de coronavirus.
Muchos niños anteriormente estaban sanos y tenían pocos o ningún síntoma de la infección inicial por COVID-19.
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