COLÓN, HONDURAS. El señor Simón Díaz es un conocido barbero en Sabá, quien con los años ha sabido ganarse el respeto de las personas, pues desde pequeño llevó consigo la pasión por las tijeras y las navajas.
Los encargados de difundir la historia de este hondureño trabajan en Diario del Aguán. Don Díaz es un señor conocido por muchos, quienes lo destacan por ser un gran hombre y además sostienen que tiene un talento «increíble».
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Se conoció que a la edad de ocho años, él jugaba con tijeras, pero, infantilmente, sin imaginar que el oficio de barbero sería un sustento para todo su vida y, además, algo por lo que sería popular.
Es así como Simón Díaz, siendo joven se convirtió en un reconocido peluquero en Sabá, Colón, y en la aldea Lomitas del Este. Él es el único que todavía vive de esa vieja escuela, cuando eran escasos los de este oficio allá por los años 80, indican conocidos.
El hondureño llegó a la comunidad a sus 17 años de edad, con sus padres y sus hermanos, desde el occidente del país. El señor relata que tomaron la decisión buscando mejores oportunidades para sobrevivir.
El patio de su casa fue testigo de sus inicios, pues en ese sitio improvisó una peluquería, un oficio que más tarde sería la herencia para la mayoría de sus hijos.
Don Simón cuenta que estuvo un tiempo como discípulo de Luis Navarro, otro conocido hondureño, destacado por este oficio. Eso ocurrió «cuando la barbería él la tenía frente a la iglesia católica de Sabá» contó este legendario barbero.
Allí perfeccionó sus técnicas y habilidades. También fue donde se inspiró para cimentar lo que le apasionaba, creando su propia sala y marca: «Barbería Modelo».
Con su emprendimiento, ya eran tres las peluquerías en Sabá en la década de los ochenta, «ya que sólo estaba la barbería de Luis Navarro y la de Ronald», recordó don Simón Díaz.
Este hombre no olvida aquel momento en que tomó la mayor decisión de su vida. «Le comenté a mi suegro, y me ofreció un espacio de su casa, lo acomodé con canceles de cartón», comentó.
Fue así como esa esquina en el barrio El Centro, que estaba a una cuadra antes de la barbería donde empezó, se convirtió pronto en una nueva propuesta en Sabá, Colón.
«Con unos pedazos de madera, armé un banco y me lo llevé al lomo para Sabá», sostuvo el señor.
Esa esquina, hoy es la que está pegada donde funcionó una radio. Ahí en ese reducido espacio todo se hacía con tijeras y cuchillas. «No habían máquinas como ahora, ya que en ese tiempo no había energía eléctrica», explicó el barbero.
En ese entonces, don Simón hizo memoria y recordó que cobraba en centavos: 20 a los niños y 50 a los adultos.
Tampoco olvida aquel momento cuando dejó de afeitar a sus clientes con navajas. «Cuando apareció el sida, se nos prohibió usarlas», añadió. Asimismo, el hondureño afirmó que desde entonces se vale de las hojas desechables.
Las barberías han sido veneradas por muchos, por tradición son un punto de encuentro para comentar, debatir y analizar temas locales y nacionales, además un lugar concurrido por los hombres para charlas de fútbol.
Si alguien quiere saber las anécdotas de la vida cotidiana de aquellos tiempos, hay un barbero en Lomitas del Este a quien consultar, su nombre es claramente Simón Díaz.
Este hombre todavía conserva aquellas herramientas manuales que hacían duro ese oficio. Hoy atiende a orillas de la carretera hacia Olanchito, en la misma casa donde tuvo que improvisar su primera vez.
Es uno de los tres barberos que le dieron formalidad a este oficio en Sabá. Detrás de este hombre hay una historia que dignifica esa labor de aquellos que con tijeras hacían cortes tan precisos y parejos al gusto de sus clientes.
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