TEGUCIGALPA, HONDURAS. La mera definición de estas entidades biológicas, situadas en la frontera de la vida, ya entraña un problema peliagudo.
En las lecciones introductorias de Virología, se establece que los virus son agentes infecciosos de naturaleza particulada y organización acelular; sólo visibles por microscopía electrónica.
Carecen de metabolismo propio, siendo todos ellos parásitos intracelulares obligados. En consecuencia, dependientes de un hospedador vivo para poder replicarse.
La estructura básica de la partícula viral es muy simple. Consiste en una cápsida proteica externa que encierra en su interior el ácido nucleico viral, ADN o ARN, pero no ambos simultáneamente.
La desazón que provocan los virus entre la comunidad científica es tan grande, que el reputado premio Nobel André Lwoff acuñó la expresión «un virus es… un virus».
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Angustia actual
La angustia actual por la catástrofe apocalíptica debida al coronavirus SARS-CoV-2 es, por el momento, la última de una larga serie ininterrumpida de plagas virales que han asolado la Tierra. Sólo en el siglo XX están bien documentadas varias pandemias de gripe.
Comenzando por la tristemente famosa «gripe española» que durante la Primera Guerra Mundial causó una mortalidad superior a la derivada de la lucha bélica industrial.
Desde entonces, se han registrado al menos cinco grandes brotes mundiales de gripe, el último en 2009.
Mención especial merece la terrible pandemia de sida, causada por el retrovirus VIH, que desde 1980 ha tenido efectos devastadores sobre la vida humana, hasta convertirse actualmente en una enfermedad crónica.
En décadas recientes hemos asistido a sucesivos focos virales de Ébola, Zika, Dengue o virus Chikungunya, que difieren en su modo de transmisión, sintomatología, áreas geográficas de distribución o tasas de morbilidad y mortalidad.
Prevenir los virus
Analizando los sofisticados sistemas científico-técnicos de que disponemos, debería ser relativamente sencillo detectar, investigar y, por tanto, impedir infecciones causadas por partículas tan elementales como los virus. Sin embargo, en esa singular estructura viral reside gran parte de la dificultad.
De hecho, los virus no pueden ser tratados con procedimientos eficaces contra otros patógenos infecciosos, incluyendo la terapia con antibióticos.
Al infectar a sus células diana, los virus bloquean el metabolismo y utilizan la maquinaria celular en beneficio propio, sintetizando las subunidades estructurales de la cápsida y replicando su ácido nucleico.
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