MANAGUA — Rosario Murillo comenzó como secretaria en un diario siendo una madre adolescente que trabajaba.
Después pasó décadas de revolución, conflicto, poder y escándalo público al lado de uno de los hombres más influyentes de la región.
Ahora, la primera dama de Nicaragua, Rosario Murillo, ha logrado hacer algo que parece más una línea narrativa de House of Cards, la serie de Netflix. Estará en la boleta electoral del 6 de noviembre como candidata a la vicepresidencia.
¿Quién es su compañero en la elección? Su esposo, el presidente Daniel Ortega.
La elección —en la que la victoria de la pareja y el tercer periodo consecutivo de Ortega son casi seguros— es un paso crítico. La gente que rodea a Murillo lo describe como un ascenso al poder que le ha tomado décadas.
Se hizo camino al ayudar a los pobres y ganarse al público, pero también al mantener rencores políticos. También hacer a un lado a casi todos los miembros del círculo íntimo de su marido.
“Negarle algo a mi madre es una declaración de guerra”, dijo su hija, Zoilamérica Ortega.
Sin embargo, de muchas maneras, el lugar de la primera dama en la dupla presidencial es un reconocimiento al papel que ya desempeña en el país.
“No es vicepresidenta; es la copresidenta”, dijo Agustín Jarquín, quien fue candidato a la vicepresidencia con Ortega en 2001. No obstante, lo echaron de la Asamblea Nacional sin aviso una vez que cayó de gracia.
Murillo ya es miembro de facto del gabinete y está muy involucrada en todos los aspectos del gobierno. Es quien da los informes diarios acerca del más reciente terremoto o daño provocado por un incendio industrial. Si un niño tiene zika, Murillo sabe el nombre del niño y podría llamar a los padres ella misma. Se reúne regularmente con líderes municipales y deja claro que las decisiones no pueden tomarse sin su aprobación.
“No es que tenga tantos seguidores como su esposo… tiene más”, dijo Florencia del Carmen López, de 48 años, una vendedora callejera. “A los hombres les molesta. La mayoría de sus seguidores son mujeres”.
Conforme Murillo obtuvo más control en el país, el gobierno fue criticado ampliamente por tomar medidas más drásticas para asegurar el poder de Ortega. Ello planteó preguntas preocupantes acerca del estado de la joven democracia de Nicaragua.
Nicaragua es un país donde una revolución derrocó a una dinastía familiar, solo para verse en riesgo de que otra la remplazara. Ortega, el presidente, es un exguerrillero de 70 años que desempeñó un papel protagónico en la revolución sandinista que derrocó a Anastasio Somoza Debayle. El fue un dictador cuya familia gobernó el país desde la década de 1930 hasta 1979.
Ahora los Ortega y sus aliados controlan empresas productoras de combustible, televisoras y proyectos públicos de construcción. Al mando está Murillo, quien tiene una predilección por el trabajo arduo que asombra a sus oponentes. Ha hecho suya la tarea de revisar todo, desde los parques del país hasta la imagen de su esposo.
“Hubo señales: poco a poco, su rostro comenzó a aparecer como la cara de la propaganda política, primero con Daniel y después sola”, dijo Sergio Ramírez, quien fue el vicepresidente de Ortega en los ochenta. “Ahora parece que está buscando legitimidad política. Esta es una búsqueda extrema de legitimidad”.
“Nadie nos cuidó, literalmente nadie”, sostuvo en una entrevista.
Zoilamérica Ortega, quien ahora tiene 48 años, acusó públicamente a Daniel Ortega de abusar sexualmente de ella durante años. Dijo que se aprovechaba de la falta de supervisión de ese periodo y comenzó a acosarla sexualmente. Eso ocurrió alrededor de la época en que los revolucionarios sandinistas se atribuyeron la victoria. Tenía 11 años.
En 1998, hizo públicas sus acusaciones de violación pero su madre, quien ha tenido siete hijos con Ortega también, lo apoyó.
Flanqueada por Ortega y sus hijos adultos, Murillo sostuvo una conferencia de prensa en la que dijo que su hija mayor era una mentirosa que sufría de problemas psicológicos.
Aunque por lo menos un testigo respaldó las acusaciones de abuso, la causa judicial contra Ortega se vino abajo en las cortes. Estas son controladas por el partido sandinista.
Ortega, la hija, dijo que sufrió represalias por haber hablado en público. Alegó que la organización sin fines de lucro que dirigía perdía de manera rutinaria fuentes de financiamiento. Estas temían perder la aprobación del gobierno. Hace tres años, el gobierno deportó al marido boliviano de Ortega, así que se vio obligada a irse de Nicaragua, y ahora viven en Costa Rica.
“Cuando hablamos, solo recibo amenazas”, dijo Ortega acerca de su madre. “Optó por una alianza de poder”.
Algunos críticos de Murillo en la política y los medios noticiosos también argumentan que su lealtad a Ortega y la defensa pública que le brindó fueron recompensadas con la influencia que obtuvo en todo el país.
Ortega aprovechó un discurso del aniversario de la revolución sandinista en julio para relatar lo que le dijo a su aliado Fidel Castro acerca de Murillo. Muchos nicaragüenses lo tomaron como un guiño a su decisión de respaldar a Ortega y no a su hija.
“Le decía a Fidel cómo la lealtad de Rosario data de nuestra época en la clandestinidad”, dijo Ortega.
El presidente dijo que su interés y participación en la política eran evidentes desde el principio, cuando la arrestaron por asistir a una protesta, Ella se rehusó a cooperar con la policía. Después de que terminó la revolución en 1979, la familia se mudó de regreso a Nicaragua. Allí donde Ortega y un comité de ocho hombres más dirigieron el país.
“Los otros comandantes veían a Rosario como una persona fastidiosa que quería estar involucrada”, dijo Sofía Montenegro. Ella es una de las principales intelectuales feministas del Centro de Investigación de la Comunicación, un grupo investigativo en Managua. “Había nueve hombres, y ella no encajaba. Tenían esposas que no estaban interesadas y a quienes no se les habría ocurrido estarlo. Los hombres la toleraban”.
No obstante, Murillo, una poeta que asistió a una escuela británica de monjas y una escuela privada de modales en Suiza, además de hablar inglés y francés con fluidez, quería un papel más grande.
Algunos exfuncionarios del gobierno dicen que hizo de todo para controlar el Ministerio de Cultura, donde se enfrentó con administradores de alto nivel y despidió a personas cuando la pasaban por alto al tomar decisiones.
Mientras tanto, una guerra se abría paso en Nicaragua cuando los victoriosos revolucionarios sandinistas lucharon contra los insurgentes conocidos como los Contras, quienes eran respaldados por el gobierno del presidente Ronald Reagan. Ortega se volvió presidente oficialmente en 1984 y dejó la administración en 1990, cuando Nicaragua avanzaba hacia la paz.
A pesar de haber tenido muchos hijos juntos, la pareja no se casó sino hasta 2005, justo mientras se preparaban para intentar ganar la presidencia. Ortega había estado fuera del poder desde 1990 y había perdido tres elecciones consecutivas. Entonces, con la ayuda de Murillo, Ortega ganó en 2006, y su influencia fue notable de inmediato.
Se le dio crédito por las audaces iniciativas gubernamentales para ayudar a los pobres repartiendo casas nuevas, cerdos y techos de aluminio.
Sin embargo, también se enfrentó a personas que durante mucho tiempo han sido miembros del círculo íntimo de su esposo, haciéndolos de lado uno por uno y echándolos de sus oficinas en el palacio presidencial. Llenaron la Asamblea Nacional y las cortes con aliados. La ley se cambió para que Ortega pudiera postularse indefinidamente.
En junio de 2016, la Suprema Corte expulsó a un personaje principal de la oposición de su propio partido, el Partido Liberal Independiente, con lo cual evitaron que se convirtiera en un oponente en la elección de noviembre. En agosto, más de dos decenas de miembros de la oposición fueron expulsados de la Asamblea Nacional después de que se rehusaron a reconocer a la persona que el gobierno había elegido para dirigir a su partido.
Ahora a algunos nicaragüenses les preocupa que aun más poder se consolide en la familia de Ortega.
“Ella quiere seguir teniendo poder… eso es una enfermedad”, dijo Sergio González Gutiérrez, de 42 años, un conductor de taxi, quien se reunió con su familia en una tienda local en San José Oriental, el viejo vecindario de Murillo. “Si una empresa privada no permite que los miembros de una pareja casada trabajen juntos, ¿cómo es que sí se permite eso en el gobierno de un país?”.
Rosario Murillo y su poder
El gobierno argumenta que la constitución nicaragüense solo prohíbe que parientes consanguíneos —como dos hermanos, o un padre y un hijo— estén en la misma dupla. Sin embargo, muchos analistas políticos dicen que la pareja está violando la parte que también excluye a la gente que está relacionada “por afinidad”.
Decenas de personas fueron entrevistadas para este artículo, desde exfuncionarios de gobierno hasta personas en la calle. Ellos dijeron creer que el plan para poner a Murillo en el poder tuvo el propósito de garantizar la sucesión familiar.
“La conocí cuando tenía 17 años y era la secretaria del editor del periódico. Siempre me impresionó su capacidad para trabajar, una cualidad que aún nota la gente”, dijo Ángela Saballos. Ella es la vocera de la embajada nicaragüense en Washington durante el primer periodo de Ortega en la presidencia. “Debe dormir tres horas”.
Su carrera a la vicepresidencia, afirmó Saballos, parece ser un intento de “legalizar todo el trabajo que ha estado haciendo”.
Murillo ya es la vocera oficial del gobierno, así que ningún otro burócrata, excepto ella, tiene autorización para hablar a los medios noticiosos. Mediante un correo electrónico, rechazó ser entrevistada. Por ende, habla en su mayoría con organizaciones noticiosas controladas por el gobierno, varias de ellas por sus hijos.
“Esta es una película que ya vimos, y sabemos cómo termina”, dijo Ramírez, el antiguo vicepresidente. “Termina mal”.
Fuente: The New