HONDURAS. Calles desoladas, parques sin niños, viviendas abandonadas y cerradas con candado, otras saqueadas y en ruinas, son las escenas comunes en los barrios más pobres de Honduras tras la migración de cientos de ciudadanos.
Son casi pueblos fantasmas.
Por lo menos 400 hondureños abandonan su país todos los días, ya sea con un coyote o en caravanas.
«Han decidido irse del país por la falta de recursos económicos, poca preparación académica y por, más que todo, ellos buscan una mejor vida”, explicó Ismar Varela Ávila, subinspector de la Policía Nacional de San Pedro Sula.
«Han salido y qué vamos a hacer. La necesidad es grande, aquí no hay trabajo. Le preguntan cuántos años tiene usted, tanto, y ya no puede trabajar. Entonces, se decepcionan y se van, porque han salido bastantes. De Chamelecón, de Cortés, de San Pedro, de Ceiba, de Tela, Potrerío. La necesidad de ellos es grande”, dijo la hondureña Donaida Genersano.
Y es precisamente Chamelecón, uno de los barrios más peligrosos de capital industrial, debido a la alta presencia de maras o pandillas. En la zona se pueden observar algunas casas y comercios en abandono.
Los bordos, donde hasta hace poco la gente vivía hacinada, se convirtieron en barrancos desolados.
«Uh, sí, estaba lleno. O sea, estaba todo este sector, estaba abarrotado de gente, y por allí, todo eso, por bajo del río, montón de gente mejor se han ido en la caravana. Y algunos han regresado de nuevo y dicen que se van de vuelta, van a ir a probar de nuevo porque los regresaron”, señaló el hondureño Osmín Cortés Mejía.
Lea también: Niño hondureño pierde una pierna al dormirse y caer de «La Bestia» en México
Tristeza
Doña Ramona vive sola desde hace cuatro meses porque su hija, yerno y dos nietos decidieron buscar un mejor futuro.
«Hay, ni quiera Dios, una soledad, una tristeza que no sé ni qué seguirle diciendo. Todas las noches vivo clamándole a mi Dios, me hinco de rodillas que me la cuide, que me le dé fuerzas, que me le dé salud y que siempre me la guarde en los caminos donde ella ande, en su trabajo. Se ha ido, entonces, yo le pido a mi Dios que me guarde y me de vida, me de fuerzas para siempre esperarla”, relató, con lágrimas en sus ojos.
La Gran Central Metropolitana de Buses sigue siendo el punto de partida de estos centroamericanos, a los que no les importa arriesgar sus vidas, en el intento de llegar a los Estados Unidos.