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jueves, noviembre 21, 2024

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REDACCIÓN. Todas las personas han sido victimas de cambios repentinos a la hora de desayunar, almorzar o cenar, por alguna u otra razón, sin tener en cuenta las fatales consecuencias.

Gerda Pot, investigadora de nutrición en el King’s College de Londres, estudia cómo la irregularidad diaria en la ingesta de energía afecta a la salud a largo plazo.

Pot se inspiró en su abuela, quien era rigurosa con sus rutinas. Cada día desayunaba a las 7:00, almorzaba a las 12:30 y cenaba a las 18:00. Incluso era intransigente con el horario de sus colaciones, café a las 11.30 y té a las 15:00.

Además, está convencida de que los hábitos de su abuela le ayudaron a mantenerse con buena salud hasta que cumplir casi los 95 años.

Lea también: ¿Cómo afecta la hora de las comidas y el sueño inconsistente al metabolismo?

Consecuencias

Hay algunas buenas razones para creerlo. La sensibilidad a la hormona insulina, que permite que la glucosa de los alimentos que se ingieren a las células y se use como combustible, es mayor durante la mañana que durante la noche.

Cuando se come tarde, la glucosa permanece en la sangre durante más tiempo. A largo plazo esto puede aumentar el riesgo de desarrollar diabetes tipo 2, donde el páncreas ya no produce suficiente insulina.

También puede dañar tejidos en otros lugares, como vasos sanguíneos o nervios en los ojos y pies. En el peor de los casos, esto puede resultar en ceguera o amputaciones.

Utilizando datos de una encuesta en Reino Unido que ha rastreado la salud de más de 5.000 personas durante más de 70 años. Pot descubrió que, aunque consumían menos calorías en general, las personas que tenían una rutina de comidas más irregulares tenían un mayor riesgo de desarrollar síndrome metabólico: un conjunto de afecciones que incluyen presión arterial alta, niveles elevados de azúcar en la sangre y anormales de grasa y colesterol en la sangre, que en conjunto aumentan el riesgo de padecer una enfermedad cardiovascular y diabetes tipo 2.

Entonces, ¿qué debemos hacer al respecto? Esforzarse por ser consistentes con los tiempos de sueño y de comidas es un buen primer paso.

Al despertarse y ver la luz brillante de la mañana, esto restablece el reloj maestro en el cerebro, por lo que al desayunar poco después eso refuerza el mensaje en los relojes del hígado y sistema digestivo. Por lo tanto, comer un buen desayuno puede ser esencial para mantener el cronómetro circadianos funcionando en sincronía.

Algunos abogan por un enfoque más estricto de renunciar a todos los alimentos durante al menos 12 horas.

Estudio

En un estudio histórico publicado en 2012, el biólogo circadiano del Instituto Salk en La Jolla, California, Satchin Panda y sus colegas compararon un grupo de ratones que tenía acceso a alimentos grasos y azucarados en cualquier momento del día o de la noche, con otro grupo que solo podía consumir estos alimentos en un período de ocho a 12 horas durante su «día».

A pesar de que consumieron la misma cantidad de calorías, los ratones cuya ventana para comer estaba restringida parecían estar completamente protegidos de las enfermedades que comenzaron a afectar al otro grupo: obesidad, diabetes, enfermedades cardíacas y daño hepático.

De hecho, cuando los ratones con estos padecimientos siguieron un horario de comidas restringido, se recuperaron nuevamente.

«Casi todos los animales, incluyéndonos a nosotros, evolucionaron en este planeta con un ritmo muy fuerte de 24 horas en luz y oscuridad, y los ritmos asociados de comer y ayunar», explicó Panda.

«Creemos que una función importante (de estos ciclos) es permitir la reparación y el rejuvenecimiento cada noche. No se puede reparar una carretera cuando el tráfico todavía está en movimiento», agregó.

Por eso, el adagio de que se debe desayunar como un rey, almorzar como un príncipe y cenar como un pobre parece más cierto que nunca.

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