CORTÉS, HONDURAS. Ahora que los médicos han confirmado que en la capital industrial del país se atraviesa por un brote de influenza, donde muchas personas ya comunicaron que están presentando síntomas como tos, gripe y fiebre, los profesionales sugieren que los ciudadanos deben de estar más informados.
Eso se pide porque muchas personas han llegado a los hospitales o triaje y manifiestan sentir dolencias que parecen ser relacionadas al COVID-19, pero al hacerles exámenes resulta ser influenza.
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El 21 de mayo 2009, el expresidente de Honduras, Manuel Zelaya, presentó a una niña de nueve años de edad, que fue confirmada como el primer caso positivo de la gripe A (H1N1) en el país, tras exámenes practicados en la CDC de Atlanta, Estados Unidos.
Hasta el 27 de abril del 2010, se confirmaron un total de 560 casos, acompañado de 18 muertes. Para el 2010, la pandemia en Honduras fue casi olvidada por completo.
Esto se debió a la preocupación por otra enfermedad más alarmante, el dengue, específicamente el hemorrágico. En esta fecha, en Honduras se dejó de ver gente portando mascarillas, o practicar medidas preventivas.
La influenza
Pero es importante que usted conozca la información relacionada a la influenza. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la influenza es:
Una infección vírica que afecta principalmente a la nariz, la garganta, los bronquios y, ocasionalmente, los pulmones. La infección dura generalmente una semana y se caracteriza por la aparición súbita de fiebre alta, dolores musculares, cefalea malestar general importante, tos seca, dolor de garganta y rinitis.
El virus se transmite con facilidad de una persona a otra a través de gotículas y pequeñas partículas expulsadas con la tos o los estornudos. La influenza suele propagarse rápidamente en forma de epidemias estacionales.
La mayoría de los afectados se recuperan en una o dos semanas sin necesidad de recibir tratamiento médico. Sin embargo, en niños pequeños, personas de edad y personas aquejadas de otras afecciones médicas graves, la infección puede conllevar graves complicaciones de la enfermedad subyacente, provocar neumonía o causar la muerte.
Puede verse afectado cualquier grupo de edad, aunque unos corren más riesgos que otros.
- Las personas con mayor riesgo de enfermedad grave o complicaciones son las embarazadas y los menores de 59 meses. También, aparecen en la lista los ancianos y los pacientes con enfermedades crónicas (cardiacas, pulmonares, renales, metabólicas, del desarrollo neurológico, hepáticas o hematológicas) o inmunodepresión (por VIH/sida, quimioterapia, corticoterapia o neoplasias malignas).
- Debido a su exposición a los pacientes, los profesionales sanitarios corren gran riesgo de infectarse por los virus de la gripe y de transmitirlos, sobre todo a personas vulnerables.
La gripe estacional tiene fácil propagación y se transmite rápidamente en entornos. Al toser o estornudar, las personas infectadas dispersan en el aire, a distancias de hasta 1 metro, gotículas infecciosas (con virus), infectando así a las personas cercanas que inspiran esas gotículas.
El virus también puede transmitirse por las manos contaminadas. Para prevenir la transmisión hay que lavarse las manos frecuentemente y cubrirse la boca y la nariz con un pañuelo al toser. En los países industrializados la mayoría de las muertes relacionadas con la gripe se producen en mayores de 65 años.
Cada año se registran en el mundo cerca de 1000 millones de casos, de los cuales entre 3 y 5 millones son graves, y entre 290,000 y 650,000 personas fallecen por causas respiratorias relacionadas con la gripe.
La OMS recomienda que la forma más eficaz de protegerse es vacunarse cada año, sobre todo las personas con mayor riesgo de sufrir complicaciones graves de la enfermedad y los trabajadores sanitarios.
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