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viernes, noviembre 22, 2024

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REDACCIÓN- Cada día se conoce más sobre el COVID-19 y sus posibles secuelas. Aquellas que pueda dejar este virus en las personas ya curadas, especialmente en las que han estado más graves.

Sobre todo, problemas pulmonares, pero también cardiológicos, neurológicos e incluso renales. Estas podrían ser algunas de las secuelas que podrían afectar después a los pacientes que han batallado y vencido, casi al borde de sus fuerzas, a este terrible COVID-19 que por fin, y poco a poco, va bajando su «curva».

El 80% de los pacientes infectados de COVID-19 no ingresan, por lo que en ellos será muy, muy poco probable que haya secuelas. Un 15% ingresa en una planta de hospitalización y un 5% requiere un ingreso en una unidad de críticos.

De modo que, aproximadamente, entre un 5% y un 10% son los pacientes potenciales que podrían padecer algún tipo de secuelas. Pero esto son sólo estimaciones. No tenemos aún datos, y es aún demasiado pronto», afirmó a unmedio internacional, Javier De Miguel Díez, jefe de sección en el Servicio de Neumología del Hospital General Universitario Gregorio Marañón.

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Daños en los pulmones

Lo que sí se empieza a conocer, aun tímidamente, son los problemas que pueden quedar después, sobre todo en el pulmón. Según explica este doctor, aunque todavía sin cuantificar, sí que están viendo que habrá algunos pacientes que pueden tener secuelas en este órgano, como fibrosis pulmonar. La mayor parte de los casos de neumonía bilateral (que es una manifestación de este virus) se resuelven, pero otros casos, sobre todo los que han estado más graves, que han tenido una peor evolución o han necesitado algún tipo de ventilación respiratoria, podrían tener después este problema.

«Aproximadamente a las 6-8 semanas del alta, lo ideal sería hacer una radiografía de tórax. Si el paciente está asintomático y la radiografía sale bien, perfecto. Pero si tiene síntomas o alteraciones en la radiografía, haríamos después un TAC de tórax para ver si hay secuelas. En algunos pacientes, habría que hacerles además alguna prueba de capacidad pulmonar. Hay ya algún estudio preliminar realizado en China que muestra que algunos pacientes pueden perder entre el 20% y el 30% de su capacidad pulmonar», expone De Miguel. Pero lo primero y más importante es identificar qué pacientes podrían ser susceptibles de ello.

Más allá del pulmón

Lo que ven los expertos cada día en los hospitales es que el COVID-19 es una enfermedad que «afecta predominantemente al pulmón, y que ocasiona unas lesiones pulmonares muy importantes en algunos pacientes», asegura por su parte Milagros Sancho, del servicio de Medicina Intensiva del mismo Hospital Gregorio Marañón. Pero que también afecta a otros órganos.

Por ejemplo, y cada vez hay más literatura sobre esto, el virus produce afectación dermatológica. Incluso también afectaciones en el sistema digestivo («muchas de las manifestaciones iniciales son cuadros diarréicos, aunque intuimos que eso, luego a corto y medio plazo no dejará secuelas»).

También se está viendo que este virus «tiene afectaciones cardíacas, neurológicas e incluso renales, aunque no se conoce aún bien cómo es el mecanismo que las produce». 

De hecho, Carlos Velayos, intensivista de InnovaHUCI, del Hospital Universitario de Fuenlabrada, ya mencionaba la semana pasada en Twitter estos problemas.

Según describía, cada vez veía a más pacientes críticos con COVID-19 con encefalopatías y delirium, que habían tenido alucinaciones o que no recordaban nada de su estancia en UCI. «No podemos valorar la repercusión que esta enfermedad, esta encefalopatía y este ingreso en UCI van a tener en las capacidades mentales de nuestros pacientes y como va a ser la recuperación cognitiva: memoria, cálculo, razonamiento abstracto, lenguaje, etc», reflexionaba Velayos.

El seguimiento 

El seguimiento de los pacientes ingresados por COVID-19 será imprescindible. De hecho, comenta De Miguel, «estamos planteando ahora mismo la creación de una consulta de seguimiento de pacientes que han estado ingresados».

A todos los pacientes, «bien a través de su médico de atención primaria o en la consulta de seguimiento del hospital, se les tiene que valorar para ver en qué situación están y si es necesario hacer algún estudio o prueba adicional luego. El seguimiento es clave«, apunta este experto haciendo hincapié que, en general, cuanto más grave se haya estado, más probabilidades existen de que queden secuelas.

Suele ser también lo habitual en otras patologías. Es decir, «un enfermo que ha pasado por una UCI en una situación orgánica mala, luego requiere después un seguimiento», añade Sancho. Sin embargo, «no se sabe qué va a pasar en seis meses con pacientes curados de COVID-19. La prudencia manda en estos momentos», sostiene la especialista.

La experiencia, no obstante es un grado. «Algunos de nuestros pacientes con COVID-19 llevan más de un mes ingresados, por lo que podemos intuir que las secuelas en ellos pueden o podrán ser importantes, mientras que los que ya se han podido ir a sus casas o les hemos extubado sin necesidad de pasar por una traqueotomía, tendrán probablemente menos secuelas, como habitualmente vemos en otras patologías. Habrá distintos patrones y habrá que esperar todavía. A corto-medio plazo se verá cuál es el pronóstico, aún es pronto«, concluye Sancho.

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