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viernes, noviembre 22, 2024

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Un comunicado de la Oposición Indignada trata de poner distancia en relación con los intentos de infiltración para desacreditar este movimiento político-social que, cada vez con más consistencia, afirma su reclamo contra la corrupción y la impunidad.

En esta ocasión se refiere a la agresión de unos individuos enmascarados, en la última “marcha de las antorchas” de Tegucigalpa contra policías militares, aprovechando la presencia del “facilitador” de la OEA, Biehl del Río, que, con énfasis pacifista, condenó el acontecimiento.

No hay duda de que ese acto violento, igual que, en ocasión anterior, la quema de la bandera de Estados Unidos frente a la embajada de este país, es parte del conjunto de artificios para desarticular el Movimiento de Indignación, muy a propósito de la contrainsurgencia en cualquier régimen militarista.

Hasta ahora, la aplicación de este mecanismo de contrainsurgencia se había mantenido estática, confiando en que el cansancio de la multitud haría por sí solo haría tal desarticulación, como ha sucedido con otros movimientos de protesta colectiva, sobre todo en países extremadamente sometidos a la  dominancia gubernamental.

La diferencia entre las manifestaciones protestatarias del pasado y las que actualmente se realizan en la mayoría de los países contra la corrupción, pero, más a fondo, contra el neoliberalismo antidemocrático y empobrecedor, es que corresponde a un cambio de mentalidad social, a la creación de un nuevo sujeto político-social, cuya composición abarca todos los niveles sociales y todas las ideologías políticas.

De cara a este fenómeno inédito –y en un mundo virtualmente en guerra permanente para sostener la globalización neoliberal—los procedimientos utilizados para desvirtuar y desorientar el reclamo multitudinario resultan ineficaces y hasta contraproducentes al propósito autoritario.

Eso no quiere decir, sin embargo, que la sociedad movilizada deba tomar a la ligera la subversión oficialista, o, mejor dicho, el terrorismo institucional, sino, más bien, que es indispensable agudizar el alerta y adecuar las emergencias para darle mayor efectividad a la “resistencia pacífica”, la cual, en este caso, requiere del orden, la disciplina y el ejerciciode la conducción plural.

En la medida que se fortalezca la demanda de democratización política y social, que es la médula del cambio político-social y de la transformación institucional, aparecerán en escena diversas modalidades de terrorismo institucionales, cada vez más ofensivos. Ya puede verse esa tendencia con la impostura de la supuesta formación de un movimiento de insurgencia a nivel centroamericano y del Caribe, cuyo pronunciamiento a la lucha armada resulta ser otra provocación absurda, aunque potencialmente peligrosa.

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