Aprender a prevenir futuras enfermedades es esencial, sobre todo, cuando se trata de casos que pueden afectarte seriamente, como el cáncer de estómago.
Entre los cánceres más frecuentes en la población masculina mayor de 20 años, el primer lugar lo tiene el cáncer de estómago, en el caso de la mujer, ocupa la tercera posición.
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Ataca a muy temprana edad, por esa misma razón, aprender a prevenirlo a tiempo es tan necesario. Por lo cual te daremos a conocer algunos hábitos que debes practicar.
Estos son:
- Toma más seguido aspirinas. Estas, junto con otros agentes antiinflamatorios no esteroideos, como el ibuprofeno o naproxeno, reduce el riesgo de cáncer de estómago. Sin embargo, no se debe consumir de forma excesiva.
- Evita una alimentación que contenga grandes cantidades de comida ahumada, pescado, carne salada y vegetales conservados en vinagre. Los nitritos y nitratos son sustancias que se encuentran comúnmente en estos y se relacionan al cáncer de estómago.
- Consume más frutas cítricas (naranjas, limones y toronjas). Pueden ser especialmente beneficiosas, aunque la toronja y el jugo de toronja pueden cambiar los efectos en el cuerpo de algunos medicamentos. Por lo tanto, es importante que hables con tu médico antes de agregar toronja a tu alimentación.
- Tomar té. Particularmente el té verde. Este posee unas sustancias naturales llamadas catequinas, que pueden bloquear el crecimiento de células cancerígenas.
- Combina suplementos antioxidantes (vitaminas A, C, y E y el mineral selenio). Pueden reducir el riesgo de cáncer de estómago en las personas con pobre nutrición.
- Evitar el tabaco: Ya que este puede aumentar el riesgo de padecer cáncer de estómago especialmente del área más cercana al esófago.
Recuerda que, si en algún momento tienes la sospecha de estar padeciendo de esta enfermedad, existen síntomas o signos que se asocian a la aparición del cáncer:
- Indigestión o una sensación ardiente
- Náuseas y vómitos
- Diarrea o estreñimiento
- Hinchazón del estómago después de comidas
- Pérdida de apetito
- Debilidad o fatiga
- Sangrados inhabituales
- Cambios en el ritmo intestinal o urinario
- Tos persistente o ronquera
- Pérdida de peso
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