Los investigadores finalmente están avanzando en la comprensión de cómo el coronavirus SARS-CoV-2 causa la pérdida del olfato. Y una multitud de tratamientos potenciales para abordar la afección se están sometiendo a ensayos clínicos, incluidos los esteroides y el plasma sanguíneo.
La alteración del olfato, que antes era un signo revelador del COVID-19, es cada vez menos frecuente a medida que el virus evoluciona.
“Nuestras bandejas de entrada ya no están tan inundadas como antes”, explicó en un artículo reciente que publicó la revista científica Nature, Valentina Parma, psicóloga del Centro de Sentidos Químicos Monell de Filadelfia (Pensilvania), que ayudó a responder a las preguntas desesperadas de los pacientes durante los dos primeros años de la pandemia.
Un estudio publicado el mes pasado que encuestó a 616.318 personas en los Estados Unidos, que habían tenido COVID-19, encontró que, en comparación con aquellos que habían sido infectados con el virus original, las personas que habían contraído la variante alfa, la primera variante de preocupación que surgió, tenían un 50 % de probabilidades de sufrir una interrupción quimiosensorial. Esta probabilidad cayó al 44 % para la última variante delta y al 17 % para la última variante, ómicron.
Pero las noticias no son del todo buenas: una parte significativa de las personas infectadas al principio de la pandemia aún experimentan efectos quimiosensoriales. Un estudio de 2021 siguió a 100 personas que habían tenido casos leves de COVID-19 y 100 personas que dieron negativo repetidamente.
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Problemas con el olfato
Más de un año después de sus infecciones, el 46 % de los que habían tenido COVID-19 todavía tenían problemas de olfato; por el contrario, solo el 10 % del grupo de control había desarrollado alguna pérdida de olfato, pero por otras razones. Además, el 7 % de los que habían sido infectados todavía tenían pérdida total del olfato, o “anosmia”, al final del año.
Dado que se han confirmado más de 500 millones de casos de COVID-19 en todo el mundo, es probable que decenas de millones de personas tengan problemas de olor persistentes. Para estas personas, la ayuda no puede llegar lo suficientemente pronto. Actividades simples como probar comida u oler flores ahora son “emocionalmente angustiosas”, según Parma.
Núcleos revueltos
Una imagen más clara de cómo el SARS-CoV-2 causa esta interrupción debería ayudar a crear mejores terapias para la afección. Al principio de la pandemia, un estudio mostró que el virus ataca las células de la nariz, llamadas células sustentaculares, que proporcionan nutrientes y apoyo a las neuronas sensibles al olor.
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