TEGUCIGALPA, HONDURAS. En su cuenta personal de Twitter, un médico hondureño expresó abiertamente el dolor que sintió cuando la salud de un paciente de COVID-19 que estaba tratando, se vino abajo, y en su desesperación solo pudo implorarle: «Doctor, por favor no me deje».
El médico Diego Sánchez se mostró frustrado y lamentó los estragos que causa el COVID-19 en algunos pacientes infectados con el virus que ataca a todo el mundo.
En el mensaje que compartió contó que uno de sus pacientes estaba mejorando y de pronto recayó. «No hay nada más frustrante», dijo al respecto.
«Te odio COVID-19», inició su mensaje en la red social. «No sé cómo explicar el dolor que se siente cuando tu paciente en cuanto te mira, te estira la mano para que se la agarre y dice: Doctor, por favor no me deje».
Te odio COVID-19 hijo de puta! No hay nada más frustrante q ver a una paciente mejorando y de un día para otro se descompensa y es necesario intubarla. No sé cómo explicar el dolor q se siente cuándo tu paciente en cuanto te mira te estira la mano para que se la agarre y y dice:
— Diego Sánchez (@dieginsa) August 28, 2020
El médico continuó diciendo que, como profesional de la salud, lo único que espera es que se salve. Lamentó que mientras muchos hondureños están luchando por sobrevivir, haya políticos aprovechándose de la situación.
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«Es duro. Yo sufro lo que sufren los pacientes porque estoy con ellos dándoles ánimos gran parte de mi día, sin importarme salir tarde con tal de ver que tus pacientes queden bien. Yo amo lo que hago y mi mayor interés es preservar la vida. Los verdaderos héroes son los pacientes«, apuntó en respuesta a un comentario.
«No me deje morir»
Un residente de Medicina Interna en el Hospital Escuela (HE) asumió una nueva jornada del compromiso que tomó, aún con los sacrificios que conlleva. Mas, no pensó que, entre trazos, recibiría un mensaje que serviría como la combustión más potente.
«Hoy (el paciente) me pidió un favor. Entre señas me lo hizo saber, mientras lloraba y respiraba con gran dificultad; le presté mi lápiz, mi tablero, y luego…» contó el médico en el prólogo del relato.
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