TEGUCIGALPA, HONDURAS. El personal médico y de enfermería pasó visita -como hace con habitualidad- dándoles palabras de aliento a los pacientes, diciéndoles a cada uno de ellos que lucharan, que hasta habían conseguido más medicamentos.
Pero la respuesta de uno de esos enfermos de COVID-19 en el Instituto Nacional Cardiopulmonar («Tórax») les sorprendió. Él -un joven- avizoraba algo distinto, sombrío, para sí.
«Sé que voy a morir, pero estoy preparado», dijo a la doctora Suyapa Sosa, jefa de Neumología, quien compartió la breve historia (ocurrida ayer, viernes) a Noticieros Hoy Mismo.
«Fue muy doloroso para nosotros oírlo asegurar que estaba listo para morir, diciendo que él ya se había entregado al Señor», relató la galena, revelando a su vez que la premonición del paciente se cumplió, falleciendo menos de 10 minutos después.
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Repentino decaimiento
Sosa contó que el paciente ya había logrado salir de la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI). Sin embargo, sufrió una «brusca y súbita» complicación; el viernes mejoró, pero ayer, antes de las 8:00 ya no tenía pulso.
La doctora calificó como dolorosa la pérdida y, aclaró, que no solo porque sea una persona joven. Acotó que también hay muchas personas mayores por las que los médicos tienen mucha afección.
«Esto lo afecta a uno aunque no lo conozca (al paciente). Uno se encariña con todos los pacientes y el personal de enfermería también», declaró Sosa.
Además, lamentó que cada nuevo ingresado no sabe si saldrá vivo o no de las salas de hospitalización. Por lo tanto, destacó que, al momento de salir, ellos les aplauden y no contienen las lágrimas al saber que vencieron la muerte.
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