Las buenas obras que se construyan como solución de necesidades básicas y prioritarias de nuestro país siempre serán bienvenidas para el pueblo hondureño porque además de prestar un buen servicio a la comunidad, ayudarán también grandemente en la consolidación de nuestra estructura social que hoy se encuentra muy dispersa, distante y fracturada por la carencia del afecto mutuo y de una sana y humana convivencia de hermandad que debe existir en el pueblo hondureño. La humanidad entera urge de una muy fuerte consolidación fraternal.
Esperamos que algún día no muy lejano podamos llegar a un punto de armonía y verdadera convivencia social y humanitaria y será entonces cuando podremos pensarlo y decirlo abiertamente que nos ha llegado la oportunidad a todos los que somos, padres y abuelos de heredar a nuestros hijos y nietos, un país de paz, tranquilidad y prosperidad, como lo soñaron nuestros próceres y héroes nacionales: Francisco Morazán, José Trinidad Cabañas, Dionisio de Herrera y José Cecilio del Valle, así como también nuestros ancestros. Desde mi propia percepción este es el más valioso y acariciado anhelo de la gran mayoría de todos los buenos y selectos ciudadanos hondureños.
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Sabemos de sobra que esto conlleva una dura y tenaz lucha, pero nosotros tenemos algo grande y ponderable a nuestro favor, que jamás hemos dejado de creer en la futura reivindicación de nuestro pueblo, gozando a plenitud de todos y cada uno de sus derechos y libertades ciudadanas. Quiero y pido a todos que reflexionemos y sepamos que todavía tenemos espacio para arrepentirnos y rectificar nuestros graves y aberrantes errores bajo la más firme convicción que pasaremos por una profunda y verdadera profilaxis social de nuestro comportamiento, misma que será regida y avalada por firmes principios de honestidad y honradez con la absoluta seguridad que solo así logremos hacer de Honduras un país grande y poderoso en lo ético, moral y económico.
Los jóvenes aún tienen la posibilidad abierta de ver realizado este sueño de tranquilidad y paz; que no es algo imposible de lograr, pero sí se requiere dejar de lado las ambiciones políticas y económicas desmedidas y pensar más en el bien de todos y de nuestra patria. Borremos con esto nuestro obscuro y tenebroso pasado, terminando de una vez y para siempre con la nefasta y desmedida corrupción y robo que tienen secuestrada nuestra débil economía nacional y nuestra tranquilidad personal, social y colectiva. Pido a todos nuestros conciudadanos que mantengamos ardiente, fuerte y vigorosa nuestra fe y confianza en la juventud, que es fuente de gran inspiración y de ideas concretas, renovadoras y vanguardistas, que es luz viviente para todos nosotros y que su amplio conocimiento, sabiduría y gran sapiencia cambiaran sin ninguna duda el equivocado camino que ha tomado actualmente nuestra historia republicana como una nación libre, democrática e independiente.
Esta total historia de nuestra nación en el presente se puede describir lacónicamente en dos palabras trágicas: corrupción y miseria. Siendo esta la razón más poderosa y dominante para que apelemos a la buena voluntad de todos y cada uno de nuestros futuros gobernantes de cualquier partido que sean, para que se comporten como verdaderos caballeros y valerosos ciudadanos, baluartes de la honestidad y además grandes y sinceros amigos de su pueblo y con este binomio fuerte y consolidado, podamos sacar la cara por nuestro país y por todos los que nos consideremos sus verdaderos hijos, de esta patria que es muy nuestra.
Por favor damas y caballeros, cambiemos ya el rostro y la imagen de la patria con trabajo y honradez y solo así apartaremos de nosotros ese calificativo despectivo de pobres y corruptos. Hagamos una revolución educativa en todos los niveles: primaria, secundaria y universidad con transformaciones de fondo, dignas y adecuadas. Construyamos escuelas y universidades públicas con tecnología de punta y bien acondicionados con todos los nuevos principios, técnicos y pedagógicos modernos. Ya dejemos atrás ese mal hábito de parcheros y remendones, que así nunca más vamos a poder salirnos de ese gran hoyo económico en que nos tienen metidos los políticos, ladrones y corruptos del país, con honrosas excepciones. Hagamos patria, a Honduras no le regalemos más allá de nuestros deberes ciudadanos como son los impuestos, pero no le robemos al pueblo esos fondos vitales de la educación y salud. En lo referente a la salud, es necesario construir más hospitales y centros de salud contratando buenos médicos y enfermeras honradas y capaces. Hagamos cambiar a la Honduras infernal en un país renaciente de paz y felicidad. Pero con justicia social y leyes, que bien aplicadas pero implacables y severas terminen con la impunidad y el crimen tan asfixiantes que nos está ahogando a todos los hondureños.
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