INICIOS DE LA INGENIERÍA CIVIL EN HONDURAS
En este interesante tema podemos decir que, en tiempos pasados, pero no tan remotos, de nuestra profesión en el país la mayoría de las personas nos conceptualizaban o como dijeran otros nos describían o nos pintaban como profesionales con poca instrucción general, pero con grandes conocimientos en las ciencias exactas, materias sumamente áridas y muy difíciles que la mayoría de las personas, incluso a los que abrazamos la carrera de la ingeniería civil, tampoco nos gustaban mucho.
La idea casi generalizada de las personas era que los ingenieros civiles no sabíamos nada más que matemática y que nuestra capacidad profesional, intelectual y formativa se circunscribía a estos limitados conceptos.
El ingeniero civil era considerado como un hombre rústico y con muchas aristas de incultura, de rostro agresivo, desafiante y mal encachado como el de Gabino Barrera, el famoso matón de la conocida canción mexicana.
Los ingenieros civiles vestíamos a estilo campesino, con camisa y pantalón de kaki o azulón, zapatos burros o botas vaqueras, sombrero de palma y anteojos de sol de los más baratos que los vendían en Comayagüela en el mercado Mama Chepa y en el mercado Los Dolores de Tegucigalpa.
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Teníamos también mucho cuidado de no andar muy limpios y olorosos a Pachuli porque nos podían juzgar muy mal. El Pachuli era el mejor perfume que se usaba en esa época porque se hacía sentir su olor a más de una cuadra de distancia.
Los catedráticos nuestros iban desde muy buenos a muy malos. Estos últimos eran demasiados celosos de que la mayoría de alumnos de su clase pasaran el curso por precaución de que al graduarse les quitaran la chamba a ellos. Los catedráticos malos eran grandes “cometas” (faltistas).
Porque casi no llegaban a dar su clase y de todas formas cuando llegaban solo era para decirnos estudien de la página “X” a la página “Y” del libro de texto y pasado mañana será el examen mensual. Otros de los malos catedráticos eran jayanes, malcriados e inclusive algunos de ellos alcohólicos. Había un catedrático que casi no llegaba a dar su clase y cuando lo hacía, estaba borracho o de goma. Llevaba su pachita de guaro en la bolsa del pantalón y a media clase se iba atrás de la puerta del aula a tomarse su trago para la goma. Había otro ingeniero catedrático de los demasiado estrictos, que le tocó examinar en la tesis de graduación a uno que fue su alumno y cuando el examen terminó y le entregaron el título al alumno, este le dio una palmadita en la espalda al que fue su profesor y examinador y le dijo: “Ahora si ingeniero, espero que me deje de molestar… Porque estamos de torre a torre”. Seguidamente se escuchó al unísono una fuerte carcajada y un fuerte aplauso del público asistente.
La carrera de ingeniería civil estuvo vedada muchos años para el sexo femenino, por cuestiones de puro machismo, pero lógicamente la ley no lo prohibía y después de muchos años hubo una mujer que para todos nosotros fue una heroína porque venciendo todos los prejuicios se matriculó, estudió y se graduó como ingeniera civil con altas calificaciones y honores especiales. Hablamos de la ingeniera Irma Acosta de Fortín (QDDG) que fue por muchos años el símbolo de la ingeniería civil en Honduras, porque ella fue la primera ingeniera civil graduada en Honduras. Irma Acosta de Fortín fue también una política prominente del Partido Nacional que se desempeñó en cargos relevantes de la administración pública y en la docencia universitaria de Honduras. Los que tuvimos el honor de ser sus alumnos siempre hablamos de su reverente memoria con el mas vivificante recuerdo y gratitud por sus varios consejos y enseñanzas. Descanse en paz una de las más grandes glorias de Honduras.
LA INGENIERÍA CIVIL Y SU INFLUENCIA EN EL DESARROLLO DEL PAÍS
Comenzaré este comentario manifestando que en mi concepto, todos los profesionales de todas las disciplinas de la ciencia, el arte y la tecnología no solo en Honduras, sino en todo el mundo, tienen una función, técnica, científica, artística y patriótica que ofrecer a su país, porque como hemos oído repetir tantas veces por doquier que la patria no debe ser pedestal de ninguno de sus hijos y como dijo el gran estadista norteamericano John F. Kennedy: “No preguntes qué puede hacer tu patria por ti, si no que puedes hacer tú por tu patria”. Frente a esta categórica aseveración, no queda más alternativa que cumplir con este mandato imperativo y categórico de servir a la patria de forma irrestricta, incondicional y desinteresada. Ya ha pasado mucho tiempo y la patria sigue en riguroso duelo como todos los familiares que han perdido sus seres queridos a causa del COVID-19, lo que nos tiene viviendo en aciagos días, meses y quizás años de agonía psicológica; pero Dios se encargará de que nos quede calor, coraje y fe a los que somos abuelos y padres para reanimar a toda nuestra familia. No podemos desconocer la verdad que estamos viviendo una tragedia colectiva mundial muy fuerte e ingrata y que aún desconocemos hasta dónde nos llevará el duelo de la patria en que hasta hoy seguimos viendo grandes nubarrones en su horizonte. Pero sí sabemos que Dios es muy grande, infinito, poderoso y misericordioso y que se hará presente en Espíritu para protegernos en cualquier transe de nuestra vida. Oremos con fe y confianza que El Señor cumplirá su sagrada misión de proteger a todos sus hijos.
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Retomando nuevamente el final de nuestra agenda que se refiere a la ingeniería civil y su influencia en el desarrollo de nuestro país. Es muy poco significativo lo que podemos decir porque Honduras en su última década del presente siglo, no ha tenido adelantos significativos de mencionar. Por el contrario, vemos un país totalmente empobrecido y atrasado en todos los aspectos. Entonces partiendo de esta incontrovertible premisa, la función de los ingenieros civiles se encuentra inmersa en un mar de corrupción e irrealidades. La pérdida de nuestros valores morales y ciudadanos es muy evidente con muy contadas y honrosas excepciones. La mayoría de la ciudadanía hondureña ha sido completamente salpicada de ese terrible y degenerativo mal que tiene totalmente paralizada nuestra endeble economía nacional.
Yo no conozco ningún caso en ningún país, que haya perdido su amor patrio, su honra y su dignidad y luego regrese a la normalidad.
Nosotros hemos perdido todas las posibilidades de crear fuentes de trabajo que permitan inyectar un poco de oxígeno a nuestra economía. Miro como caso imposible porque somos un país que ha caído para siempre en una gran crisis económica y de valores morales y cívicos en que ya nada le importa a alguien. Ni siquiera a los demás compatriotas. Nadie quiere luchar por el rescate de la patria. Bueno pues, moriremos huérfanos de patria.
En cuanto al Colegio de Ingenieros Civiles está cumpliendo a cabalidad lo que muchos colegas así piensan, que la única y sagrada misión del CICH es cobrar religiosamente las cuotas del colegio a todos sus afiliados.
Estamos en el mero vórtice de una pérdida de todos los valores humanos, sin que ninguna mano tenga la buena intención de rescatarnos.
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El mal cancerígeno de la corrupción que ya se hizo presente en casi toda la sociedad hondureña le siguen creciendo sus tentáculos. Somos ya lamentablemente un país de delincuentes y corruptos. Y digo esto porque es el rumbo que está tomando con muy raras y honrosas excepciones la comunidad hondureña.
Yo pienso que estos males degenerativos han salpicado fuertemente a todas las empresas tanto privadas como estatales. Estas primeras fueron para todo el país por muchos años baluartes de la honradez y la honestidad, pero nunca se tomó desde su inicio la fecunda idea de sacar las manzanas podridas que nos arruinarían todas las demás. Estos para mayor desgracia son males progresivos sobre todo en países donde ya tienen su asiento la impunidad y la ilegalidad. Países que yo suelo llamarles sin Dios ni ley.
A las directivas presentes y futuras del colegio les pido que no lo dejen morir por la inercia tanto de los directivos como del tribunal de honor, a quienes quiero recordarles que tanto las leyes de la República, como las del tribunal de honor fueron hechas para que se cumplan. De lo contrario la historia los castigará a todos los que debieron cumplir con todos los mandatos legales y no lo hicieron.