El presidente salvadoreño, Nayib Bukele, ha introducido -a la fuerza- al pueblo vecino en el mundo del mercado especulativo y, además, en uno en el cual el objeto de la transacción es una divisa que sube como la espuma, pero que también baja de la misma forma.
Es una aventura que algo tan volátil como una criptomoneda sea ahora una divisa de curso legal. Y que sea el único país en el mundo que lo haya hecho.
Realmente el bitcoin es un bien transable en el mercado especulativo, principalmente, y puede crear nuevos ricos y también nuevos pordioseros.
Depende de esas mentes curiosas, tecnológicas y perseverantes -generalmente muy jóvenes- que se encarguen de explorar y descubrir cómo funciona el mercado digital en el que se mueve esa moneda y puedan sacarle muchísimo provecho.
Pero, por lo demás, el bitcoin es una aventura peligrosa.
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Se cae a pedazos mi cerebro tratando de entender cómo una moneda que depende de la oferta y demanda en el mercado sin regulación de la internet, puede ser medio de pago en el país.
Para los que leemos un poco, y desde algún tiempo, sabemos que un pequeño escándalo, uno sin mucha importancia, puede causar una debacle y el bitcoin pasar a valer nada.
Así mismo, se derrite mi cerebro tratando de encontrarle una razón en la que se fundamente que una moneda creada por el crimen organizado internacional, pueda ser con la que los salvadoreños paguen por los bienes y servicios que adquieran.
¿Qué hay detrás de esta inconsulta imposición del gobierno central salvadoreño?
No lo sabemos, pero no existiendo una economía que respalde dicha moneda, que no tiene asidero en la realidad productiva, solo en la especulación, chantaje y noticias falsas, es para preocuparse. Es un barco a la deriva.
No teniendo un banco central que limite su existencia ni regule su intercambio, la moneda puede rebotar entre máximos y mínimos destrozando el valor adquisitivo de las personas.
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Igualmente, sin existir una institución centralizada que investigue el origen lícito o ilícito de la criptodivisas, sucederá que, activos provenientes de delitos como malversación, peculado, desfalco, soborno, licitaciones amañadas en las que se piden cuantiosas sumas en concepto de mordidas, o se sobrevaloran los productos o servicios adquiridos por el Estado, encuentren en este universo virtual un paraíso para el lavado de dinero.
Esto es lo que más ha despertado sospechas en los críticos del gobierno: ¿será que por allí querrá drenar el dinero que robe de las arcas públicas?
Toda esa incertidumbre, ya de por sí escalofriante, se convierte en una historia de terror cuando esa aventura desgraciada en la que han embarcado a los vecinos, se hace con dinero del pueblo, sin su voluntad, sin haberlos consultado antes, abusando del sistema republicano de forma despreciable por sus diputados (los del partido del presidente que son mayoría simple), pero sin ninguna experiencia, en política, economía, finanzas públicas, etc. Decidieron por todos sobre el dinero de todos sin consultarles, sin que hubiera sido un tema de campaña incluso…como la reforma a la Constitución que también ha impulsado para reelegirse.
También preocupa que El Salvador se convierta en campo fértil para los hackers. ¿Cuánta gente humilde no caerá en la trampa y dará sus contraseñas? Terrorífico.
Y ahora resulta que la App que debe bajarse de internet para poder hacer uso de los bitcoin, ha sido denunciada por Play Store, ya que busca sacar de los celulares información personal de todo tipo.
Los que aplauden efusivamente las decisiones del señor presidente (tanto allá, en el país hermano, como acá por no pocos hondureños), o los que las critican, podrán decir cualquier cosa sobre el bitcoin, pero solo hay algo cierto: es una aventura que no se sabe en qué va a terminar. Una aventura en la cual solo saldrán gananciosos los más astutos, inteligentes y hasta los más pícaros.
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