Por Carlos E. Alvarenga Arias. -He tenido el placer, el gusto, el privilegio de escribir para diario Tiempo. Por cuestiones personales mis últimas contribuciones han sido de forma intermitente, pero siempre estoy pendiente de colaborar con este diario valiente, directo, inteligente, tal y como lo soñó don Jaime.
Sobre todo, más cuando la injusticia de un sistema de administración de justicia manoseada por intereses económico y políticos, cometió el terrible linchamiento de destruir el legado de trabajo de décadas del ingeniero Rosenthal, de su familia, de los socios, así como lo de los ejecutivos y empleados.
A pesar de esto sigue en pie de lucha y me honro en poder seguir contribuyendo con mi granito de arena.
Por medio de este artículo quiero darle gracias no solo como hondureño por haber creado esta plataforma libre, sino por la oportunidad de escribir y opinar aquí, para tener un medio en el cual señalar aquellas cosas que no funcionan bien en nuestro imperfecto sistema.
Quiero honrar la memoria de alguien que no necesita mayores panegíricos, pues su vida misma, sus hechos, sus logros lo dicen todo: ingeniero, político, empresario, banquero, comunicador, innovador, es decir, aprovechó al máximo este paso por el mundo.
Como tantas familias que inmigraron de las cruentas guerras que se libraron en el siglo XIX y XX en Europa, y que han enriquecido al país en tantos sentidos, don Yankel Rosenthal vino de Rumanía a El Salvador, y luego a Honduras alrededor de 1929. Con sueños, ilusiones y proyectos, no había más que ponerse a trabajar con ahínco, determinación, sin distracción alguna. Del matrimonio con la señora Esthercita Oliva, nació don Jaime, quien no defraudó el esfuerzo de su padre y llegó a ser una de las personas más ricas y más influyentes en toda Centroamérica.
Don Jaime, como se le trata a la gente que merece respeto, también soñó con un periodismo independiente, leal a la verdad y libre y lo logró, pero el enemigo, de forma burda, intentó minar este esfuerzo, pero no lo ha logrado. Y la revancha se viene dentro de poco, utilizando los medios que la ley ofrece.
En su plataforma digital Tiempo sigue siendo la realidad de ese sueño señalando las arbitrariedades y el abuso del poder que otros medios no se atreven y están mandado a no revelar.
Don Jaime luchó por una Honduras desarrollada, sostenible, siguiendo los parámetros de la modernización que parece nunca terminar de posicionarse.
Lo que estuvo dentro de sus manos lo hizo posible.
Quiero mencionar que el periplo de los inmigrantes asiáticos y europeos no fue fácil, vinieron en total ruinas, pero dando muestras de determinación lograron hacer fortuna en menos de dos generaciones. El papá de don Jaime, el señor Yankel, el patriarca, fundó con otros paisanos varios negocios, y fue invirtiendo las ganancias, pero entendiendo que la educación era lo principal, envió a los EUA a don Jaime, quien vino como ingeniero del famoso MIT.
Lo que muchas familias no alcanzan ni en varias generaciones, la familia Rosenthal lo logró, y eso es encomiable, en menos de dos generaciones.
Error grande es de mentes pequeñas considerarlos extranjeros, ¡al contrario!, llegan a ser más hondureños que los nacidos en estas tierras y sus esfuerzos lo confirman, la crear fuentes de trabajo, pagar impuestos, desarrollar determinadas industrias y servicios.
Ese amor de don Jaime por su patria, la que lo vio nacer, lo llevó a fundar un periodismo incisivo que incluso en tiempos de la dictadura de Oswaldo López Arellano, personajes tan dañinos para la democracia, para el sistema republicano, pero que de forma extraña ponemos sus nombres a avenidas y escuelas, lo metió preso y le confiscó un medio de comunicación en los 60.
Pero no se dio por vencido, no se dejó derrotar y fundó diario Tiempo. Con ello cumplió su empeño de ofrecer a la nación un periodismo sin compromisos, sin maridajes con el poder.
Me honró en escribir acá y me comprometo a seguirlo haciendo, a no faltar al espíritu, a los objetivos supremos que buscó don Jaime y ser una lanza molesta contra la dictadura.