Acá en Honduras aún se siente el ambiente alegre del cambio de gobierno, de haber dejado 12 años de corrupción con el Partido Nacional y, a pesar de las grandes desilusiones y desagradables sorpresas que nos ha dado el nuevo partido reinante, LIBRE, aún se mantiene la esperanza que haya un verdadero cambio, aunque cada vez va ganando terreno lo que por el momento solo es una leve sensación de angustia.
Injusto sería no comentar las cosas buenas que han hecho en estos 100 días y voy a empezar por algo que pasó sin mucho eco, pero que tocó las fibras del corazón: haberle rendido tributo en la toma de posesión, a todos los ambientalistas que han sido asesinados por los empresarios (formales o ilegales) que están destruyendo los recursos naturales, la flora y la fauna del país. Sumamente merecido y necesario para recordarnos este tema tan importante: están acabando con nuestro ecosistema.
Unido a esto han dado nacimiento al Plan de Protección de la Biósfera del río Plátano, ubicado en el departamento lejano de Gracias a Dios, la cual hace la suerte de nuestra pequeña Amazonas.
Ya más en materia, van a traer a la CICIH, que investigará todos los actos de corrupción más relevantes. Ojalá no vaya a pasar como en El Salvador, que el dictador de turno mintió.
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También derogaron la fatídica Ley de Secretos, con la cual, desde el gobierno de Porfirio Lobo Sosa, habían puesto candado a documentos clasificados hasta por 25 años, cosa que hedía a corrupción. Le devolvieron al Ministerio Público las facultades de investigar casos de impacto, ya que se las habían pasado al Tribunal Superior de Cuentas, institución la cual siempre ha sido una concubina de los otros poderes.
Finalmente, en un acto de justicia, quitaron varios cobros que los bancos hacían a los cuentahabientes, injustificadamente, sin ninguna base administrativa, solo por ganar más dinero a nuestras costillas.
Hasta allí lo bueno. Han faltado a bajarse los sueldos, como lo habían prometido, a reducir el gasto, prohibir el cobro en dólares que traslada doblemente sobre nosotros inflación y depreciación de la moneda, haciendo más pequeña nuestra capacidad adquisitiva, más a los que están sujetos a un sueldo fijo. Y así, algunas cosas más que solo han quedado en promesas, sobre todo, un instrumento tan importante que está engavetado desde que los nacionalistas, que se marcharon del poder por la puerta de atrás, no quisieron aprobarla porque les daría un poder inusitado a los testigos protegidos: La Ley de Colaboración Eficaz, para casos de crimen organizado y corrupción.
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Ahora bien, hablemos de lo malo es que es lo que nos preocupa, porque eso es lo que hace daño.
Como lo habíamos vaticinado, doña Xiomara Castro no gobierna, sino su marido, el defenestrado José Manuel “Mel” Zelaya Rosales, y la estrella polar de éste que no es otra cosa que su deseo de venganza y revancha.
Él es el que se reúne con empresarios y ministros. Escasamente la presidenta se dirige al pueblo, ni siquiera en momentos en los que algún acontecimiento relevante hace meritoria su aparición al público.
Bueno, es tanto el descaro que «Mel» Zelaya, quien funge solo como asesor, levanta las mano en sesión de ministros para votar, como si tuviera esa facultad. Esperábamos que eso sucediera, pero no de forma tan descarada.
Estos 100 días han sido marcados por la improvisación, el desorden, el pleito constante incluso entre mismos miembros de LIBRE; paros de todo tipo, cierre de carreteras, despidos a mansalva, todo generado por las ansias de poder, el revanchismo, el odio recalcitrante. Y desconciertan las hordas de comandos violentos que llegan a oficinas públicas a agredir a propios y extraños.
No pareciera que estuvieron 12 años luchando por volver al poder, porque no se les ve por ningún lado cuáles son los planes económicos, financieros, de seguridad pública, de comercio exterior, bueno, ni siquiera en materia de tributos, que es lo primero a lo que los gobiernos nuevos le vuelan candela.
Lo más angustiante es su discurso cada vez más chavista, que ya sabemos adónde conduce, y el aumento desenfrenado de la delincuencia.
Y esto apenas empieza.
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