AFP.- Albert Fausel ha arado durante décadas el fondo de los ríos que surcan Placerville en busca de oro. Pero la tarea nunca fue tan fácil ni el botín mayor como este año, gracias a las torrenciales lluvias que han bañado al estado de California.
«Este año hay muchos lugares nuevos [para hallar oro]», dice Fausel a la AFP con el agua a las rodillas.
Vestido con traje de neopreno y un esnórquel, comienza a excavar con una pequeña pala en una grieta en el fondo de un río aledaño a esa ciudad del condado de El Dorado, a unos 70kms de Sacramento, en el norte de California (oeste).
No pasan ni diez minutos cuando surgen las inconfundibles partículas brillantes mezcladas con la arena arcillosa.
«La madre naturaleza ha hecho un gran trabajo con todas estas inundaciones (…) ha movido nuevos materiales», exalta Fausel, de 42 años.
En sus manos una bandeja plástica en la cual minúsculos puntos dorados encandilan con el reflejo del fuerte sol de mediodía.
«Es una pequeña cantidad de oro, pero está casi en la orilla», sostiene, por lo que estima que en el medio del río debe haber «piezas más grandes».
Fausel recoge su recompensa con una herramienta que asemeja una bomba de succión. «Este es un buen escondrijo», dice antes de sumergirse de nuevo para seguir excavando.
«Oro de inundación»
California atravesó un lluvioso invierno, alagado por una inusual docena de ríos atmosféricos – sistemas meteorológicos cargados de humedad provenientes del Pacífico-.
Las precipitaciones récord causaron estragos en varias ciudades, pero también alimentaron los afluentes del oeste de Estados Unidos, deshidratado por dos décadas de sequía.
En el norte de California, además, reavivaron la fiebre del oro que marcó la historia de la región, la cual en los siglos XIX y XX recibió a decenas de miles de mineros y migrantes en busca de fortuna en el legendario territorio denominado «Eldorado», o «El Dorado».
«Ahora estamos hablando de oro de inundación«, explica Barron Brandon, capataz del rancho Cosumnes, por cuyas tierras pasa este río homónimo.
«Cuando tienes una gran precipitación, vienen las grandes lluvias, lavan las orillas de los ríos y corren hacia abajo, de nuevo a la cuenca del río, y traen el oro. Y así se producen los depósitos en el río», agrega este geólogo de formación, quien se lanza con su bandeja en el verano (boreal).
«Pero el verdadero oro es estar aquí», asegura sonriente mientras observa el imponente paisaje de verdes y azules, donde el mayor ruido es el del caudal del agua.
«Aquí hay para todos»
Todo es oro al margen de la autopista El Dorado que atraviesa Placerville: Aseguradora Oro, Galería Nación de Artistas del Oro, y claro, Antiguos Joyeros de Oro. De hecho, es el condado El Dorado.
En la juguetería, cascos de minería y bandejillas acaparan la mitad de la vitrina.
Uno de los principales hoteles mantiene la estética de los primeros tiempos de la fiebre del oro.
En la tienda de herramientas Placerville, gerenciada por Fausel, hay una infinidad de bateas, herramientas y catálogos de minería.
También botellitas con oro personalizadas y «semillas doradas», souvenirs para quien visita «el corazón de la Nación del oro (Gold Country)».
La pequeña ciudad se apoya en el turismo, en su mayoría también salpicado por la «fiebre del oro».
Lea también: Honduras se declara “país libre de minería a cielo abierto”
Fausel no teme que una marea de foráneos invada la región.
«¡Vengan a California! Dénse la oportunidad de encontrar oro, aquí hay para todos», dice Fausel. «Pero sigan las regulaciones», aclara.
Mark Dayton, un cazador de tesoros profesional con millones de visualizaciones en su canal de YouTube, asegura que muchos de sus seguidores han querido lanzarse a la aventura «porque han escuchado sobre las lluvias y el oro que viene».
«Creo que se remonta a que a todos, de niños, nos fascina el tesoro del pirata (…) Las películas, las historias, todas apelan a la veta del tesoro», dice.
«La verdadera historia»
De hecho, una de las principales atracciones de Placerville es el museo, parque y mina Gold Bug, que recibe a decenas de grupos escolares.
«Los niños siempre están interesados en el oro», cuenta Pat Layne, un guía voluntario de 80 años que trabajó en la minería por décadas.
«California se construyó sobre el oro, por lo que es automático para ellos querer saber cómo fue (…) Intentamos enseñarles la verdadera historia, no la versión hollywoodense de la fiebre del oro», subraya.
«En los viejos tiempos había cientos de mineros aquí en este arroyo recogiendo oro», explica frente al afluente que bordea la ahora improductiva mina.
«Era muy rico aquí. El oro llegó a los arroyos drenado por la madre naturaleza durante millones de año. Cuando tenemos una gran inundación como la que tuvimos este invierno, lo vemos.», dice Layne.
«Cuando el agua se mueve, el oro se mueve», sentencia.