María Iris es la directora de la Fundación Amor y Vida, una organización que da nuevas y mejores oportunidades a niños y jóvenes que fueron abandonados o quedaron huérfanos, y que además, son portadores del Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH).
Amor y Vida acoge a los infantes y muchachos que creían que por su condición no iban a salir adelante, que en algún momento de su existencia creyeron que no había vuelta atrás, que su destino era morir sin más.
Esta fundación es un proyecto de labor social que desde hace 28 años les da una salud integral, pero además les enseña a ser personas útiles y serviciales para la sociedad, transformando para bien la comunidad que los rodea.
Por ejemplo, cuando en noviembre de 2020 por la llegada de los huracanes Eta e Iota miles de familias del Valle de Sula perdieron sus casas y absolutamente todo lo que tenían dentro, los niños de Amor y Vida fabricaron mesas de comedor, guardarropas y escritorios con sus propias manos para donarlos a los damnificados.
Usualmente esa es una actividad que hacen con la intención de recaudar fondos para la subsistencia de la fundación, pero hace poco más de 12 meses, los jóvenes de Amor y Vida vieron que había personas con muchísima más necesidad que ellos, y en lugar de quedarse de brazos cruzados, se pusieron manos a la obra… literalmente.
Abandonados y hasta excluidos
Por anteponer las necesidades de otros, por no darse por vencidos, por ser jóvenes y niños que contribuyen a la sociedad, los menores de Amor y Vida son CATRACHOS EJEMPLARES, al igual que María Iris, quien los ama como si fueran sus hijos, los educa y los motiva a ser mejores cada día.
«Me motivó a trabajar en esto la necesidad que he tenido desde niña por ayudar a los menos afortunados. Yo vengo de una familia en donde lo teníamos todo, sin embargo, desde muy pequeña me golpeaba muchísimo el dolor ajeno, la gente de escasos recursos y, sobre todo, me dolía la falta de oportunidades para mejorar que tenía esa gente», comentó Ríos.
«En mis años de estudio conocí a gente muy buena en diferentes áreas como matemáticas, pintura, dibujo y que pudieron llegar a ser personajes que representarían a su familia, a su pueblo, a su país y mejorar su forma de vida, sin embargo, por ser de escasos recursos, no podían hacerlo», agregó.
Así llegan…
Los niños de Amor y Vida, en su mayoría, vienen desde el Hospital Catarino Rivas o Leonardo Martínez Valenzuela, ya sea porque su madre falleció o los abandonó. Otros, en cambio, son referidos del DINAF. Algunos de los jóvenes e infantes que la fundación llegaron acompañados de un familiar, quien alegó que no podía o no quería hacerse cargo de él o ella.
«Los niños con VIH son excluidos. Por ejemplo, en las escuelas les negaban una matricula, hasta las empresas les niegan la oportunidad de un empleo. Aquí, la fundación, acabamos con eso. Los matriculamos en escuelas públicas, colegios privados e incluso hemos peleado por sus derechos cuando los han querido despedir de un trabajo por ser portadores del virus», dio a conocer la directora.
El taller de carpintería
Sobre los trabajos de carpintería antes mencionados, según contó Ríos, la idea del taller surgió hace cuatro años. El motivo principal fue porque a los jóvenes, aunque estén graduados, se les dificulta conseguir un trabajo por la discriminación de la que son objeto.
«(…) Entonces, como institución, estamos buscándoles cada vez más opciones que les permitan oportunidades de desarrollo una vez que están fuera de la fundación. Debemos proveerles todas las herramientas necesarias para que puedan insertarse a la sociedad como personas de bien y que contribuyan al desarrollo del país», explicó la directora de Amor y Vida.
Consultada sobre qué enseñanza ha sacado de su trabajo en la dirección de Amor y Vida, María Iris dijo que le ha ayudado a darse cuenta que servir a los demás es sinónimo de felicidad. «Mi pago es la sonrisa de un niño, un joven o un anciano. Estoy feliz porque eso significa que lo logré», contó.
«Cuando peleas por una causa justa, ahí esta Dios respaldándote, y luego ver la cara de estos jóvenes disfrutar de los derechos que les pertenece, verlos realizados, cumpliendo sus sueños, algo que parecía tan lejano por su situación de VIH positivo«, sostuvo.
Llamado a ser voluntario
Por último, María Iris aprovechó la oportunidad para animar a los hondureños a ser voluntarios en cualquier fundación, ya que, según manifiesta, es una experiencia sin igual servir a los más desfavorecidos.
«Sólo se necesita ponerse en los zapatos de los menos afortunados y darse cuenta que todos estamos expuestos a situaciones extremas, ya sea de enfermedad o de necesidad económica. Cuando decidamos ayudar o aportar, hagámoslo con la convicción de que a quien están sirviendo de forma directa es a Dios, la recompensa viene de Él», cerró.
Para contribuir con la Fundación Amor y Vida, puede adquirir los objetos de madera elaborados por niños, contactándose al +504 9943-4003.
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