San Pedro Sula.- Honduras se ha convertido en paso obligatorio para centenares de migrantes que desde Sudamérica emprenden un peligroso viaje hacia Estados Unidos en busca del ansiado «sueño americano»; y entre ellos destacan, sobre todo, los venezolanos.
Según el Comisionado Nacional de los Derechos Humanos (CONADEH), entre enero y octubre del presente año unos 124,865 migrantes irregulares han ingresado a territorio hondureño, y de ellos unos 44,315, que representan el 35%, son venezolanos.
Todos llegan a Honduras con la esperanza de llegar a Norteamérica y encontrar allá las oportunidades que Venezuela les ha negado.
Registros del CONADEH indican que, del total de migrantes irregulares procedentes de Venezuela, unos 31,309 (el 71%) ingresaron a territorio hondureño por Danlí; 10,288 de ellos (23%) lo hicieron por Trojes, ambos en el departamento de El Paraíso; y el resto por Choluteca y otros puntos fronterizos.
Desde esos puntos prosiguen su ruta, dispersándose por muchos pueblos y ciudades del país, y esa realidad es palpable, sobre todo, en las grandes urbes como Tegucigalpa y San Pedro Sula.
Sobrevivir en las calles
Justamente en la capital industrial, muchos de ellos, por la necesidad que tienen de alimento, de techo y de dinero para continuar su viaje, se ven forzados a pedir en las calles, o a vender golosinas en las intersecciones de los semáforos, apelando al buen corazón de los sampedranos.
Experiencias difíciles que, no obstante, no lo son tanto para algunos de ellos que en el camino han vivido verdaderos horrores.
«Aquí la gente es muy buena, de verdad, es impresionante. Nos dieron apoyo pastores evangélicos, nos llevaron a una iglesia, pero nos movimos, porque Migración andaba atrás de nosotros«, dice Yairitza, una mujer de 48 años que desde hace un mes y medio vende confites en los alrededores del Monumento a la Madre.
Para conocer en profundidad su situación, y la de muchos otros compatriotas suyos, un equipo de reporteros de Diario Tiempo se movilizó a distintos puntos de la ciudad.
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Alquilan un apartamento
Yairitza contó que, cuando llegó a Honduras, lo hizo «muy enferma»; tanto así que debió ser hospitalizada. Pero luego de varios exámenes logró recuperarse.
Llegó acompañada de un sobrino y tres compatriotas más, con quienes tiempo después comenzó a alquilar el apartamento en el que viven en barrio Medina, el cual costean con lo que recogen en las calles. Todos salieron de su país en busca de una vida mejor; no obstante, en el trayecto los obstáculos y experiencias que han vivido han marcado sus vidas para siempre.
El director del CONADEH, Ricardo López, declaró recientemente que el Estado hondureño debe velar por los derechos humanos de los migrantes que transitan por Honduras, porque en la medida que se ponen trabas y restricciones a su movilidad, provoca que estos usen rutas alternas que muchas veces son más peligrosas.
“El Estado debe garantizar que las rutas utilizadas sean seguras y que se brinde protección a las personas en movilidad humana”, recomendó.
Camino a la inversa
Pero mientras unos van hacia el norte, otros quieren regresar. «Quiero ahorrar para regresarme. Quiero irme a Ecuador. Yo ya he vivido en Ecuador y para allá quiero irme, porque en Venezuela no me queda nada, solo mi hijo», relata Yuridia, recordando a su vástago de 15 años que dejó en su país.
Dos de sus compañeros de apartamento, no obstante, consiguieron empleo en una tienda del centro de la ciudad, también con la idea de ahorrar dinero, pero para continuar su peligroso viaje rumbo al norte.
Unas calles más arriba, David, otro migrante venezolano, pide dinero a los conductores que se detienen en uno de los semáforos de la Fuente Luminosa. «Conseguimos para comer«, dice, mientras corre a recibir un billete de 5 lempiras de un conductor que lo llama desde el otro lado de la calle.
Al principio «estábamos desanimados y no salíamos del cuarto«, recuerda, pero ahora «poquito a poquito hacemos lo necesario» para continuar la ruta.
Asimismo, relató que junto a sus compañeros está esperando «el momento adecuado para seguir subiendo» y cruzar la frontera con Guatemala, al tiempo que pide amablemente que «no me graben ni me hagan fotos», porque «no se sabe quién se quiera aprovechar» de su situación.
Vieron morir personas
Otro de ellos, al que llamaremos «Juan», dijo a nuestros reporteros que una de las situaciones «más horribles que me tocó vivir» ocurrió cuando cruzó la frontera entre Colombia y Panamá.
Se trata del denominado «Tapón del Darién«, una zona selvática que durante décadas se consideró tan peligrosa que pocos se atrevían a cruzarla. Según las autoridades panameñas, entre 2010 y 2020, el promedio anual de cruces rondaba las 11,000 personas, sobre todo cubanos y haitianos.
El año pasado, sin embargo, más de 130,000 lo atravesaron caminando. Y en 2022 la cifra ha aumentado a más de 156,000 personas, la mayoría de ellos venezolanos.
«Es uno de los trayectos más difíciles, horrible. Una de las últimas noches los guías nos dijeron que íbamos a llegar a la desembocadura de dos ríos. Éramos 800 personas, casi todos venezolanos«, relató Juan.
Su rostro se pone serio, espera unos segundos y dice: «fue la peor noche de mi vida». Pues recuerda que el río se desbordó en la noche. «Escuchamos los gritos y salimos corriendo, ahí fue donde perdimos todo, el río se lo llevó todo«, recuerda.
Y con el amanecer llegó el espanto; pues asegura que «unas 100 personas murieron«, aunque se enteraron hasta que llegaron a una oficina de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en suelo panameño.
Él, al igual que otros, reconoce que «en Honduras nos han tratado muy bien», tanto así que incluso en algún momento «he considerado quedarme».
«Pero debemos seguir, nuestro destino es Estados Unidos, por eso salimos de nuestro país. Ahí (en Venezuela) ya no se puede». Y agrega: «veo que aquí ustedes son muy amables, se parecen a nosotros, que siempre tratamos de ayudar, no nos quejamos», dijo.
Honduras «no está preparada» para apoyarlos
Hugo Maldonado, presidente del Comité para la Defensa de los Derechos Humanos (CODEH), afirmó a Diario Tiempo que la situación de los migrantes venezolanos «es una crisis humanitaria».
«Nos da pesar ver cómo extranjeros toman nuestro país como tránsito. Se quedan solicitando una ayuda de un pueblo que vive la misma situación. Lamentablemente, Honduras no está preparada para darle apoyo a la comunidad migrante«, explicó.
Maldonado subraya el hecho de que, en el trayecto por Honduras, los migrantes se encuentran con diferentes obstáculos. «Pero siempre se encuentran con personas que les dan la mano», dice.
«Estado de mendicidad»
Diario Tiempo también contactó con Itsmania Platero, defensora de los derechos humanos y experta en migración. Indicó que los venezolanos en tránsito por Honduras «son un grupo fuerte, y están en segundo lugar de peticiones de asilo (en Estados Unidos), después de Honduras».
Platero, además, sostiene que muchos venezolanos viven en «estado de mendicidad» en Honduras, pues «subsisten con la venta de agua, y otros piden afuera de los centros comerciales».
«El Parque Central (de San Pedro Sula) está lleno, están viendo cómo conseguir dinero para salir del territorio nacional. Ya se ha dicho por parte de México y Estados Unidos que ellos no pueden ingresar, a menos que tengan la visa», explicó.
De acuerdo con datos de la ONU correspondientes a septiembre de 2022, unos 7,1 millones de venezolanos (casi un 20% del total de la población) viven actualmente como migrantes o refugiados en distintas partes del mundo.
