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viernes, noviembre 22, 2024

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REYNOSA, MÉXICO. Decidir abandonar su país de origen sin duda es un gran reto para los migrantes, sin embargo, el trayecto para llegar a su destino es el doble, muchos sufren en el camino, otros desisten y en el peor de los casos tienen un final fatal.

Cuando Gustavo fue expulsado a México por el puente fronterizo, sus dos hijos se quejaban de hambre. Llevaban horas sin comer tras querer llegar a EE.UU. El padre hondureño los sentó en las escaleras del puente y cruzó la calle para comprarles cualquier cosa en Reynosa, México, cuando de pronto un auto se le acercó mientras caminaba.

“Me montaron al carro. Los niños quedaron allí, esperándome, y yo ya no aparecí”. “Me habían secuestrado”, dijo Gustavo.

Días más tarde otro hondureño, Jorge Geovanni Díaz junto a su hijo de siete años fueron deportados. Tras la decepción, decidieron asentarse en un albergue el cual fue invadido por hombres armados. Junto a otras 200 personas padre e hijo fueron raptados por 44 días.

El hondureño Jorge Geovanni Díaz junto a su hijo de siete años fueron deportados
El hondureño Jorge Geovanni Díaz junto a su hijo de siete años fueron raptados. Se cree que llevan a cabo los secuestros para obtener ganancias monetarias de los familiares de los migrantes en EE.UU.

A Kimberlin, otra migrante hondureña, también la expulsaron. “Los carros se me acercaban y me decían ‘móntate aquí, móntate aquí, súbete al carro con nosotros. Yo, con miedo, no me monté”. Estaba aterrada, porque ya la habían secuestrado junto a su hijo y necesitó miles de dólares para lograr la libertad.

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Cuando migrantes como ellos llegan a estas ciudades mexicanas cercanas a la frontera, están en el punto de mira. Son el objetivo de un perverso negocio criminal que secuestra y tortura a migrantes durante semanas y extorsiona miles de dólares a sus familiares por teléfono a cambio de un rescate. Los capturados saben que, si no pagan, el saldo es absoluto: la muerte.

Noticias Telemundo Investiga entrevistó a más de 30 migrantes secuestrados entre 2019 y 2021 en México y Estados Unidos. Todos los entrevistados han presenciado mínimo el asesinato de un compañero o familiar; fueron torturados para presionar a sus familias a pagar los rescates; las mujeres son víctimas sexuales; los familiares son acechados por llamadas extorsionadoras.

El grupo proinmigrante Human Rights First tiene constancia de al menos 6,356 migrantes víctimas de secuestros, abusos o ataques a migrantes desde que Joe Biden llegó a la presidencia en enero de 2021.

Desde hace décadas los migrantes han sufrido por grupos antisociales que tienen como único objetivo la adquisición de dinero.

En las carreteras, a veces los vehículos se paran de repente. Hombres armados piden a los migrantes que viajan en las líneas regulares que se bajen. Les preguntan una contraseña, una palabra clave que demuestra que han pagado a las redes de coyotaje para viajar hasta la frontera.

Unos 6,356 migrantes han sido víctimas de secuestros, abusos o ataques desde enero 2021.
Unos 6,356 migrantes han sido víctimas de secuestros, abusos o ataques desde enero 2021.

“Si viajas de Monterrey, vas a ver cómo en una distancia de dos horas, al menos tres veces, van a bajar a estas personas del autobús y van a tener que dar su clave y, si no tienen clave, van a tener que pagar”, explica Nilda García, una investigadora sobre el crimen organizado. “Pero esa situación se puede torcer todavía más”, afirma.

“Nos pedían la dichosa clave”

Kimberlin, de 27 años, y su hijo de 12 circulaban por México por su cuenta, sin haber contratado a un coyote para llegar a EE.UU. cuando el autobús se detuvo.

“Nos preguntaron con quién veníamos, si teníamos clave”, recuerda. “Dijimos no, no, venimos solos, queremos llegar a la frontera’. Entonces de nuevo nos pedían la dichosa clave y con quién veníamos”.

Ella y su hijo acabaron secuestrados durante más de una semana y sus familiares tuvieron que pagar 9,000 dólares de rescate.

“Todas las personas están mirándote”

En las centrales de buses, con sus mochilas a cuestas y niños pequeños llorando, se orientan como pueden y compran boletos con destino a ciudades fronterizas. En los aeropuertos interiores, muestran sus pasaportes centroamericanos en los controles de migración.

Los migrantes sufren de secuestros, violaciones y a veces hasta la muerte en su trayecto hacia EE.UU.
Los migrantes sufren de secuestros, violaciones y a veces hasta la muerte en su trayecto hacia EE.UU.

“Llegué a la central de autobuses de Nuevo Laredo, una central donde están todas las personas mirándote; la más peligrosa que he visitado”, dice Yorje Pérez, un migrante venezolano de 23 años. “Están esperando que tú hables, para escuchar tu acento y saber de dónde eres”.

A este venezolano también se le complicó el viaje al subirse a un taxi en la central de autobuses.

“El taxista llamó a un amigo del cartel”

Según su relato, al conductor le bastaron tres palabras para detectar que era venezolano. Le dijo que sabía que iba a buscar asilo a EE.UU. y que iba a avisar al cártel de la zona para que le secuestraran.

“Él lo que hizo fue ir imponiendo mi miedo, incluso llamó a un ‘amigo’ del cártel. Intimidaba. Me iba diciendo si yo quería ser uno más de eso de los que secuestraban, si quería ser uno de esos de los que no tenían seguridad de salir con vida”, recuerda.

“Los cárteles se han metido en los albergues”

El pastor Lorenzo Ortiz, no se siente ajeno al asedio del crimen organizado. “Siempre pasan los cárteles por la orilla del albergue, tomando fotos, mirando quién está. Se han llevado a personas muy cerca del albergue, a una cuadra. Y hemos tenido casos donde los cárteles se han metido en albergues y han revisado lo que hay ahí dentro”, explica.

En sus oficinas, este pastor evita dejar por escrito material sensible sobre los migrantes: nombres completos, nacionalidades o números de teléfono en EE.UU.

“Teníamos mucha gente viniendo a ayudarnos, pero pararon de venir por la inseguridad”, dice la pastora Mari Luz Madrigal sobre las amenazas del crimen organizado.

“Bajó un hombre de la camioneta y los jaló”

Cientos de tiendas de campaña se concentran en esta plaza a tan sólo metros del puente fronterizo. Encalladas en Reynosa, las familias migrantes viven entre carpas de plástico. Comen caliente cuando el gas funciona o cuando los voluntarios reparten alimentos a largas filas de familias. Y caminan por la plaza con mochilas del Ejército que donó algún estadounidense.

Durante el día, los migrantes se avisan entre ellos cuando tienen que salir a hacer algo en alguna tienda cercana. De noche, organizan rondas de hombres y mujeres, que se quedan en vela hasta el amanecer controlando las diferentes entradas del campamento. De cualquier movimiento inusual o automóviles sospechosos.

Berta, una de las voluntarias, dice que esas guardias son la única opción.

Meses atrás, durante una lluvia un compañero hondureño y su hijo desaparecieron. “Un señor dijo que, cuando salió del baño, había una camioneta parada, se bajó un hombre, los jaló, los metió y se los llevó”, recuerda ahora mientras se le van formando un par de lágrimas en la comisura de los ojos.

Fuente: Telemundo.

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