REDACCIÓN.- El nuevo iPhone 13, que salió a la venta el pasado viernes a un precio de 799 dólares (19, 335 lempiras), es un teléfono construido sobre la base del exitoso 12, con pocos cambios en el diseño y mejoras en el rendimiento de partes concretas como la cámara y la batería.
Pareciera que la lógica de Apple en la creación de su nuevo teléfono ha seguido la premisa de no tocar aquello que funciona -el 12 ha sido el móvil con mayores ventas de la empresa de los últimos años- y a primera vista los cambios son casi imperceptibles.
El diseño, por tanto, mantiene la pantalla de 6,1 pulgadas y los costados de aluminio completamente planos del modelo anterior. La única novedad en la parte frontal es una “muesca”; el espacio negro en el área superior de la pantalla en el que se encuentran el auricular y la cámara, significativamente más pequeña.
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Aumenta la percepción del espacio
Este detalle incrementa la percepción de espacio en la pantalla pese a que no se hayan modificado las dimensiones. Aprovechan ese margen ganado, por ejemplo, las fotografías y los videojuegos, además de dotar al teléfono de un aspecto más elegante.
A ello también contribuye la única otra novedad de diseño: la modificación de la posición de las dos lentes posteriores, que ahora están alineadas en diagonal.
En el interior del dispositivo, los cambios más significativos vienen en la cámara. Ahora es capaz de captar hasta un 47 % más de luz según Apple. Eso se traduce en imágenes más claras, menos borrosas y granuladas, incluso en situaciones de poca luminosidad.
Al tomar una fotografía en una habitación en penumbra, por ejemplo, la diferencia con respecto a la cámara del iPhone 12 es notoria a simple vista; la imagen con el nuevo teléfono queda mucho mejor definida.
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