TEGUCIGALPA, HONDURAS. Una ardua preparación de un mínimo de ocho años les acreditó para vestirse del color angélico en favor de salvarle la vida al prójimo.
Quizá en ese proceso ninguno advertía, ni en su más vago pensamiento, que se colocaría su bata, día a día, para mitigar una pandemia que sorprendió al mundo y que sacó ya una fatídica factura, valorada en más de 1.3 millones de muertes.
No extienda su mano como gesto de «un gusto de conocer» al invitado a La Entrevista de hoy. Mejor, con su dispositivo en mano, efectúe un gesto de reverencia a él y a cada doctor por su incansable labor en la emergencia sanitaria por COVID-19.
El doctor Gustavo Riedel es quien dirige al grupo de profesionales de la salud que visitan hasta el rincón más lejano de la capital, sin importar cuán riguroso sea el camino, para hacerle una visita a domicilio.
Pero, en honor a una de las cualidades del doctor, para un poquito más de formalidad, estableceremos que él es el jefe de las brigadas médicas contra COVID-19 en Tegucigalpa.
Aunque su agenda es apretada, no vaciló un solo segundo para aceptar una conversación exclusiva con el medio virtual más leído de Honduras, Diario TIEMPO Digital. Nos contó «de todo un poquito».
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Batalló desde el arranque
Comenzó «en grande» el calendario en 1985. Gustavo Riedel abrió sus ojos ante el país cinco estrellas el primer día del año; fue precisamente en Tegucigalpa, ciudad capital de Honduras.
El mundo lo recibió con juegos pirotécnicos; pero su vida, desde sus primeros años, no lo rodeó de una circunstancia digna de celebración con pólvora. Sus padres se separaron y no creció con ninguno de ellos.
Su guía en todo momento fue su abuela. «Ella siempre me dio un ejemplo de ser responsable, trabajador, de tener modales y de ser respetuoso», expresó el entrevistado.
Además, creció alrededor de sus hermanos, con quienes avanzó en unidad. Mamá y papá, aunque no en el mismísimo hogar, no los dejaron solos y en todo momento trataron de darles lo que estaba a su alcance.
Aunque reconoció que sufrió dificultades económicas, Riedel externó su satisfacción con sus primeros y más inocentes años. «No me hizo falta nada, lo tuve todo. Tuve el apoyo de mi abuela para estudiar, un lugar donde vivir, un lugar donde comer y descansar», comentó.
Atado por siempre a la medicina
Riedel se sinceró ante TIEMPO y dijo que no siempre fue el estudiante más aplicado. Sin embargo, siempre fue el niño perseverante que mantenía su esfuerzo para poder aprobar todas sus clases.
En el camino -y desde chiquito- ya se había decantado por la medicina. Fue su progenitor quien le dejó extasiado con la profesión y se quedó con la idea.
«Mi papá me decía que cuando estaba en la universidad quería ser médico y pues yo miraba a los doctores como personas exitosas, respetuosas y se me metió la idea a la cabeza de que quería ser médico«, recordó.
Empero, admitió que en aquel momento no tenía mucha noción de lo que conllevaba ser médico, pero se guió por cumplir el sueño de su papá. Lo que sí tenía claro es que quería una carrera donde poder servir a los demás.
Precursor de los cambios
Es así que Riedel se enroló en la Facultad de Ciencias Médicas (FCM) de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH). Allí le picó la ideología revolucionaria y entendió que debía promover cambios en su área.
Relató que junto a muchos amigos de la carrera realizaron varias luchas. Por ejemplo, consiguieron la creación de un logo para la facultad, un parqueo para los estudiantes, y que las instalaciones contaran con seguridad privada.
«Siento que realmente sí pasé por la FCM y no que ella pasó por mí. Entonces me siento contento de mi tiempo universitario, porque siento que hicimos mucho. Dejamos una pequeña huella en el camino; me siento orgulloso de quién fui allí», manifestó.
Riedel ama dar consultas y ayudar a los demás a curar sus enfermedades. No obstante, por designios de la vida, en este momento se dedica más a la parte de dirección y administración.
Un médico «multitareas»
Además de ser el mandamás de las brigadas médicas, Riedel es el director del programa Salud Solidaria. También es uno de los directores de la Secretaría de Desarrollo e Inclusión Social (SEDIS) y es el presidente de la Comisión de Salud del Partido Nacional (PN).
«Me siento bendecido profesionalmente. Tengo un gran equipo que me apoya en todo el trabajo que hacemos y creo que eso ha dado un resultado positivo; es una esperanza para la población, en el tema de salud, cuando llegan las brigadas médicas», declaró.
Autoridad en la adversidad
El liderazgo de Riedel se tornó especialmente importante en un tiempo de terror para Honduras. Un espacio al esparcimiento de la COVID-19 se le juntó primero el huracán Eta y luego Iota.
«En un principio sabíamos que la COVID-19 no descansa y ese ha sido nuestro lema: si la enfermedad no descansa, nosotros tampoco. Ahora estamos más comprometidos tras los huracanes, porque las personas están en riesgo de una masificación del virus en los albergues«, exteriorizó.
Apuntó que estar ahí para la población necesitada es devolverle, de algún modo, cierta parte al Estado dado que le permitió formarse en la máxima casa de estudios. «Me siento muy agradecido, muy honrado de poder servir en este momento», acotó.
El galeno aclaró que el esfuerzo de su gremio no se reduce a un tema logístico y físico, sino que también emocional, tomando en cuenta la gran cantidad de colegas que han perdido la batalla en primera línea. La valentía nunca faltó.
«Leíamos los informes en la noche de la cadena nacional y nos dábamos cuenta que teníamos que irnos a meter a un lugar que tenía más de 100 casos positivos y que era seguro que íbamos a encontrar personas con la enfermedad y sin embargo los médicos nunca dijeron que no«, expuso.
Y agregó: «Hubo momentos donde nos tocó llegar a colonias donde había mucha violencia o no eran lugares muy seguros y gracias a Dios pudimos llegar a la mayoría de los hogares, pese a que no toda la gente nos abrió la puerta».
¿Se enrola en los poderes estatales?
Pese a que ostenta varios cargos en el Gobierno, el entrevistado aseguró que siempre trata de mantener los pies sobre la tierra y más teniendo en cuenta que son posiciones sumamente pasajeras.
Mientras tanto, se le asocia frecuentemente con la política. Aseguró que suele recibir propuestas e interrogantes al respecto, pero considera que aún no se merece un cargo de elección popular.
«Siento que desde el lugar que estoy, con los cargos que tengo, puedo ayudar mucho a la gente, así que realmente no es como que no lo desee (entrar a política), sí lo anhelo. Quizás más adelante, pero me siento cómodo donde estoy», aseveró el doctor.
Por otro lado, el médico reconoció que, dada su afinidad por el partido de gobierno, las críticas llueven. No obstante, afirmó que él no le pone atención a la crítica, sino a los problemas.
Qué pasaría si…
Asimismo, el personaje se refirió a un escenario donde ya no tenga más sus plazas en el engranaje gubernamental. En tal sentido, dijo que eso podría ocurrir ya sea que el PN deje el poder o no.
«Lo que buscaría es tener un trabajo como médico; trataría de poner una clínica y emprender. Y pues, si no se puede como doctor, trabajar de algo más. Al final, tengo una familia que mantener. Tengo una hija por la que luchar, a quien darle el ejemplo y una esposa que confía en mí y no puedo defraudar», describió.
Incluso, externó que tiene el sueño de no depender de ningún patrón, sin importar el color del Gobierno; por lo que, su momento, buscará poner su propio negocio. De momento no tiene claro de qué rubro sería el mismo.
Dichoso
Riedel hizo hincapié -en al menos seis veces durante la entrevista- de que es una persona con suerte. Explicó que es así dado que, desde la jerarquía que tiene, está sirviendo bastante al pueblo hondureño y eso le satisface.
«Sé que hay gente que se esfuerza mucho más que yo y a veces no logra lo que quiere. Por lo menos he logrado lo que considero más importante que es tener una esposa e hija buenas y con salud», inició diciendo sobre su fortuna.
Y prosiguió: «Al final quizás suene algo trillado, pero lo material va y viene; los trabajos y los puestos igualmente, pero la familia siempre está ahí. Yo creo que he logrado encontrar eso es mi centro y mi norte. Es lo que me da fuerzas a mi para hacer lo que yo hago».
Qué le encanta y qué detesta
Probablemente usted ya se forjó la idea, pero cabe decir que Riedel se describe a sí mismo como una persona luchadora, perseverante y con muchas ganas de servir. Eso es lo que el ama en la vida.
En la contraparte, lo que a él le disgusta es salir a la calle y ver a niños sin oportunidades, trabajando o pidiendo limosna en las calles. Le pone descontento la injusticia social y la pobreza imperante en Honduras.
«No me gusta ver la tristeza de la gente, no me gusta ver las dificultades que pasan muchas personas; realmente me siento muy bendecido por tener un hogar, qué comer y una familia que me espera», reflexionó.
«A veces voy en el carro y le digo a quien va conmigo que por qué exponen a los niños, pero realmente que la situación que vive cada familia es diferente. Uno no puede juzgar, pero sí me da mucha tristeza», narró.
Gustavo Riedel en la «mirilla» más personal
Más allá de su quehacer profesional, Riedel dijo a TIEMPO que es un fanático de tocar la guitarra, aunque hace años que dejó ese arte. Le fascina el fútbol y lo juega al menos dos veces por semana.
Contó que, dadas sus múltiples ocupaciones, arma la potra a eso de las 10:00 de la noche. Sin embargo, comentó que tiene amigos con suficiente «rigio» que se apuntan para jugar a esa hora.
Y, si usted quiere tener una buena plática con él, sáquele el tema de las películas. Le encanta ver cintas de todo tipo y charlar al respecto. La música es otra pasión que sostiene.
Gustavo Riedel se abrió paso aún sin tener a sus padres cerca, emproblemado por la falta de «pisto» y otros obstáculos. Mas, no se dejó vencer y gracias a un trío de palabras, continúa hacia adelante: Dios, trabajo y suerte.
«Mi familia es mi motor. Hay que perseverar mucho; me he caído muchas veces, me equivoqué y me tocó levantarme. La vida no es fácil», concluyó.
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