Dos barcos balleneros y un buque-factoría zarparon este lunes desde el puerto de Shimonoseki. Allí fueron despedidos por los vecinos, autoridades locales y nacionales. Asimismo, se organizó una ceremonia para desear suerte a los pescadores.
Otros cinco pesqueros partieron desde Kushiro, en la isla septentrional de Hokkaido, para iniciar una campaña ballenera que durará un semestre. La Agencia Pesquera de Japón fijo una cuota máxima de 52 ballenas de la especie Minke, 150 de rorcual Bryde y 25 de rorcual común.
La caza de ballenas deparó críticas de parte de la comunidad internacional. Incluso una sentencia de la Corte de la Haya en contra de Japón.
Por su lado, los ciudadanos defiende esta actividad pesquera como parte de su tradición y por su importancia económica. Pese al escaso consumo que se da actualmente en el país de la carne de cetáceo.
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Límites
El Ejecutivo nipón decidió fijar límites de capturas con el objetivo de garantizar «el uso sostenible de recursos marinos» y conforme a «criterios científicos», dijeron altos funcionarios gubernamentales en una rueda de prensa.
El inicio de la casería llega después de que el país anunciara a finales del pasado diciembre que se retiraba de la CBI. De la que era miembro desde 1951, y hasta ahora había respetado el plazo acordado en 1982.
No obstante, Japón llevaba a cabo lo que llamaba «pesca con fines científicos» de ballenas en el océano Antártico. No obstante, esa práctica la declararon ilegal en 2014 por la Corte Internacional de la Haya por no ajustarse a dichos criterios y constituir una posible forma de pesca comercial encubierta.
El país asiático reanudó las capturas comerciales de grandes cetáceos después de tratar de levantar la moratoria fijada por la CBI para garantizar la sostenibilidad de las especies. Sin embargo, se encontraron con una oposición mayoritaria de los otros 88 países miembros, por lo que decidió abandonar el organismo internacional.