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jueves, noviembre 21, 2024

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CORTÉS, HONDURAS. Un joven hondureño murió arrollado por el tren conocido como «La Bestia» en México, y según dieron a conocer su familiares, él era originario de Omoa, zona norte del país.

El cuerpo del connacional, quien buscaba llegar a territorio estadounidense para mejorar su situación económica y ayudar a su familia en Honduras, quedó tendido boca arriba.

Autoridades de la Policía de México informaron que «La Bestia» cercenó por completo una parte del cuerpo del jovencito. Pese a que aún no se conoce su nombre, pobladores de Omoa afirman que a él le decían «El Chino» o «El Cobijas».

«La Bestia» es el tren al cual se suben los migrantes para avanzar por México hacia Estados Unidos. Algunos han sido mutilados, otros, muertos.

Todo ocurrió en el Barrio de Tlaxcala, muy cerca de la Casa del Migrante, cuando, aparentemente, el hondureño quiso abordar el tren, pero cayó sobre las vías y fue arrollado las ruedas, las cuales le pasaron encima y le ocasionaron una muerte casi inmediata.

Agentes de la Policía se desplazaron al lugar y esperaron a que la Fiscalía General del Estado hiciera el levantamiento del cadáver.

Migrante hondureño relata su cruda vivencia: «Vi al tren cortar gente»

Su hijo enfermó, su esposa no tenía trabajo y él tampoco, entonces, decidió irse ‘de mojado’ a Estados Unidos, una travesía que marcó su vida, que dejó recuerdos en su mente que serán imposibles de borrar, así le ocurrió a Wilmer, un joven migrante retornado hondureño.

Wilmer emigró con unos amigos, y ni él ni ellos llevaron dinero, sino unas cuantas ‘mudadas’ (ropa) y comían y bebían de lo que cada día lograban conseguir en las calles. Hubo trayectos que los hicieron a pie, otros «a jalón» y, por supuesto, también estuvieron a bordo del tren ‘La Bestia‘.

Pero, no era la primera vez que Wilmer quiso llegar a los Estados Unidos de forma irregular, sino que se trataba de su cuarto y último intento.

«Hace dos años que me fui por última vez. Ya con esa eran cuatro. Me fui con unos amigos, y nos fuimos caminando, pues no teníamos trabajo y no llevábamos dinero. Aguantamos hambre y sólo agua y mangos conseguíamos. A veces nos daban ‘jalón’ y también íbamos en el tren. Y eso es lo más triste, ver cuando el tren agarra gente y la corta en pedazos», recordó Wilmer.


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