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viernes, noviembre 22, 2024

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AFP. Greyssi es una joven hondureña de tan solo 23 años que decidió emprender la ruta migratoria hacia Estados Unidos en compañía de su pequeño hijo de 7 años, sin imaginarse lo tortuoso que sería el camino.

La hondureña y su pequeño hijo devoran una pieza de pollo en un albergue de Tlaxca, México. Es el primer bocado que ambos ingieren en tres días, puesto que ha tenido malestares por su estado de gestación inesperado que complica más su camino hacia Estados Unidos.

«Ayer me sentía mal, no quería comer, entonces pedí que me hicieran una prueba de embarazo», dijo Greyssi Venegas. La hondureña partió el 21 de marzo de San Pedro Sula con Eduardo, su pequeño hijo de siete años.

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Partieron desde Honduras a pie

La travesía de la hondureña comenzó a pie y continuó en autobús y tren hasta el estado de Tlaxcala, en el centro del país, colindante con la capital, donde los migrantes duermen un par de noches para recobrar fuerzas.

El albergue Sagrada Familia es el único en la zona, y está repleto por el creciente número de viajeros. Algunos deben pasar la noche al lado de las vías de «La Bestia», la línea de trenes de carga que se usa de manera clandestina para poder cruzar México.

Greyssi reunió 2 mil 500 lempiras (104 dólares) para intentar cruzar a Estados Unidos por segunda vez en tres años, pero el dinero se agotó en la frontera con México.

Ella y su hijo comenzaron la travesía caminando 30 kilómetros desde San Pedro Sula a Esquipulas, Guatemala. Posteriormente viajaron más de 12 horas en bus y camioneta, expuestos a todo peligro.

«¡Y entonces, a la guerra!», afirmó la joven embarazada de dos meses refiriéndose al desafío de cruzar una parte de México a pie y otra colgada de «La Bestia», que abordó en el estado de Veracruz, en el sur del país, rumbo a Tlaxcala.

Juntos hasta el final 

Miles de centroamericanos van en ruta hacia los Estados Unidos huyendo de la violencia y de la pobreza que impera en sus países. Greyssi recibió el golpe de gracia en noviembre del recién pasado 2020.

«Trabajaba en una finca cafetalera, pero los huracanes me dejaron sin empleo y sin casa», relató la mujer, con tos, y cuyas ojeras delatan el cansancio extremo.

El dueño del cultivo, radicado en Estados Unidos, prometió ayudarla si consigue asilo. No puede hacerlo antes porque podrían acusarlo de tráfico de personas. «Cómo cruce, es mi problema», señaló la joven.

Los menores que viajan solos y las mujeres con niños pequeños tienen más posibilidades que los admitan en EE.UU. desde la llegada del presidente Joe Biden a la Casa Blanca, que flexibilizó la política de «tolerancia cero» de su antecesor, Donald Trump.

Solo en marzo se duplicó hasta 19 mil el número de menores no acompañados que reciben asistencia mientras se contacta a parientes en Estados Unidos, destaca AFP.

Sin embrago, Greyssi descarta que su hijo, enfermo del corazón, cruce solo. «¡Por nada del mundo permitiría que nos separen! ¡Solo Dios podrá hacerlo!», aseguró la joven madre.

El pasado fin de semana, las autoridades mexicanas anunciaron el rescate de 19 menores y 117 adultos en manos de «polleros» (traficantes) en una casa de Tlaxcala.

Flujo incesante de migrantes

Es casi mediodía en el municipio de Apizaco, donde está el albergue Sagrada Familia, y unos 200 migrantes que llegaron la noche anterior retoman la travesía.

En tres meses han sido atendidas unas 3 mil personas, cifra «dramática» frente a las 6.500 recibidas durante todo 2020, señala su director, Sergio Luna. Al mismo tiempo que señaló que, «no vemos que disminuya a pesar de los controles».

En marzo se detuvieron a 172 mil indocumentados en Estados Unidos, un alza del 71 % en un mes y el nivel más alto en 15 años. Según cifras oficiales, el 60 % fue expulsado a México por protocolos del COVID-19.

Este país reforzó la vigilancia en su frontera con Guatemala para detener el flujo, pero la diáspora toma rutas alternativas a las tradicionales, según especialistas. De 31 mil 492 migrantes irregulares identificados en México entre el 1 de enero y el 21 de marzo, la mayoría eran hondureños.

Los migrantes que llegaban al refugio de Tlaxcala principalmente eran hombres jóvenes, pero recientemente comenzaron a arribar adultos mayores.

Drama de otros migrantes 

Hernán Cardona, ex policía hondureño de 58 años, cuenta entre lágrimas que inició este «calvario» el 15 de marzo por sus cinco hijos y una nieta. El catracho denunció que en el camino policías guatemaltecos le quitaron 9 mil lempiras (374 dólares) y tuvo que trabajar en Chiapas (México) cargando bultos.

«Luego nos aventamos ocho días y ocho noches a pie, hasta llegar a Salto de Agua durmiendo en el monte y sin comer», recordó don Hernán.

Pronto continuará este viacrucis, como Greyssi y su hijo, que el pasado domingo tomaron una van para cubrir parte de los casi 1 mil 90 km de carretera que les restan hasta la fronteriza Ciudad Juárez.


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