TEGUCIGALPA, HONDURAS. Durante la misa dominical correspondiente al quinto domingo del cuaresmario, el cardenal Óscar Andrés Rodríguez ofició la homilía.
Su discurso lo basó en el libro bíblico de Juan, capítulo 11 y los versículos 1-45. La historia que ahí se relata es la de Lázaro. Un gran amigo de Jesús que murió, pero que el mesías, ante la incredulidad de muchos, resucitó.
Ante la crisis pandémica que atraviesa el mundo por el brote sin igual de coronavirus, el líder eclesiástico hizo algunas comparaciones del fallecimiento de Lázaro y su posterior regreso a la vida con lo que ocurre actualmente con muchos cristianos.
No es que la gente hoy en día esté saliendo de tumbas y volviendo a vivir, pero, ¿qué lecciones se pueden tomar de ese milagro de Jesús, aplicadas a nuestra actualidad? El arzobispo lo explicó.
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«Todos podemos ser Lázaro»
En base con la consideración del cardenal, de una u otra forma, cada ser humano tiene en sus adentros porciones sin vida, es decir, estamos desvanecidos, como Lázaro.
«Existen muchas clases de muerte. ¿No hay en cada uno de nosotros zonas muertas? Están atrapadas en la falta de fe, en el miedo, angustia, tristeza depresiva, soledad, vacío afectivo», describió.
Seguido, aclaró que no son decesos físicos pero, siendo psicológicos, son igual de verdaderos.
¿Quién nos libra?
Entonces, considerando que todos tenemos la muerte con nosotros por así decirlo, ¿quién nos salvará? ¿quién nos guiará hacia una luz que nos saque de los vacíos?
«Jesús viene a librarnos de todas las muertes, él es la resurrección y la vida», dijo el cardenal, firmemente.
Luego, recordó que cuando Jesucristo llegó a la tumba de su amigo, encontró ante él una cavidad cubierta de loza. «La loza representa la irrevocabilidad de la muerte, todo lo que impide la vida, como una lápida sobre una tumba», consideró.
Asimismo ejemplificó que las situaciones personales y sociales que pesan sobre nosotros son como esa loza, que nos impide vivir plenamente. Una loza muy pesada que se desató recién sobre la humanidad y seguirá afectándonos es el nuevo coronavirus, a criterio del cardenal.
«En pocos instantes un virus invisible derrota los poderes de este mundo para que seamos humildes y volvamos a Dios», dijo.
La parte de «volver a Dios» la dijo argumentando que hay quienes han querido marginar a la deidad de la vida, cultura y ciencia. Incluso, lo han tratado como «un ornamento, un trasto inútil».
Volviendo a la historia, Jesús, según la narración bíblica, procedió a decir que se quitara la loza. Por tanto, la siguiente incógnita recae sobre cómo aboliremos esa enfermedad. El cardenal contempla que deberá haber mucha fe, porque los milagros de Dios no obran sobre la incredulidad.
«Los infectados no son apestados, son compatriotas»
Continuando con su sermón, Rodríguez fue enfático y directo con los feligreses. Les dejó claro que el hondureño que no cumpla las medidas de protección contra el coronavirus está «mandando a hondureños a la tumba», acción contraria a los designios divinos.
Después, enumeró las tres órdenes que describe el evangelio que dijo Jesús: Quiten la loza, sal fuera, y déjenlo andar.
¿Qué podemos interpretar de esas tres frases imperativas? «Encierran un mensaje profundo: romper los vínculos con la muerte, ofrecernos la vida y luego la libertad», detalló Rodríguez.
Además, remarcó que el «Sal fuera» es para todos, en búsqueda de optar por la vida. «Significa acatar las medidas para evitar que otros se contagien; los infectados no son gente apestada, son compatriotas», añadió.
Por el mismo lado, se refirió al mal olor que emanaba del cuerpo inerte de Lázaro tras días de defunción.
«Significa la degradación humana a la cual se puede llegar a través del pecado, los asesinatos y crímenes que no cesan en nuestro país», ilustró.
E hizo finalmente una petición a Dios: «Señor, quita esa luz. Ayúdanos a salir a una resurrección de la verdadera vida, al respeto de cada una y cada uno, a una vida que nadie tiene derecho a quitarle a nadie».