TEGUCIGALPA, HONDURAS.- Este día, en la homilía dominical presidida por el cardenal Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga, se habló sobre la misericordia que hay que tener con los pecadores.
Sobre este tema, el religioso aseguró que al Señor le gusta cuando las personas son amables con sus hijos pecadores, pero es todo lo contrario cuando la gente se comporta con una mala actitud.
Expresó que nadie debe juzgar a los demás, ya que en mundo no existe ningún alma que no haya cometido un pecado.
Aquel de ustedes que esté libre de pecado, que tire la primera piedra
Dijo que el juzgar no viene de alguien de corazón bueno, el criticar a alguien solo porque cometió un pecado no hará a una persona más santa.
“Tenemos que ponernos al nivel del que está caído, derrotado y deprimido”, señaló el cardenal Rodríguez en la homilía dominical.
Comentó que todas esas personas que pasan juzgando y criticando la vida y las acciones de su prójimo también son pecadores.
“La realidad es que aquellos que quieren acusar son también pecadores, también ellos son adúlteros, egoístas”, advirtió el líder católico.
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Todos somos pecadores
Afirmó que todas las personas de uno u otro modo son pecadoras, todos lo son y Jesús los sabe.
“Todos somos pecadores y estamos metidos en la misma fragilidad, que no podemos condenar a nadie”, precisó.
Manifestó que aunque el cometer un pecado es grave, Jesús siempre esta dispuesto a perdonar a sus hijos, si mira en ellos un arrepentimiento sincero.
“Es bueno escuchar esas palabras, ‘yo no te condeno’, y así sentirnos liberados de muchos sentimientos de culpa de indignidad en que a veces estamos sumergidos”, aportó.
Por otra parte, el cardenal le recomienda a las personas a que se pregunten ellas mismas, cómo es la postura que tienen ante las debilidades propias y las debilidades ajenas.
“Es increíble, en donde nosotros vemos pecados, Jesús descubre el sufrimiento, el grito de soledad”, subrayó.
El cardenal Rodríguez Maradiaga, confiesa que las las personas deben saber que solo Jesús, tiene la potestad para conocer sus pecados y que en sus ojos nunca habrá una mirada condenatoria.
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