En agosto de 2015, el australiano Edward John Herbert atacó a dos de sus hijas. Y amenazó a la madre de las menores con un cuchillo, unas acciones por las cuales le juzgan estos días.
El acusado roció con gasolina a una de las agredidas, que tenía siete años y padece autismo, mientras que prendió fuego a su heredera de tres años por ser «demasiado bella», según declaró ante el juez.
Una agente de Policía retirada «que se encontraba cerca de la vivienda» escuchó los gritos de las menores y, cuando presenció «la aterradora escena», desarmó al agresor y apagó las llamas que cubrían a la menor, que sufrió graves lesiones.
Hija bella
La fiscal Amanda Forrester denunció que Herbert era un consumidor habitual de marihuana. Y que, el día de los hechos, se encontraba bajo los efectos de esa sustancia y del alcohol, una circunstancia que ratificó su esposa. Quien confirmó que su marido había estado «enfadado todo el tiempo» y «duplicó el consumo de cannabis» la víspera del suceso.
No se puede entender a los psicópatas en términos de retroceso o de desarrollo antisocial.
Son simplemente individuos depravados moralmente que representan a los «monstruos» en nuestra sociedad. Son depredadores infrenables e imposibles de tratar en quienes la violencia es planeada.
Además, decidida y carente de emociones. Esta violencia continúa hasta que alcanza un tope alrededor de los 50 años, y luego disminuye.
Su falta de emociones refleja un estado de desprendimiento, de audacia. Y posiblemente disociado, revelando un sistema nervioso autonómico bajo y una carencia de ansiedad.
Es difícil decir qué es lo que los motiva – posiblemente el control. Y la dominación – dado que la historia de sus vidas no demostrará generalmente ningún lazo de muchos años con otros ni mucha rima en su razón (excepto el planeamiento de la violencia).