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jueves, noviembre 21, 2024

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CORTÉS. La cuarentena en Honduras afecta a todos de diferentes maneras, y aunque sea una medida necesaria para detener la propagación del Covid-19, algunas personas tienen más miedo a morir de hambre que por el virus.

Si cree que pasar encerrado en su casa es difícil porque los insumos se le agotan y/o debido a que no está trabajando no puede abastecerse, imagínese por un momento cuánto más lo es para quienes no tienen hogar.

Estas personas se despiertan cada día sabiendo que, a lo mejor, hoy tampoco habrá nada para comer, pues no tienen ni siquiera la oportunidad de un empleo informal. Su día a día básicamente consiste en hacer lo que sea para ingerir cantidades tan pequeñas que no sacian su hambre, que para usted serían tan solo un bocado, pero ni modo…

Pedir dinero o comida, recoger botellas de plástico y latas para vender o buscar entre los desperdicios de las personas y comerse sus sobras, es a lo que se dedican cientos de hondureños en la capital industrial tachados como «de la calle». La ciudadanía, ya sea directa o indirectamente, en su única esperanza para sobrevivir cada día.

Pero incluso ellos, un grupo tan desprecidado y olvidado por el resto de la socidad, son severamente afectados por el toque de queda, pues al no haber gente en San Pedro Sula, como ocurre durante estos días, no tienen a quién recurrir para que les tienda una mano. Y como los comercios están cerrados, aunque reúnan botellas para ir a vender, no hay nadie que los atienda en los lugares de reciclaje.

«CINCO DÍAS SIN COMER»

Es así como dos de estos hondureños antes descritos, agobiados, tristes y desesperados luego de cinco días sin ingerir alimento, como si de una reacción de instinto de supervivencia se tratara, no desaprovecharon la oportunidad de acercarse a un periodista que transmitía en vivo para un noticiero local a unos pocos metros de ellos en la tercera avenida de la ciudad.

«Necesitamos comer algo. Tenemos cinco días casi de no comer», fueron las palabras con voz solloza de un hombre. A su vez, él reveló que antes de la crisis por Covid-19, los feligreses de la iglesia católica les regalaban dinero o comida, pero ahora, «ni los hermanos de la iglesia han venido a darnos comida» (por el toque de queda), dijo.

Asimismo, destacó que la actividad a la que ellos se dedican para, siempre que pueden, no causar molestia al resto de la ciudadanía con sus peticiones, es recoger botellas de plástico,«pero ni botes hay ya. Todo está cerrado. No nos compran botes». No encuentran botellas porque no hay tránsito de personas que las tiran al suelo o depositan en un basurero.

Y por si fuera poco, señaló también que cuando no hay otra alternativa, buscan alimento entre la basura, «pero ahora ni en la basura hay«.

Entonces, ¿Cómo están haciendo para sobrevivir? el hombre, al ser consultado sobre qué es lo que está haciendo para comer, mostró que en sus manos tenía tan solo tres ‘yuyugas’, las cuales, al igual que otras frutas, se encontró en la calle por la zona donde está el mercado (ahora cerrado).

Instantes después, él rompió en llanto y trató de decir unas palabras más al micrófono, pero fue imposible hacerse entender, pues se le hizo un ‘nudo’ en la garganta.

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