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jueves, noviembre 21, 2024

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REDACCIÓN.- Rafael A.* recuerda las últimas tres veces que salió de casa como si fuera hoy. «Paseé al perro en la cuadra de mi condominio, fui a sacar copias de documentos en una tiendita y tuve que ir a un shopping», cuenta.

Estos episodios ocurrieron en marzo de 2020. Desde entonces, nunca ha salido del apartamento de 45 metros cuadrados que habita en la zona norte de Río de Janeiro, en Brasil.

Para Rafael, la necesidad de permanecer encerrado por la pandemia de covid-19 hizo que su propia casa se convirtiera en una prisión, de la que aún hoy no puede salir, por temor a contagiarse de coronavirus y desarrollar la enfermedad más grave.

«Extraño mucho sentir el sol, ir al supermercado, ir al centro comercial…», dice.

Como prueba viviente de este período, guarda varias botellas de alcohol que compraba para desinfectar alimentos u objetos, y una bolsa donde acumula la mayoría de los cabellos que comenzaron a caerse de su cabeza con mucha frecuencia durante este período.

Cuando se puso en contacto con BBC News Brasil para contar su historia, Rafael esperaba poder desahogarse, además de ayudar a otras personas en todo el mundo, que se encuentran en situaciones similares.

«¿Cuántas personas podrían estar atrapadas en casa ahora mismo, sentirse solas y no tener el apoyo necesario para salir de esta situación?», se pregunta.

Cifras del coronavirus en el mundo
Cifras del coronavirus en el mundo.
Cifras del coronavirus en Honduras.

Cambio de hábitos

A sus 38 años, Rafael relata que ya hacía un tratamiento psicológico mucho antes de que estallara la pandemia, y podía salir de su casa con normalidad.

Otras crisis de salud recientes, como la gripe H1N1 en 2009 y el zika en 2015, no habían tenido un impacto tan grande en su rutina ni habían cambiado sus hábitos.

Rafael trabaja como freelancer: da asistencia y apoyo a una persona con autismo, a la que ayuda con los trámites y las tareas del día a día. Con la pandemia, todas las tareas pasaron a hacerse de forma remota, con intercambio de mensajes y llamadas.

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Miedo

En estos dos años y medio de pandemia, algunos episodios han reforzado aún más los temores de Rafael. Uno de los principales fue la muerte por covid-19 del comediante Paulo Gustavo, en mayo de 2021.

«Siempre he sido un gran admirador de su trabajo y pensé: ‘Si se muere un tipo rico como ese, imagínense lo que me puede pasar a mí, que no tengo dinero'», recuerda.

Otro momento decisivo tuvo que ver con la vacunación contra la covid-19.

Cuando las dosis estaban disponibles para su grupo de edad, Rafael se enfrentó a un verdadero dilema: por un lado, sabía que las vacunas garantizarían una mejor protección contra el coronavirus; por otro lado, no se sentía cómodo saliendo de casa, exponiéndose y acudiendo a un centro de salud.

Después de mucho buscar, en diciembre de 2021, dos enfermeras de una clínica de salud familiar del barrio finalmente acudieron a la casa de Rafael, quien las recibió vestido con ropa especial, la que usan los científicos en situaciones de emergencia y con alto riesgo de contagio.

¿Cuál es el límite?

Rafael se angustia al ver que la gente está volviendo a la vida y abandonando todas las restricciones que han marcado los dos últimos años, como el uso de mascarilla, la higiene de manos y el distanciamiento físico.

«La pandemia no ha terminado», apunta.


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