HONDURAS. Una sala de redacción periodística no es tan calmada como se pensaría desde afuera; pero, podemos dejar esa plática para después. Lo cierto es que, a lo interno de una, la vida de una singular profesional tomó un rumbo para el que nadie se prepara.
Tiempo más tarde, Amanda Pastrana se sumiría en un pensamiento: «Es una palabra fuerte». Esa frase describía el diagnóstico que recibió la comunicadora de 28 años cuando se le detectó un grupo de anomalías en su cuello: cáncer.
Sin embargo, fortaleza es lo que ella más había adquirido en el paso de su vida. Allá en Namasigüe, Choluteca, lugar de su nacimiento, fraguó una rebelión contra su padre que no quería que estudiara.
Con el paso de los años, también se armó de valor y paró una situación de abuso físico y psicológico constante. Su esposo la maltrataba, pero, como buena investigadora, consiguió evidencias de que él la engañaba y se determinó a alejarse.
Su divorcio ahora está en trámite y su cónyuge, arrepentido, ahora estaría pagando lo que hizo con la misma medicina. Ella ya se libró de eso y le despreocupa, pues tiene más a qué dedicarse.
Cuando el nuevo obstáculo surgió, Amanda se dijo a sí misma: «Superé mi separación, saqué adelante a mis hijos sola; este va a ser también un momento para pararme, pues soy una mujer de carácter».
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Palabras que marcarían su vida
Amanda trabaja para Televida, un canal local de Choluteca. Un día estaba en el área de redacción, cuando, sin querer, mientras se movía para aliviar el estrés, se tocó la garganta. De inmediato, sintió algo que no era normal.
Su primera reacción fue decirle a una colega. La otra periodista le dijo que podría tratarse nada más de un ganglio, pero Amanda no lo creía así; nada le quitaba de su mente que aquella sensación era «rara».
Acuciosa, decidió tomarse una fotografía y enviársela a su médico general. Él le pidió que se hiciera un ultrasonido, por lo que ella, obediente, se sometió a uno. Después de un compás de espera de media hora, había noticias.
El galeno, de manera sutil -aunque directa, a su vez- le preguntó si tenía antecedentes de cáncer en su árbol genealógico.
«En ese momento, se me olvidó todo y le dije que nadie. Aunque, en realidad, un primo murió por cáncer de pulmón y mi abuelo murió por cáncer en la próstata«, confesó Pastrana en su relato a Diario TIEMPO Digital.
El diagnóstico de cáncer de tiroides lo confirmó una biopsia que la entrevistada se realizó en Tegucigalpa.
Según la parte médica, la malignidad tenía menos de un año de haberse formado, por lo que los riesgos eran menores; sin embargo, remover los nódulos cancerígenos era imperativo.
Una pesadilla dentro de otra
Todo lo anterior se desarrolló en el mes de junio del año en curso. Es decir, en pleno apogeo de la pandemia de COVID-19 en Honduras. Eso llevó a que Pastrana tuviera que aguardar para entrar al quirófano; lo suyo era una emergencia, pero la “pesadilla” de la crisis sanitaria se dirigía hacia otras prioridades.
Aún así, cotizó el procedimiento. El gran total -con precio especial- ascendía a 30 mil lempiras; ella tenía sus ahorros, pero no cubrían la cantidad. Además, gran parte de lo que tenía fue devorado por las evaluaciones previas.
Fondos para la vida
Como se le agotó el dinero, Pastrana se sentía agobiada. Empero, una amiga le recordó que se le olvidaba un pequeñísimo detalle: que ambas tenían gran alcance al laborar en un medio de comunicación televisivo. Eso sería clave para obtener fondos.
De manera específica, la amistad le dijo que ella debía hacer público su caso para recibir el apoyo de la gente. Consiguiente, Pastrana decidió utilizar sus redes para confesar su estado de salud; esa decisión, llevó a un mar de mensajes donde le decían que no está sola.
Aparte del apoyo moral, algunos usuarios también le enviaron pequeñas cantidades monetarias. Pastrana comentó que, en aquel momento, sentía dos cosas: El apoyo inmensurable de Dios y el pueblo hondureño.
Mientras tanto, la valiente mujer seguía trabajando con normalidad. En los programas, la llamaban y le preguntaban que de dónde sacaba tanta fortaleza para verse tan bien cuando pasaba por una adversidad de tal magnitud.
Sus compañeros no se quedaron de brazos cruzados. Hicieron una solicitud a FUNDESUR y, a los días, arribó una respuesta favorable: le darían los 30 mil lempiras que requería para la intervención quirúrgica.
Amanda no quería seguir con las campañas de recolección de fondos; mas, su amiga la convenció, pues le advertía que podía ser útil más adelante.
Faltaba lo peor
Una situación más que atípica se registró después. Amanda optó por depositar una buena parte del efectivo que consiguió en una entidad bancaria nacional. Sin embargo, cuando iba a guardar más, un empleado le dijo que no había nada en su cuenta.
Ella quedó atónita con lo que escuchó. Por lo que pidió que arreglaran el problema, pues, si ella hacía pública la situación en la prensa, dañaría la reputación de esa empresa. Quería sus 13 mil lempiras de regreso.
Las autoridades de ese comercio le dijeron que debía esperar 120 días mientras hacían una investigación; pero, ella con una cirugía encima, ¿qué opción tenía? Lo que ocupaba era tener el monto en sus manos rápidamente.
Entre lo que aún le quedaba a ella, lo que seguía percibiendo de la campaña, más lo que le enviaron familiares en Estados Unidos, alcanzó la meta nuevamente.
La cirugía
La operación, que duró tres horas, fue un éxito. “Mi voz quedó igual e incluso más clarita. La cirugía casi no se nota”, dijo con felicidad Pastrana.
Estuvo a dieta por unos días; luego, la enviaron a hacerse una nueva biopsia. Ahí, se reflejó el mismo terrible resultado; nuevamente había células cancerígenas. Por ello, ahora debe ir a El Salvador para someterse a sesiones con yodo radioactivo.
¡Súmese a la causa!
Debido a ese nuevo proceso que la periodista tendrá que afrontar, deberá pagar 2,500 dólares. Además, debe costearse entre 12 y 15 chequeos; los mismos debe hacerlos con prontitud, dado que podría desatarse un rebrote de COVID-19 y podrían terminar cerrando las fronteras.
Aparte, debe comprar una serie de medicamentos, cuya ingesta será de por vida. Por si fuera poco, también ocupa dinero para transporte. O sea, los gastos no tienen una suma definida, pero sí será algo que, por ahora, Amanda no puede pagar.
Si usted desea colaborar para que la destacada comunicadora para que continúe su vida con normalidad, puede comunicarse con ella al +504 8843-7616.
La entrevistada asegura que le agradaría recibir llamadas o mensajes de aliento, pero lo que más necesita en este momento es el aporte económico. Amanda asume las riendas de su hogar, sus dos hijos y un estado de salud delicado. ¡Ayudemos!
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