Luego de varias llamadas para coordinar todo, finalmente llega la más importante. La tecnología permite que Diario Tiempo Digital charle con un señor que demuestra ser devoto y enérgico solamente con su voz.
Puntual a la cita, algo que seguramente desarrolló al tener que atender la iglesia, a sus hermanos en Cristo y sus actividades laborales a la vez, Oscar Barbosa responde el teléfono.
Con un español muy entendible, pero acompañado de un tono portugués que es difícil ocultar, Oscar saluda con «la paz de Dios». Una bienvenida que transmite y deja claro que es alguien apegado a la religión y a Cristo.
El brasileño de 67 años es cooperador de la Congregación Cristiana en Honduras, iglesia ubicada en la ciudad de Olanchito, Yoro.
Barbosa llegó hace 15 años para atender la obra de Dios en esta nación, por lo que reconoce sentirse feliz al ver cómo ha crecido la congregación. Sin embargo, para poder sustentarse y continuar sirviendo a Dios lejos de su tierra natal, ha tenido que incursionar en distintos emprendimientos a lo largo de sus años en Honduras.
Hoy en día, además de trabajar principalmente para Dios, se dedica a la apicultura. Su trabajo con las abejas ha sido exitoso al punto de comerciar su propia miel en la ciudad cívica y alrededores.
Nacido en Cornélio Procópio, un municipio brasileño del estado de Paraná, el «hermano Oscar», como es llamado por los miembros de la iglesia con sede en Brasil, comenzó relatando su llegada al país cinco estrellas.
De Brasil a Honduras
Óscar Barbosa reconoció que «vivía bien en Brasil», pero una revelación de Dios puso a Honduras en sus planes.
«Una noche Dios me reveló que debía venir a Centroamérica. Yo tenía bienes materiales allá y aunque el señor apretaba para que viniera, yo no quería entender», recordó.
Sin embargo, durante un culto de la iglesia, una palabra lo tocó y con fe decidió obedecer a Dios.
«Dios mandó una palabra un día que decía que Él prepararía todo, que no faltaría pan en nuestra mesa. Yo vine llorando, pero Él ha hecho que no nos falte nada. Pasamos dificultades pero Él ha estado con nosotros», agradeció.
Barbosa relató las dificultades que tuvo que afrontar junto a su esposa en su arribo al país. «Fue difícil porque tenía que encuadrar con la lengua española y las costumbres. Todo fue un poco difícil, pero luego engranamos», dijo.
Aunque recalcó que Dios nunca lo ha dejado, mencionó que al llegar su «situación económica no era buena».
«Hacía pizza, pan y pastel de maíz. También limpiaba solar y hacía otros trabajitos que aparecían, era sacrificado», rememoró.
Emprendimiento apicultor
Al ser consultado sobre qué cosas tenía cuando empezó a trabajar con las abejas, Oscar lo resumió en «tenía ganas de trabajar», palabras que mencionó con una risa que transmitía satisfacción.
El religioso inició esta actividad porque, inesperadamente un día, «Dios abrió una puerta».
«Una señora un día me pidió que limpiara su bodega, llegué a limpiarla y tenía todo el material (caja, marco y piso para abejas) y pensaba botarlo todo. Yo me asusté con aquello, entonces propuse no cobrarle por la limpieza y a cambio me podría llevar alguna cosa que necesitara. Ella me dijo que llevara todo», rememoró.
Barbosa explicó que en Brasil ya trabajaba con abejas, pero era solo para su consumo personal. Sin embargo, para su emprendimiento, se preparó en el Instituto Nacional De Formación Profesional (INFOP) donde adquirió «más experiencia teórica y práctica».
«Al inicio también encontré muchas dificultades, pero Dios me dio la paciencia y confié en lo que Él me habló. Seguí trabajando sin importar los obstáculos y la situación ahora está mejor», declaró.
Según el cooperador de Congregación Cristiana, en este rubro «hay campo para prosperidad», pero solo «si se trabaja honestamente».
Iglesia y sus actividades
Atender la obra, la crianza y cuidado de sus abejas y las ventas abarcan el tiempo de Oscar, pero hasta ahora siente que «gracias a Dios» no ha sido complicado.
«Aprendí que primero hay que trabajar para Él y dejar en segundo plano lo mío. Cuando hago todo primero para Dios, en el trabajo está todo hecho», dijo con devoción.
Luego de una década y media en la calurosa ciudad de los comejamos, el paranaense está en trámites de nacionalización y visualiza terminar su vida aquí, sirviendo a Dios y con los hondureños.
«Aquí estoy con alegría hasta que Dios me lo permita, ya no me quiero ir de aquí. Allá tengo mis parientes pero no siento ganas de regresar».
También, con tono de voz de reflexión, se tomó un tiempo y agradeció el trato que ha recibido de la gente de Honduras.
«Dios toca corazones y donde vamos están las puertas abiertas», es lo último que dice a Diario Tiempo Digital antes de marcharse y continuar con su día.
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