«Y yo dejé mi carro tirado, y me fui a recoger a mis papás…», una pequeña línea de una historia puede reflejar la dureza de la misma y, a su vez, dejar indicios de cómo un desastre casi cercenó la carrera de un prolífico músico hondureño.
El caótico escenario es uno que seguro estará indexado entre las páginas negras y más lúgubres de la historia de Honduras: La Lima, zona cero del devastador fenómeno tropical «Eta».
Inmersa en una inundación sin precedentes quedó la garante de obras maestras: la guitarra del autor insigne de canciones alusivas a la belleza de nuestro país, Manu Martínez, compositor de Wéndeti Nagaira (Mi tierra es bella, en lengua garífuna).
En una plática exclusiva, Manu relató cómo fue la vivencia más dura de su vida. Con la amabilidad que lo caracteriza, aunque con perceptible -y entendible- desilusión en su voz, puso en pausa un rato la limpieza del lodo que anegó por completo su morada y atendió a Diario TIEMPO Digital.
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No lo anticipaban
A sus 28 años, el ingeniero de telecomunicaciones (por profesión) y artista (por vocación) sufrió lo que él mismo denominó como una película de terror frente a sus ojos. De repente, él y su familia nada más se aferraron a la vida.
Ya se advertía que los embates de Eta podían ser fuertes; incluso, los más osados -con cierta cuota de sabiduría- lo comparaban con el huracán Mitch. Pocos creían que se podía presentar un panorama tan sensible, y Manu Martínez no era uno de ellos.
Fue algo súbito; en minutos, cambió del inicio de una lluvia al hecho de que el caudal del agua desbordó de las fuentes y comenzó a tocar la puerta de los hogares.
Primeras sensaciones de un trago amargo
Manu relató a TIEMPO que, antes de que llegara la inundación, la familia se juntó. En un determinado momento, él estaba fuera de casa y observó cómo se rompieron los bordos y La Lima parecía que se sumergía. «Yo dejé mi carro tirado y me fui a recoger a mis papás», recordó inicialmente.
Los habitantes de la vivienda corrían grave peligro, pues es nada más de una planta. Por lo que se movilizaron rápidamente a otro hogar. «Miramos una familia que también estaba mal y nos la trajimos», acotó el entrevistado.
Seguido, contó conmocionado que, durante la primera noche, estaban listos con martillos para romper los vidrios en caso de tener que huir de forma inesperada si el nivel del agua subía aún más.
Por suerte, no ocurrió así. Sin embargo, estaban varados y sin siquiera lo básico para sobrevivir por mucho. «Los recursos eran limitados, el agua (de tomar) se nos estaba terminando y no digamos la comida», comentó.
Supervivencia
Es así que los miembros con más fortaleza física del núcleo emprendían pequeñas expediciones para obtener algunos víveres, pero no era tarea fácil. Manu historió que, al tercer día de inundación, se abrió paso entre las aguas por unos 40 minutos hasta que alcanzó señal de celular.
«Así fue como pude avisar a la gente que estaba preocupada por nosotros que estábamos bien, ya que quedamos completamente incomunicados, sin energía y sin señal. Todo eso viene a ser como un trauma, porque no estamos acostumbrados a eso», manifestó.
Es más, hasta la liberación de las necesidades fisiológicas se convirtió en un grave problema. El cantante confesó a TIEMPO que eran muchas familias que dependían de un solo baño.
Incluso, ante la falta de agua (limpia) debían hacer maniobras para seguir usando el inodoro. Las mismas no son descritas en este artículo ante la discreción solicitada por el entrevistado.
Entre tanto, medio vasito de agua purificada era lo que los mantenía de pie, aunque en una condición en detrimento. No podían optar a métodos complicados para alcanzar tierra firme, puesto que la familia cuenta con varios niños pequeños.
Por lo que, Manu prosiguió con la narración explicando que tuvieron que esperar todavía más hasta que el agua mermó un poco y llegó un camión que los evacuó a todos y los llevó hacia San Pedro Sula; el personal responsable los ubicó en albergues.
Perjuicios incuantificables
Ahora, el también productor y compositor llega periódicamente a La Lima para hacer una revisión de los daños y hacer la limpieza que corresponde de la casa. Por cierto, allí nada más quedó la edificación pues, a lo interno, todo se echó a perder.
Ante su carrera como músico, Martínez tenía un estudio de grabación con instrumentos y enseres sumamente caros; describió que desde que tenía 15 años comenzó a trabajar en proyectos para comprarse gradualmente el equipo, que se esfumó en cuestión de horas.
El valor de algunos aparatos que perdió asciende a unos 1,500 dólares. Lo único que alcanzó a salvar fue su computadora (sin sus accesorios) y unos discos duros. Empero, aseguró que eso no le concierne por el momento, su cabeza está fijada en la parte humanitaria.
«Yo estoy preocupado por el bien común de mi familia. Todas las pérdidas pasan a estar en un segundo plano. Aunque, realmente el shock todavía está ahí; ha sido feo porque uno duerme pero está pensando en ese día, en la inundación, en lo que perdió, y en cómo se va a levantar», explicó.
Además, contó que, aunque él fue a la casa para agarrar agua para beber en un par de ocasiones, lo dejó impactado lo que vio cuando la inundación bajó: todo estaba arruinado. Cuando su mamá llegó a revisar, solamente cerraron las puertas ante lo doloroso de ver todo su patrimonio destruido.
Están en calamidad y han pedido ayudas, dijo Manu. Pero, reconocen que es muchísima la gente que está necesitada; admitió que hay quienes tienen más necesidad, ya que ellos por lo menos tienen un par de negocios de comida que podrían potenciar en búsqueda de comprar poco a poco algunos objetos.
«Al menos esos negocios pueden darnos la posibilidad de comprar algún colchón o una refrigeradora, pero hay gente que perdió sus techos y sus casas por completo», reflexionó.
¿Adiós a su vida artística?
Manu hizo otra dura confesión a TIEMPO. Piensa olvidarse, al menos temporalmente, del oficio que lo formó y le dio un nombre entre los hondureños.
«No sé si es correcto mencionarlo, pero he pensado en dejar la música atrás, por lo menos por un tiempo. Me interesan más los negocios familiares para recuperarnos; lo último que pienso ahorita es en restaurar el estudio», lamentó.
A su vez, subrayó que es complicado hacer un plan de superación en el entorno musical. Desde que azotó la pandemia de COVID-19 y ahora agravado por los fenómenos tropicales, el rubro de la música está olvidado.
Y es que, para seguir con esa vida, Manu tendría que conseguir nuevamente todo lo que consiguió y construyó a lo largo de más de una década. Afirmó que sacó provecho a las cosas y ve la situación actual como una renovación.
Los daños a los instrumentos tocaron hasta su parte más sentimental; perdió cada una de las flautas étnicas que su papá le elaboró desde que él era solo un infante.
«Todas se pudrieron; otras cosas se quebraron y las guitarras se arruinaron. Es algo impactante. Desde ambos puntos de vista tuvimos pérdidas, tanto en lo sentimental como lo que cuesta más dinero», ahondó.
Sin embargo, el promotor de la música folk (cultural) aseveró que está superando la crisis y pretende ver más allá. Para ello, tomará como fortaleza su familia.
Abatido, dice hasta luego a su sueño
Él quería seguir dedicado plenamente a la música, pero acotó que se siente desmotivado en esa área ante la realidad que avizora. Con su banda, nada más aguardaban al término de la pandemia para seguir con su último disco.
«Quería hacer un proyecto con una canción de la paz con diferentes artistas nacionales; pero, si no sabemos qué va a pasar, peor para que sepamos acerca de esos proyectos. Aunque yo quiera, es bien difícil», declaró.
«Uno llega a pesar la balanza y decide sobre qué es más importante. Por un video no voy a dejar de darle leche a mis hijos», agregó.
Por último, Manu se mostró enfático en que tiene muchas ideas para resaltar el nombre de Honduras. Mas, aquejó que sin un apoyo real, no puede avanzar en ese sentido. «Con sinceridad y sin creerme más, uno sabe que son cosas que no cualquiera puede hacer», sentenció.
Una «manu» solidaria
Manu pide el apoyo de todos aquellos hondureños que aman el arte y de buen corazón a que les ayuden con provisiones; las sismas que pueden ser llevadas a la colonia Campo Dos. Antes comunicarse con David Euceda (9938-1313).
Y, si pueden apoyarlo de manera monetaria, puede hacerlo a las siguientes cuentas. De esa manera, Manu podrá empezar a construir una nueva vida.
Hector Manuel Martinez Machado
- Ficohsa: 200008410371
- BAC: 741118421
- BANPAIS: 219020266450
- ATLANTIDA: 20820074647
Igualmente, se creó una página para recaudar fondos en su favor. Puede acceder a ella aquí.
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