Redacción. La cueva de Balamkú se encuentra a 2700 metros del Templo de Kukulkán y es el descubrimiento más importante de los últimos 70 años. Aunque, reportes indican que se descubrió por casualidad en 1966, cuando unos cazadores encontraron elementos dispersos de cultura prehispánica.
En ese momento, la investigación estuvo a cargo del arqueólogo Víctor Segovia Pinto, quien reportó su existencia al Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
Sin embargo, un tiempo después, Segovia Pinto decidió sellar la entrada a la cueva, sin ofrecer ninguna explicación sobre que lo motivó a hacer eso. También, desaparecieron los documentos y el reporte de lo que descubrió el arqueólogo.
Más de cincuenta años después, los científicos decidieron reabrir la cueva. Es un lugar «especial» que se le considera como la entrada al inframundo maya.
Dieron a conocer que, lo encontrado adentro constituye uno de los descubrimientos más importantes que permitirá reescribir la historia maya.
Existe un programa de estudio perteneciente al INAH, que se llama GAM (Gran Acuífero Maya). La persona que está a cargo de este programa es el arqueólogo Guillermo de Anda.
Según su opinión, los hallazgos encontrados dentro de la cueva pueden explicar la historia de Chichén Itzá.
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¿Qué hallaron dentro de la cueva?
Los objetos hallados dentro de la cueva, están en perfecto estado de conservación. Y, aunque no hay objetos valiosos en cuanto a lo monetario, sí existe riqueza de valor invaluable por la información que aporta sobre la cultura maya y su enigmática desaparición, sostuvieron expertos.
También se puede estudiar la forma en que los mayas se relacionaban con otros pueblos y civilizaciones. Prueba de ello es el hallazgo de más de 200 incensarios que tenían la figura del dios Tláloc, que es el dios de la lluvia de los aztecas.
Este descubrimiento del dios de la lluvia azteca, una civilización a más de 1,300 kilómetros de Yucatán, hace presumir que los mayas padecieron de una intensa sequía.
Según investigadores del INAH, la falta de lluvias obligó a los mayas a “importar” un dios que hiciese llover. Posiblemente, este fue el motivo que llevó al pueblo maya a depositar ofrendas en la cueva de Balamkú.
La cueva serpentea se conoce a través de galerías y cámaras donde encontraron las ofrendas y los incensarios. El acceso entre las distintas cámaras, en ocasiones es muy estrecho y solo se puede entrar colocando el pecho contra el piso.
Hasta ahora, solo se han explorado unos 400 metros, que constituyen un tercio de la extensión de la cueva.
La cueva de Balamkú data de unos 700 a 1000 años antes de Cristo y el INAH prepara un modelo 3D de todos los recintos y cámaras para seguir explorando más a fondo.
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