HONDURAS. Departamento «alejado», con miles de hectáreas vírgenes e inexploradas, multicultural, pero dominado por misquitos, gastronomía sencilla y deliciosa, con riqueza histórica y natural envidiable, en resumen, un paraíso turístico poco aprovechado, así es Gracias a Dios.
Tiene una superficie total de 16,630 kilómetros cuadrados, convirtiéndolo en el segundo más grande del país, detrás de Olancho, y consta de alrededor de 94.450, según la última estadística publicada, 2015.
Atractivos
En Gracias a Dios se ubica la ancestral Ciudad Blanca, o «ciudad del dios mono», la cual albergó a una antigua cultura hondureña que por muchos décadas permaneció oculta detrás del frondoso manto de la hojas de los árboles.
Otra de las virtudes del departamento es la Biosfera de Río Plátano, localizada en los alrededores de río Plátano en La Mosquitia, que tiene una extensión de 9,871 kilómetros cuadrados.
El río Plátano es usado por los nativos para navegar y llegar de un municipio a otro, además que sirve como fuente de alimentos. Son muy pocos hondureños de zonas más urbanas los que han tenido la oportunidad de subirse a un bote y recorrer sus aguas, al mismo tiempo que los sonidos de la naturaleza arrullan su oído.
En Gracias a Dios también hay hoteles, con trabajadores dispuestos a dar una cálida y acogedora bienvenida a los turistas, aunque, no son muchos los visitantes. Allí hay lagunas de agua dulce en los que cualquiera puede darse un refrescante chapuzón y también senderos rodeados de vegetación para caminar.
El departamento tiene un potencial turístico increíble, lamentablemente opacado por la pobreza, la falta de transporte y la estigmatización. Pero los misquitos anhelan darse a conocer, y por tal razón, un representante conversó con TIEMPO Digital.
Conozca Gracias a Dios, sin miedo
German Sandoval es un orgulloso misquito, que llegó y se enamoró del departamento a los siete años de edad. Desde entonces reside en Puerto Lempira, cabecera departamental, habla todas las lenguas de los habitantes, además de español, y trabaja como docente en el sistema público nacional.
«Yo de aquí soy, yo soy misquito, defiendo la etnia y hablo misquito incluso mejor que muchos que nacieron aquí. La vida transcurre normal, aunque siempre con dificultades, como cualquier otro sitio del país», dijo Sandoval en primera instancia.
Si bien es cierto llegar a Gracias a Dios es un tanto oneroso, el docente afirma que es un viaje que vale totalmente la pena, además que, entre más personas se animen a conocer, la calidad de vida de los residentes más pobres mejorará. Has dos formas de llegar al departamento: puede hacerlo por aire o de una forma híbrida, que incluye parte por tierra y otra por agua.
Pero usted no vaya a pensar ‘Ay, qué complicado llegar; mejor ya no voy’, no, porque, de hecho, la travesía que implica llegar es apenas la primera etapa de su inolvidable visita y estadía en Gracias a Dios.
«Si viene de Tegucigalpa, puede tomar un avión directo, de ida y vuelta, por 400 dólares. Si viene desde La Ceiba, entonces, el boleto le cuesta L3,000. Pero hay otra forma de llegar, que es entrando por Colón, hasta llegar al primer municipio, llamado San Francisco Bulnes. Desde ahí ya se recorre una parte de la Biosfera del río Plátano. Luego seguirá en lancha hasta llegar Brus Laguna, Puerto Lempira o cualquier otro sitio», comentó Sandoval.
Actividades
Una vez en Gracias a Dios, prepárese para disfrutar de las maravillas que La Mosquitia le tiene preparadas, las cuales solo unos pocos han podido ver.
«Hay hoteles, claro que sí, puede ir a la playa o bañar a lagunas de agua dulce, turismo de montaña y llano. El ecoturismo es uno de los fuertes. Se puede tomar fotografías de los paisajes naturales que tenemos», declaró.
Si practica ‘kayak’ en el río Plátano, también puede ser partícipe de encuentros culturales con las comunidades indígenas de Belén, Raista, Brus Laguna, Sabana Yamari Cabanas, Plaplaya, Batalla y Las Marías.
Y además de eso, conocería por cuenta propia cómo se vive en Gracias Gracias, dejando a un lado los tabúes y estereotipos que a lo largo de la historia han convertido al departamento en una lugar «temido».
«Les cuento que acá es un paraíso natural. Visítennos, no sé arrepentirán. Tampoco somos narcos, ni andamos en bejucos, no hay brujos, pero sí practicamos la medicina alternativa. Nuestro medio de transporte es avión, lancha, barco y cayuco. Comemos mayormente arroz, yuca y pescado. Hablamos cinco idiomas: miskitu, tawahka, garífuna, español y pech. ¡Somos pluriculturales y bien arrechos!», cerró.
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