Este 11 de agosto, la NASA publicó un video de lo que inicialmente parecía ser una erupción solar. Pero se transformó en una estructura serpenteante conocida como filamento y finalmente colapsó.
¿Qué sucedió?
Un completo estudio del proceso, que fue publicado por ‘The Astrophysical Journal’, reveló que la erupción, que tuvo lugar en septiembre de 2014. Además, fue causada por la colisión de filamentos con las fuerzas magnéticas del Sol, «como si dos iglús chocasen entre sí».
Tras lo cual la erupción colapsó debido a las propias fuerzas magnéticas del Sol. Los científicos explican que el choque de la energía solar contra las estructuras magnéticas con orientación opuesta provoca la liberación de energía magnética explosiva. Además, calienta la atmósfera con una fulguración. Y provoca una erupción en el espacio en forma de una gran eyección de masa coronal. Es decir, una onda hecha de radiación y viento solar.
Sin embargo, esta vez «el tubo de flujo hiperbólico rompió las líneas del campo magnético del filamento. Y las conectó con las líneas del campo magnético del Sol». Lo que permitió absorber la energía magnética del filamento. Esto, lo explicó el autor del estudio y físico solar del Laboratorio de Astrofísica de Palo Alto (California, EE.UU.), Georgios Chintzoglou.
¿Por qué es importante?
«Esto nos dice que, aparte del mecanismo de la erupción, necesitamos también considerar lo que la estructura naciente encuentra en el principio. Y cómo podría ser detenida», añadió Chintzoglou, ya que las erupciones solares pueden afectar el clima espacial, que por su parte afecta a la Tierra.
La investigación del fenómeno fue posible debido al uso de varios instrumentos, entre ellos, el Observatorio de Dinámica Solar de la NASA. Además, el Interface Region Imaging Spectrograph (IRIS), un satélite de observación solar de la NASA. Asimismo, la misión Hinode de la Agencia Japonesa de Exploración Aeroespacial (JAXA) y varios telescopios terrestres. Estos instrumentos están diseñados para observar el Sol a diferentes longitudes de onda. Es decir, no solo su superficie, sino también las partes por debajo de su atmósfera. Lo que permite detectar cualquier erupción.