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viernes, noviembre 22, 2024

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HONDURAS. Incluso para huir de pobreza y violencia, pocos se atreven a caminar desde Tegucigalpa a Denver, EE.UU., y menos aun concluyen con éxito tal viaje, que es de más de 4.300 kilómetros.

Sin embargo, una madre no se desanimó para recorrer dicho trayecto junto con su hijo discapacitado, solo para verse abandonados por aquellos que habían prometido ayudarles.

María Enamorado, de 49 años, y su hijo Edwin Rubén, de 20, salieron de Tegucigalpa el 29 de marzo de 2019 y llegaron a Denver el 6 de septiembre de ese año luego de atravesar Honduras, Guatemala, México y varios estados de EE.UU. Pero fue después de ingresar legalmente a este país cuando su verdadera pesadilla comenzó.

Enamorado, docente de profesión, había anticipado las dificultades de caminar con Edwin, quien necesita constante atención y cuidados. Sabía que iba a ser un desafío “dormir junto a un río o bajo los árboles” y “comer un día sí y otro no” durante los casi seis meses del viaje.

Y también sabía que, pese a tener su documentación en orden para demostrar que sus familiares la esperaban en Denver, las autoridades de inmigración de Estados Unidos podrían negarle la entrada.

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Pero no contaba con… A hondureños no les recibieron

Lo que no anticipó fue «la traición y el rechazo» de su familia y de organizaciones proinmigrantes que no la ayudaron porque insistió en no separarse de su hijo. Por eso, María y Edwin vivieron un año en situación de calle hasta que hace solo unos días, antes de una tormenta de nieve y frío polar, una iglesia latina les dio alojamiento.

“No sé por qué Dios me cerró tantas puertas. Quizá para que yo solamente dependa de Él. Yo era maestra en Honduras y trabajaba todos los días. Pero no me alcanzaba y muchos días no tenía para darle de comer a mi hijo. Por eso me decidí a venir a este país, porque la lucha por mi hijo en mi país no era suficiente para ayudarlo”, dijo Enamorado a Efe.

La hondureña tiene otros dos hijos, de 32 y 26 años, pero “los dos ya tienen dónde vivir”, comentó. Su meta es ahora poder estabilizarse, conseguir un trabajo para poder mantener a Edwin y «darle un lugar donde vivir”.

Enamorado confiaba en que sus familiares directos la ayudarían, pero tras solamente unos pocos días con ellos, le pidieron que se fuese.

“¿Pero a dónde o con quién me iba a ir si estoy sola aquí y ellos son mi única familia? Nos quedamos en la calle con Edwin. A veces no teníamos ni siquiera un lugar para ir al baño. Nos daban comida y comíamos con las manos sucias porque no teníamos para lavarnos”, explicó.

Durante tiempos cortos, María y Edwin pudieron alojarse con personas que les abrieron sus hogares, pero nunca encontraron un lugar permanente y terminaron una y otra vez a la intemperie.

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UN ALBERGUE MUY OPORTUNO

En esa circunstancia estaban el pasado viernes 23 de octubre, antes de que una tormenta llegase a Colorado con temperaturas bajas sin precedentes, cuando María y Edwin se encontraron con un miembro de la Iglesia Adonai, en Aurora, al este de Denver. Esa persona los llevó a la iglesia donde, en instalaciones adyacentes al templo, se les preparó un cuarto propio.

Además, las familias de la iglesia donaron ropa y otros artículos para María y su hijo, y se turnan para proveerles de comida. Y con la ayuda de los pastores (Ramiro y Petra Reyes) Enamorado inició las gestiones para obtener cuidados y tratamientos para Edwin.


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