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viernes, noviembre 22, 2024
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«Ni el médico ni yo éramos Dios, por eso decidí tenerla»: Doña Trinidad

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«Ni el médico ni yo éramos Dios, por eso decidí tenerla»: Doña Trinidad
Doña Trinidad

SAN PEDRO SULA. SAN PEDRO SULA. Transitando a más de 36 grados centígrados, bajo los imponentes 68 años de vida, doña Trinidad Rodríguez se desplaza por las principales calles de la ciudad para conseguir el almuerzo y la cena del día.

A ella, le acompaña es el mejor regalo que la vida le dio, su hija Karla Belén de 26 años de edad, quien padece desde los cuatro meses, de microcefalia y microsia cerebral.

Doña Trinidad tiene aparte de Karla, un varón de más de 40 años de edad, quien trabaja como electricista para ganarse unos cuantos lempiras y vive en un apartamento aledaño a la casa de su madre y hermana para estar pendiente de ellas.

Doña Trinidad nos comentó que su esposo al saber que tendría una hija especial, a los dos meses de nacida los abandonó, por lo que tiene muchos años de estar luchando por sobrevivir junto a su ángel. Igual, a ritmo lento, olvida las penas y sigue con su labor de tocar los corazones más sinceros de los transeúntes.

Doña Trinidad es alguien muy paciente con su hija enferma, paciente ante las situaciones arduas e ineludibles de la vida, paciente antes las incansables enseñanzas para ser de su hija alguien valeroso, obra que ha realizado sin tregua por mucho tiempo. Es alguien que ama a su hija de forma única, particular, perptua, transparente y desafía hasta sus propias capacidades para realizar actos verdaderamente increíbles para protegerla.

«Cuando estaba a punto de tener a mi hija, me dio rubiola y los médicos me dijeron que mi bebé nacería posiblemente con problemas delicados de salud; sin embargo, les dije que ni ellos ni yo éramos Dios, así que acepté tenerla.

IMPORTANTE: Para ayudar a doña Trinidad y su hija pueden llamar al: 9906-7788 o mandar correo a jerson.trigueros@tiempo.hn

Doña Trinidad es de esas hermosas madres que descubren con más acierto los secretos de la vida que un sabio, siendo pobre económicamente, le satisface lo que ama y lucha por su tesoro para que no sufra en su corazón, la herida de la ingratitud de su padre.

«Nos levantamos muy tempranito, le doy pepe o cereal, ella se pone a jugar, mientras hago los quehaceres del hogar, posteriormente salimos a la calle a ablandar corazones.

En la mayoría de los casos, salimos desde las 8 de la mañana, hasta las 4 de la tarde, a veces con el dinero que nos dan, nos manejamos en taxi y compramos el almuerzo, así como provisión en el mercado para la cena y demás días.

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Doña Trinidad expresó a Diario TIEMPO que los dos días que salen, recogen entre 500 y 600 lempiras; ya al mes reúnen alrededor de 1,200 lempiras, con lo cual también se compra pañales, leche y otras cosas para el hogar.

«A veces se siente difícil, pero tener un niño especial es una bendición de Dios, varios pastores evangélicos me han dicho que Dios lo escoge a uno y creo que para ella soy una madre especial, por fortuna, nunca nos ha faltado el bocado en la casa, ni tampoco mi hija ha padecido de otras enfermedades.

Doña Trinidad y su hija residen en la Colonia Edilberto Lozano del sector López Arellano, en una casa propia, pero la humilde hondureña dijo que ya casi se les cae, pues los materiales no están en buen estado.

Al final, doña Trinidad extendió un abrazo al equipo periodístico con el anhelo más profundo en su corazón de recibir una gran ayuda por parte de los hondureños.

«¡Adiós ángel!», cerró esta buena madre

Doña Trinidad y su tesoro se observan
Doña Trinidad y su tesoro se observan
En imagen, Karla Belén, quien se encuentra así desde hace 26 años
En imagen, Karla Belén, quien se encuentra así desde hace 26 años
Doña Trinidad junto a su bella hija en la zona norte de Honduras
Doña Trinidad junto a su bella hija en la zona norte de Honduras
Doña Trinidad mientras recuerda los primeros momentos con su hija
Doña Trinidad mientras recuerda los primeros momentos con su hija
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