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viernes, noviembre 22, 2024

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CORTÉS, HONDURAS. Quizás fueron sus tremendas ganas de vivir, tal vez la motivación que le inyectaba su familia ayudó, a lo mejor su organismo es más fuerte de lo que creían o probablemente hubo intervención divina, sea cual sea la razón, don Manuel de Jesús Martínez superó todos los pronósticos y venció el Covid-19.

«Un milagro», así es como él, sus seres queridos y médicos que lo atendieron definen su historia. Y es que, estuvo dos veces interno a causa del virus, su saturación bajó hasta el 40 %, debió someterse a diálisis en medio de su recuperación, y aún así, vivió para contarlo y servir de inspiración para muchos.

TIEMPO Digital se contactó con don Manuel y su familia para conocer más a fondo su historia, la cual será contada a continuación con la intención de transmitir esperanza y fe a quienes todavía luchan contra la enfermedad o tienen algún ser querido contagiado. Los milagros existen.

Hace 20 años

Desde inicios de 2020, especialistas de la Medicina advirtieron que un nuevo coronavirus amenazaba la vida de, principalmente, personas mayores y con enfermedades de base, y lamentablemente, don Manuel estaba dentro de ese grupo de riesgo.

Allá por el año 2000 le diagnosticaron diabetes e hipertensión, dolencias que, a media pasaba el tiempo, se agravaban. En 2012 le detectaron insuficiencia renal crónica, y luego, en 2018, tuvo que someterse por primera vez a una hemodiálisis. Pudo superar la peor etapa de su padecimiento y dio inicio con el tratamiento que lo puede mantener estable el resto de su vida.

El Covid acechaba

En medio de una relativa tranquilidad por la excelente respuesta de su cuerpo ante los tratamientos para la diabetes, don Manuel y su familia recibieron la noticia del primer caso confirmado de Covid-19 en Honduras. Las alarmas se encendieron. Sabían que debían cuidarse todos, para procurar que él no resultara contagiado. Y así fue, al menos durante tres meses.

«En la unidad de hemodiálisis les hacían una prueba cada semana, mi papá siempre dio negativo a todas, hasta que el 3 de julio del 2020 comenzamos a sospechar, pues él sentía una ligera fiebre, y seguidamente, todos tuvimos los mismos síntomas. Al día siguiente hablamos con el nefrólogo. El doctor ordenó hacerle un tac de torax, el cual mostró una leve neumonía. Inmediatamente fue trasladado hacia el área de pacientes renales con Covid», recordó Andrea, una de las hijas de don Manuel.

Don Manuel Martínez y su hija Andrea.

Imprevisto

Todos volvieron a casa, incluyéndolo a él, con la esperanza de que los síntomas no fuesen peores. Sin embargo, el 9 de julio, en un centro de triaje de San Pedro Sula, médicos detectaron que la saturación de oxígeno de don Manuel no era normal, a pesar que ya no tenía dolores de cuerpo, tos o fiebre.

«Nos sugirieron dejarlo hospitalizado, porque posiblemente la saturación bajaría mucho más», contó Andrea. Pero la familia decidió no hacerlo, ya que sus exámenes de sangre seguían saliendo negativos. «Además, no sería la primera vez que enviaban a una sala Covid a alguien que no lo padecía», agregó.

Ese mismo día cumplía años uno de sus hijos. En casa había pastel y bastante comida preparada para la noche. Juntos en su hogar, todo marchaba bien, pero, de pronto, don Manuel comenzó a quejarse porque no podía respirar bien, y su presión arterial sobrepasaba los 200. Lo que arrancó como un momento agradable, se convirtió en una pesadilla.

«Tuvimos que tomar la decisión más difícil: llevarlo al hospital. No teníamos la certeza de si lo volveríamos a ver con vida o no», recordó Andrea.

Lo llevaron de emergencia del Instituto Hondureño de Seguridad Social (IHSS), donde fue inmediatamente atendido. Su saturación era en 85 %. Le administraron 10 litros de oxígeno por minuto con mascarilla de reservorio. Luego de muchas horas en emergencia, le asignaron una camilla. Su familia se despidió de él y lo acompañó hasta donde fue permitido. Con lagrimas en sus ojos, don Manuel dijo que todo estaría bien.

No había esperanzas

Don Manuel estuvo en Covid 2, la sala donde están los segundos pacientes más graves del hospital. La neumóloga había leído sus exámenes, y como balde de agua fría, dijo a sus seres queridos que, seguramente, él no sobreviviría.

Entre tanto, don Manuel se comunicaba por teléfono con sus parientes, pues era la única manera de distraerse de lo que sucedía a su alrededor. A consultarle si sintió miedo, contestó que sí, sensación que aumentaba cada vez que alguien moría a su lado.

«Claro que sentí miedo. Fui internado sin saber si volvería a ver a la familia. Vi morir aproximadamente a unas 14 personas, y observé cuando eran introducidos los cadáveres en bolsas plásticas. Nos preguntábamos con los demás pacientes quién sería el próximo», dijo él a TIEMPO Digital.

Don Manuel celebró su cumpleaños 60 en diciembre pasado.

Alegría momentánea

Pasaron los días y, el 21 de julio, los doctores dijeron que don Manuel ya había pasado lo peor de la enfermedad. Estaba listo para que le dieran de alta y continuar su recuperación en casa. Todavía ocupada oxígeno, de modo que su familia hizo colectas para comprar un cilindro y manómetros.

Prepararon todo para su retorno. Decoraron su hogar con globos y hasta compraron un pastel. «Estábamos muy felices. Fuimos por él, pero su apariencia no era la mejor», dijo Andrea.

Don Manuel tenía 14 días de no dormir, pues temía cerrar sus ojos y no volver a despertar. Por si fuese poco, cayó en una depresión severa. Una psiquiatra llegó a visitarlo y diagnosticó que sufría estrés postraumático. «Entonces nos receto medicamentos muy costosos, pero que marcarían una gran diferencia», agregó Andrea.

Otra vez

El valiente hombre permanecía en su casa, pero su mejoría era nula. Se descompensaba varias veces al día y ya no podía respirar si quiera con oxígeno. Por tanto, su familia decidió llamar a una ambulancia, y de nuevo, don Manuel iba camino al hospital.

Lo internaron otra vez, bajo el mismo protocolo que antes, pero, ahora, los exámenes arrojaban otro dato: había sufrido un infarto durante su tiempo en casa. El 90 % de sus pulmones estaba comprometidos y existía una gran posibilidad de un paro cardiorrespiratorio.

«Con lagrimas en nuestros ojos lo vimos ir. Pensábamos que seria la ultima vez que lo veríamos. Pasaron los días y él seguía aferrado. Nos manteníamos en el portón de Covid para poder enviarle ropa o algún antojo que tuviera. No podíamos verlo, pero sí hacerle saber que no lo dejaríamos solo», expuso Andrea.

Pero en medio de su aflicción, don Manuel mostraba su amor por el prójimo, pues pedía a sus hijos que todo lo que le enviaran fuese doble, para así compartir con otros pacientes que no eran tan bien atendidos por sus familias.

Nada más que hacer, según médicos

Los médicos del IHSS le dijeron a su familia que ya no había nada que hacer por él, nada más esperar que su organismo reaccionara de la mejor manera al tratamiento, entonces, decidieron sacarlo de allí y llevarlo de nuevo a casa. Su saturación era de 40 % y nadie entendía cómo podía continuar vivo.

En su habitación sufrió grandes crisis. Una noche se complicó tanto que, según su familia, un médico a domicilio lo arrebató de las manos de la muerte. Días atrás, hasta su esposa e hijos habían perdido las esperanzas. «Decidimos avisarle a sus hermanos, para que se despidieran de él», contó Andrea.

Ante la falta de sueño, don Manuel tenía alucinaciones. La psiquiatra que lo visitaba dijo que esas no eran buenas señales, por lo que decidió incrementar las dosis de medicamentos para que por fin pudiera dormir.

Don Manuel Covid diabetes
Su saturación marcaba 65 en esta ocasión, pero solía bajar más.

El milagro ocurrió

Pero, poco a poco, en su propio hogar y delante de su familia, don Manuel mostró enormes mejorías. Comenzó a alimentarse más y a platicar por periodos de tiempo más extensos, pero aún faltaba iniciar las terapias en Orquídea Blanca, donde se sometería a ejercicios de respiración y movilidad.

En el centro de rehabilitación, los médicos evaluaron su caso. Al ver las imágenes, no podían creerlo. Ninguno pudo explicar por qué, a pesar del severo daño pulmonar, había sobrevivido.

Su diagnóstico fue fibrosis pulmonar. Dijeron que él usaría oxigeno de por vida, pero con terapia podría llegar a necesitarlo menos. Pero a medida que avanzaba con las terapias, dicho pronósticos fue quedando descartado.

Fueron casi tres meses en total, entre enfermedad y recuperación. Para sus amigos y familia, la única explicación es Dios. Ahora, don Manuel sigue sin necesitar oxigeno, sus niveles de sangre están perfectos, y sus hemodiálisis, cada día lo hacen estar mejor.

«Una clave importante para la recuperación de él, siempre fue el apoyo incondicional de mi mamá, que nunca lo descuidó, y sus hijos, el amor y cariño que le dedicamos influyó mucho», dijo Andrea.

«Quiero agradecer primero Dios, luego a todo el personal del IHSS y a las enfermeras de hemodiálisis, que fueron muy especiales con él. A nuestros amigos, que estuvieron apoyando incondicionalmente, y a la familia, que nunca nos abandonó. No habría sido posible sin la solidaridad de muchos», concluyó.

Don Manuel Covid diabetes
Los días con oxígeno ahora son sólo un recuerdo.

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