CORTÉS, HONDURAS. «Tamales señores, ricos tamales», es una frase conocida en el sector Chamelecón, pues al escucharla saben que se trata de don Carlos, quien vende tamales a bordo de una bicicleta.
Carlos Roberto Hepburn Carranza, de 66 años, se caracteriza por ser un hombre trabajador, honrado y educado, según sus familiares, y que desde años ha llevado el sustento a su familia, vendiendo unos famosos tamales.
Diario Tiempo Digital se contactó con su hija Karen Hepburn, quien lo describe como «su héroe», ya que nunca se ha rendido, y ha sacado a su familia adelante.
Don Carlos Hepburn desde joven trabajaba para una empresa, donde ganaba un salario que le permitía vivir cómodamente y darle lo mejor a su familia, expresan conocidos.
Sin embargo, indicaron que años después fue despedido de su trabajo y cayó en una fuerte depresión que lo llevó a tener pensamientos suicidas.
Pero, gracias a un programa cristiano que puedo escuchar, su vida habría cambiado y comenzó acercarse a Dios, explicó su hija.
Luego de un tiempo, don Carlos seguía tocando puertas para un empleo, pero debido a su edad se le hizo difícil. Tras meses desesperado por no conseguir un trabajo y no proveerle lo necesario a sus hijos, tomó la decisión de vender artículos para el hogar en la calle.
Pero, este hondureño necesitaba algo más para generar ingresos, y con su esposa tuvieron la idea de preparar tamales con una receta familiar.
Don Carlos a bordo de su bicicleta se encarga de salir todas las mañanas a vender tamales, montucas, ticucos, entre otros alimentos, en todo el sector de Chamelecón.
«Una persona muy querida»
«Él es una persona muy querida por todos, alguien educado, que saluda a todo el mundo, e incluso cuando se encuentra personas que no tienen que comer, él saca de su canasta tamales para regalar», indicó Karen.
Según familiares, allegados y clientes, este ciudadano tiene un espíritu alegre, bondadoso y sobre todo ama su trabajo y se siente orgulloso de lo que hace.
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Huracanes Iota y Eta
Para don Carlos, la vida no ha sido fácil, pues él jamás imaginó que todo lo que le había costado construir por años, lo perdería en unos pocos minutos.
Residente de la colonia Ebenezer, él vivió las inundaciones provocadas por los fenómenos tropicales Iota y Eta.
Pasó aproximadamente 2 días arriba en la terraza de una casa, sin comer, y sin tomar agua, con la compañía de su hijo menor y sus perros.
Con la esperanza de rescatar un poco de todo lo que tenía, decidió quedarse esperando que las inundaciones bajaran, sin embargo, la espera fue en vano, pues las llenas se llevaron todo.
«Gracias a Dios me lo apoyaron, recibió dinero de todos lados, me le regalaron muchas cosas, me le dieron una cama y hasta su tina para los tamales», dijo su hija.
Pese a haber pasado una de las peores experiencias con las inundaciones, don Carlos recibió apoyo que le ayudó a levantarse.
En la actualidad, él continúa vendiendo «sus ricos tamales», saludando a sus vecinos cada mañana con una sonrisa y sobre todo, trabajando cada día sin rendirse.
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