REDACCIÓN. La epilepsia y la alimentación están más relacionadas de lo que se podría pensar. Una dieta específica para este trastorno puede ser una alternativa o un complemento al tratamiento médico.
La epilepsia es un trastorno que se origina por el aumento de la actividad eléctrica en la neuronas, lo cual provoca una serie de convulsiones de forma repetitiva y que puede tratarse a través de diferentes tratamientos, entre ellos, la nutrición.
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Para considerar paciente epiléptico a alguien, no basta con sufrir un ataque una vez, sino que debe haber una reincidencia de los ataques.
La epilepsia suele aparecer entre los 2 y los 14 años, aunque dependiendo del origen del trastorno, puede producirse más tarde, y puede ser por:
- Factores hereditarios. Si en tu familia hay casos de epilepsia, la probabilidad de que tú o tus descendientes también la tengan, es más alta.
- Lesión cerebral. Si existe algún tipo de lesión producida por algún accidente o alguna enfermedad (Alzheimer, tumores, etc), puede ser que aparezca este trastorno.
- Reparaciones incorrectas. El cerebro siempre va a intentar arreglar conexiones entre neuronas cuando algo no va bien, sin embargo, a veces, estas reparaciones no se hacen bien y provocar la epilepsia.
En resumen, intenta imaginar que nuestro cerebro es una gran red eléctrica en la que, cuando hay un cable en mal estado o se hace una pequeña descarga, se produce el temido cortocircuito que provocaría la epilepsia.
No hay manera de saber cuándo va a ocurrir ese cortocircuito, así que lo mejor será ir directamente al médico en el momento que sufras o alguien de tu entorno tenga un ataque.
Tratamiento
Los tratamientos principales para la epilepsia se reducen a tres: medicación, cirugía y alimentación. En los tres casos es necesario acudir a un especialista y, salvo en el caso de la cirugía, lo que hacen los tratamientos es controlar las crisis, pero no curarla.
Dietas adecuadas para la epilepsia
La dieta que se encarga de relacionar la epilepsia y la alimentación es básicamente una dieta alta en grasas y baja en hidratos de carbono y proteínas, es decir, una dieta cetogénica.
Esta dieta provoca una serie de cambios en nuestro organismo que permiten controlar los ataques epilépticos, aunque también se utiliza para otras enfermedades como la diabetes, cáncer, obesidad, etc.
Una de las dietas cetogénicas más famosas es la Atkins, así que realmente es una que todo el mundo puede seguir y lo mejor de todo es que, conociendo los alimentos que puedes ingerir, no presenta casi ninguna restricción, por lo que puedes comer y comer sin preocuparte.
Epilepsia y alimentación: dieta cetogénica
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Proteína de origen animal:
Carnes frescas y curadas (panceta, jamón, etc), aves, huevos, hígado, embutidos, mariscos y pescado (los que contengan menos mercurio).
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Grasas saludables:
Aceite de coco, de aguacate, mantequilla, manteca (de cerdo y vaca) y demás grasas de animales, aceite de oliva virgen o virgen extra, salsas como la mayonesa que no estén echas con aceite de girasol o similar, y quesos curados.
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Semillas y frutos secos:
Almendras, nueces, piñones, semillas de calabaza y semillas de girasol.
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Verduras:
Coliflor, calabaza no dulce, calabacín, berenjenas, tomate, espárragos, alcachofa, coles de Bruselas, apio, repollo, pimientos, cebollas, aceitunas, rábanos, champiñones y setas. Así como todas las verduras de hoja verde (espinaca, col, acelga, lechugas, etc.) y las verduras que no sean tubérculos, es decir, la patata está prohibida.
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Edulcorantes
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Lácteos:
Nata, yogures griegos y/o naturales sin lactosa añadida, y todos los tipos de quesos.
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Especias y condimentos:
Todos, solo fíjate que entre sus ingredientes no haya azúcares, aceites/grasas vegetales y almidones.
Fuente: Actitud Saludable.
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