REDACCIÓN. – La Biblia fue el primer gran libro en el que el demonio hizo su aparición. El diablo se perfila bajo la forma en que lo conocemos en la actualidad. En diversos pasajes su presencia resulta un inquietante símbolo de la parte pecadora del ser humano (Artículo original por Rodrigo Ayala Cárdenas).
En Lucas VIII, 27-30, se lee:
“Y bajando Él a tierra, le salió al encuentro un hombre de la ciudad poseído de los demonios… Muchas veces se apoderaba de él [el espíritu], le ataban con cadenas y sujetaban con grillos, pero rompía las ligaduras… Preguntóle Jesús: ¿Cuál es tu nombre? Contestó él: Legión”.
Una sombra misteriosa acecha y cerca su alma, obligándolo a ceder al mal, a la mentira; a la desesperación y al rechazo de la luz.
El demonio en el arte
Fueron muchas las manifestaciones artísticas que retomaron la figura del maligno para explorar y explotar su figura con diferentes propósitos. Músicos, escritores, poetas, ilustradores, escultores y pintores han dedicado un tiempo de su vida a plasmar su particular visión del demonio.
Estremecedora resulta, por ejemplo, la figura de Satanás en El aquelarre de Goya. Un macho cabrío en medio de un grupo de ancianas brujas que le rinden pleitesía en un territorio sin vida.
En literatura, autores como William Peter Blatty con El exorcista o Clive Barker, o con Demonio de libro, retomaron la figura diabólica. Con dicha figura se hacía un análisis de las debilidades humanas y el papel de Satanás en la vida cotidiana.
La banda de rock Mötley Crüe grabó un disco en el que el diablo es el protagonista principal. En Shout at the Devil se habla de los excesos de la vida musical.
El diablo en la pintura
En la expresión pictórica como herramienta para explorar la figura maligna, existe una obra dedicada al Príncipe de las Tinieblas. La obra es llevada a cabo por Duccio di Buoninsegna: The Temptation of Christ on the Mountain.
Dicha pintura ilustra el momento en el que Lucifer tienta a Jesucristo para que éste lo adore; a cambio, el Hijo de Dios podrá poseer el control absoluto del mundo. Esto, después de que pase 40 días con sus noches en el desierto en perpetuo ayuno.
Jesús desprecia los ofrecimientos de su enemigo, el cual aparece con un aspecto horrendo:
Alas de murciélago, patas de ave, orejas de gnomo y cabello erizado. Un par de ángeles custodian a Jesús para auxiliarlo y protegerlo. A sus pies se ven ciudades, las cuales son diminutas en comparación al tamaño que representa la divinidad. Dicha escena pertenece al Nuevo Testamento.
«The Temptation of Christ on the Mountain» forma parte de los paneles que conforman la Maestà o Maestà de Duccio. Un retablo de dos caras con varias escenas bíblicas, con Jesucristo como protagonista.
Esta pieza de arte fue comisionada a su autor por la ciudad de Siena, en 1308. Fue llevada en procesión por las calles de este mismo territorio durante sus primeros años. La obra forma parte de 43 paneles traseros donde se relata la vida de Jesús y la Virgen.
Estas piezas hoy se exhiben de manera separada de su obra original. Con los años las piezas fueron esparciéndose por el mundo. El fragmento citado se encuentra en la actualidad en la Colección Frick de Nueva York.
Fuente de terror e inspiración
El demonio creado por Di Buoninsegna es sumamente aterrador. Su autor dio gala de un perfecto manejo de los colores, narrativa visual y contenido iconográfico.
Cada imagen y sus detalles fueron elaborados con esmero, dedicación e implementaron un estilo moderno para la época. Lo anterior, debido al dinamismo de las imágenes.
Duccio di Buoninsegna fue uno de los artistas más importantes de Siena, Italia; asimismo, fue uno de los más influyentes en el estilo gótico internacional.
La criatura oscura con larga barba de Di Buoninsegna plasmó la imaginación del púbico de imágenes realmente aterradoras. Si padeces de ansiedad, no deberías verlo. Así como el demonio Pazuzu de William Peter Blatty en El exorcista; o el demonio que cuenta su historia en la excelente novela de Clive Barker, Demonio de libro.
Fuente: Cultura Colectiva