TEGUCIGALPA, HONDURAS. Los catrachos saben qué es lidiar con situaciones desfavorables, combatiendo flagelos económico-sociales en su día a día. Sin embargo, la historia a veces agenda una cita con calamidades de una magnitud inimaginable y que se salen de las manos de incluso el más precavido y experto.
Eta e Iota golpearon a Honduras como nunca antes la fusión de dos fenómenos naturales pudo, dejando prácticamente a punto de la quiebra a todo el territorio.
Iota llegó de segundo a rematar a una nación que yacía hundida, sin noción de cuándo podría ponerse de pie ante los inmensurables embates iniciales.
La luz al final de la tormenta no era una realidad. Iota se encargó de reactivar las alarmas. El fenómeno natural provocó que las autoridades decretaran alerta tras alerta.
A esta fecha, 16 de noviembre, el gobernante de Honduras, Juan Orlando Hernández, ya advertía de la peligrosidad de la “secuela” del terrorífico evento climatológico en el país.
“Ante pronósticos del posible impacto de un nuevo ciclón, he convocado de emergencia a reunión de Sinager (Sistema Nacional de Gestión de Riesgos)”, decía el mandatario en sus redes sociales.
Agregaba que el propósito era coordinar acciones preventivas inmediatas, instruir a la actualización de los planes. También buscar herramientas de preparación con énfasis a la atención de la gente.
Entra como categoría 5
Con más información recabada sobre la evolución del fenómeno, que ya tocaba suelo hondureño, JOH hacía énfasis en sus capacidades nocivas.
“Este huracán Iota, con la cantidad de agua y vientos que trae, tiene un potencial de destrucción enorme. Podría causar una devastación terrible”, subrayó en una cadena nacional de radio y televisión.
Tal cual, Iota se hacía sentir en Honduras con una incesante cantidad de precipitación, característica del nivel más alto que puede alcanzar un huracán.
Con su ojo situado en el nororiente del país, precisamente en el parcialmente inhóspito departamento de Gracias a Dios, adquiría la categoría 5, la más alta de la escala Saffir Simpson, según confirmó el Centro Nacional de Huracanes (NHC). Así fue como tocó tierra en Nicaragua y se dirigía hacia Honduras.
La situación se salía de control al grado que las condiciones climatológicas obligaban a que algunos centros hospitalarios, de los más visitados del país, suspendieran temporalmente su atención al público.
Hospitales
Entre los recintos asistenciales que anunciaban tal decisión se encontraba el Hospital Escuela (HE), el más grande de Honduras.
Mediante un comunicado, las autoridades informaron que de esa disposición se exceptuaban solamente los empleados que son indispensables para atención las necesidades de salud que no podían esperar.
La emergencia por Iota también llevó al Hospital María de Especialidades Pediátricas a cancelar algunas citas médicas.
El Instituto Nacional del Diabético se sumaba a la lista, informando que no atendería al 100 por ciento debido al huracán.
IHSS también suspendía atenciones
Todos los servicios que se brindan en la clínica periférica número 1 del Instituto Hondureño de Seguridad Social (IHSS), en el Barrio Abajo de Tegucigalpa, igualmente quedaron suspendidos hasta nueva orden, de acuerdo con un comunicado.
Además, las autoridades del IHSS detallaron que realizarían el traslado de equipo e insumos con el fin de garantizar un resguardo efectivo que minimizara los daños que pudieran ocasionarse en el lugar a causa de las lluvias.
Miles de damnificados
La afectación no se hacía esperar y un informe que publicó la Comisión Permanente de Contingencias (Copeco) mostraba que siete mil personas ya habían sido evacuadas en varios departamentos.
Mientras Iota desataba su furia, Sinager solicitaba la evacuación obligatoria en 10 departamentos.
Asimismo, se anunciaba la habilitación de albergues en distintas zonas del país para las personas que residían en zonas de alto riesgo.
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Comparación con el huracán Mitch
Las similitudes de lo que ocurría con el paso del histórico Mitch en 1998 hacían que el temor imperara en la población hondureña que no podía dejar de pensar en una nueva catástrofe.
El Mitch dejó alrededor de 6 mil muertos, pérdidas económicas por más de 4 mil millones de dólares, más de un millón de damnificados. Asimismo, un significativo número de personas desaparecidas.
Ahora, una semana después del paso de Eta, un nuevo fenómeno amenazaba con dejar daños iguales o mayores a los que generó Mitch hace más de dos décadas.
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