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viernes, noviembre 22, 2024

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Arabia Saudita. Mohamed Al Mutairi, un profesor jubilado, viajó más de seis horas para observar cómo el desierto se volvió morado tras las abundantes lluvias que favorecieron el crecimiento de flores de este color, un espectáculo excepcional en el noreste de Arabia Saudita.

«Nadie espera ver tal espectáculo en Arabia Saudita», explica, sentado en una alfombra con sus amigos. Para disfrutar de este singular paisaje en Rafha, viajó 550 km desde el centro del país, donde vive.

Observar este espectáculo «refresca nuestra alma», asegura el hombre. En Arabia Saudita, señala, estas flores son conocidas como «lavanda del desierto».

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A finales del año pasado, las lluvias invernales provocaron inundaciones mortales en algunas regiones del oeste de Arabia Saudita. Pero en las regiones del norte, la vida volvió a brotar.

Visitantes de flores
Este espectáculo solo existe de 15 a 20 días al año.

– «Como en el paraíso» –

Lejos de los rascacielos y de los atascos de 4×4, Naser Al Karaani recorrió 770 kilómetros desde la capital, Riad, para ver las flores antes de que se marchiten.

«Este espectáculo solo existe entre 15 a 20 días al año entonces venimos aquí especialmente para disfrutar de ello», cuenta a la AFP este hombre de negocios saudita de 55 años.

Acampan para ver flores
Visitantes nacionales y extranjeros acampan para observar las flores moradas.

Al Karaani también vino con un grupo de amigos. Saca una tienda de su vehículo y empieza a montarla, una escena habitual en esta región del Golfo por la tradición beduina, pero que rara vez se observa en medio de un campo de flores.

«Este ambiente es tan relajante», admite, mientras disfruta de un té alrededor de una fogata. Alrededor del grupo hay otras decenas de visitantes.

También se instalan en el suelo y en círculo para tomar el té o cocinar.

Los habitantes de la región se aseguraron incluso de alejar a los camellos para impedir que coman las flores que atraen tanto a turistas locales como de países vecinos.

Entre ellos está Abderrahman Al Marri, que viajó desde Catar, el riquísimo emirato vecino de Arabia Saudita.

«El espectáculo valió la pena», cuenta a la AFP, tras un viaje de más de 12 horas. «Es como estar en el paraíso».

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